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Mateo Symanski es solo un peón de papá.

El trío de amigos luego de haberse separado de Temo siguió su rumbo hacia la clase del profesor Collins. Aristóteles y Carlota iban muy animados charlando sobre el nuevo vídeo de Thiago, ambos fascinados por aquella producción pusieron como meta tener un vídeo mucho mejor para la nueva canción de Ari.

― Sabes que, esta misma noche empezamos con un guión para mi nuevo video. ― Dijo entusiasmado el chico mientras su amiga reía. Por otro lado Diego no dejaba de caminar cruzando los brazos, deshaciendo el agarre y volviendo a cruzarse, pronto dio un grito exagerado.

― ¡No lo soporto!

― ¿Qué sucede Diego? ― Lota lo miro con una ceja en alto.

― Ese imbécil de Symanski.  ¿Lo viste? Lo detesto.

― Luce como alguien agradable, medio creppy pero no parece mala persona. ― Comenta la chica.

― Creo que estas exagerando. ― Aristóteles se encogió de hombros.

― ¡Acaso no lo ven! Ese imbécil se quiere colar entre los que no son de su calaña. Me enferma. ― Ahora ambos amigos se miraron y bajaron la mirada. Aristóteles cerró los puños.

― Yo tampoco soy de la mejor clase social, ¿eso te hace odiarme? ― Dijo antes de comenzar a caminar más rápido sin darle tiempo de contestar.

― Espera, ¡Aris! ― Carlota corrió tras él y Diego solo se quedó en medio del pasillo.

― Claro que te odio. ― Murmuró antes de ir rumbo al jardín de la universidad.

[...]

Diego miraba el cielo recostado en unos arbustos escondidos, alzo su mano para tapar su rostro del sol y cuando lo veía pudo soltar todas las lágrimas que había guardado esa semana. Estaba harto, su mundo era tan gris que el poco color que entraba lo había cegarse, por un aura de envidia.

― Tú eres un campeón, mi número uno. Si me fallas ya sabes lo que pasará. ―

¿Qué más le podría pasar? Su padre era un hombre cruel, avaro y muy vanidoso. Diego ya no quería eso, ya no quería que todo el mundo lo viera como lo peor.

― Necesito tanto mi libertad. ― Pronto tomo su teléfono y se quedo por un rato hablando con unos ligues.

[...]

Diego despertó cuando el rocio golpeó su rostro y sintió una opresión en el pecho, la melancolía lo seguía  atormentado por los recuerdos de su horrible pasado.

― Aquí estabas, me preocupas. ― La voz de Temo lo hice volver a la realidad.

― Supongo que Aris ya te lo dijo. ― No se atrevía a mirarlo.

― No debiste. ¿Es necesario también fingir con nosotros? Aristóteles es mi pareja Diego, por favor. Tú eres mi hermano, no me hagas elegir.

― No tienes que hacerlo, se a quien vas a elegir Cuauhtémoc. ― Antes de que Temo intentara tomar su mano Diego se alejó.

― No hagas esto. No te alejes, no de nuevo.

― Nosotros ya estamos muy lejos. ― Ambos cruzaron miradas y no pudieron evitar llorar, ¿Por qué nunca podrán ser feliz?

― No, no voy a perderte de nuevo. ― Temo lo sujeto por el brazo y se unieron en un abrazo, y ya no pudieron más. Las lágrimas de Diego mojaron la camisa de su amigo haciendo a Temo temblar al sentir la humedad en su hombro.

― Perdóname.

― No me pidas perdón.

― No pienso eso sobre Ari.

― Lo sé.

Cuando sus miradas volvieron a encontrarse ambos sonrieron y juntaron sus frentes.

― Promete que vas a tratar mejor a Mateo.

― El solo es un peón Cuauhtémoc.

― pero Diego...

― Estábamos bien, ¡No podías simplemente olvidarlo! ― Diego gruño y paso de Temo chocando su hombro.

― Diego...

― No me sigas.

22:00 pm

Diego caminaba rumbo a la plaza, había permanecido toda la tarde de visita con su madre. Al fin un poco de paz. Estaba a la espera de un ligue, se llamaba Oscar si no mal recordaba.

― ¿Diego? ― Cuando el mencionado enfocó su vista en la oscuridad vio un hombre de unos veintitrés años, de barbilla marcada y barba candado, lucia tan guapo.

― Oscar. Que bueno conocerte. ― Dijo de una forma seductora, pronto el mayor pasó a acorralar a su presa.

― Vaya, que linda mariposita. ― El tono que uso sono tan despectivo en los oídos de Diego.

― ¿Perdón? Yo soy todo un hombre idiota.

― ¿Hombre? Me saliste chistoso princesa. ― Ahora el soltó una carcajada, Ortega no cabía del enojo. ― Dame un beso, anda.

― Sueltame, muy lindo y lo que quieras pero eres solo un idiota. ― Ahora la mirada de aquel sujeto fue iracunda.

― Mira, no vine para escuchar reproches de una puta como tú. ― Lo tomó con una mano de la muñeca y con la otra sujeto con fuerza de su mentón.

― Dejame. ― Gimio adolorido, mientras intentaba safarse.

― Callate. ― Ahora con su mano tapo la boca del muchacho y estaba dispuesto a tirarlo contra los arbustos.   Pero el rubio fue más rápido y mordió lo que pudo haciendo gritar a su atacante que en respuesta le dio una cachetada.

― Dejame maldito bastardo. ― Su voz ya denota miedo pero no quiere verse débil.

― Te dijo que lo sueltes. ― De inmediato ambos voltearon en dirección a la voz, Mateo Symanski era un héroe en todas las letras.

― No es tu maldito asunto.

― Claro que si.

― ¿Quién te crees bastardo? ― Oscar solto de golpe a Diego haciéndolo caer al suelo. Cuando se acerco al más alto para darle un puñetazo Mateo fue más rápido y esquivo aquel puño sujetando su brazo para después darle un rodillazo en el estómago a su oponente.

― Mira basura, espero que aprendas el significado de no. Con gusto puedo hacer que lo entiendas. ― Se puso a la altura del muchacho que yacía adolorido y le sonrío de una manera tan fresca que parecía tétrico. Pronto se acercó al rubio y lo tomo por la fuerza del brazo, ambos comenzaron una caminata sumidos por el silencio.

― Ni pienses que te lo voy a agradecer.

― Como si quisiera tus agradecimientos.

― Me hubiera ido con ese idiota antes de dejarme arrastrar por ti.

― Aún tienes tiempo. ― Dicho esto Mateo ajusto sus cordones y conecto su contador de pasos y emprendió su trote de nuevo.

Ese peón es un engreído.     
 

Capricho || MatiegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora