Sitibundo.

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Tu mirada me mataba. Estaba ahogándome entre tus labios sedientos. Me devorabas sin hambre, sin necesidad, y eso me ahogaba aún más. Presionabas tus manos contra mi cabeza aplastando mi cráneo y rasgando mi piel entre los mechones rojos. Arrancando alguno entre tus dedos.

Me ahogaba mientras yo reabría las heridas bajo tus vendas. Mi piel contra la tuya no quemaba. No hay calor. Mi corazón no se desboca dentro de la caja torácica y no siento más que ardor en tus rasguños.

Nos miramos sin hacerlo mientras nos concentramos en recuperar el aliento antes de robárnoslo de nuevo. Tu mano presiona contra mi antebrazo mientras flagelo tu hombro con mis cortas uñas. El impacto de mi espalda contra la pared no me electrocuta y mi cabeza rebota contra ella sin que me dé cuenta. No hay sonrisas de superioridad en nuestros rostros. No hay jadeos placenteros escapando de nuestros labios. Los gemidos no existen.

Enterrando mis dedos tras tu oreja derecha arranco un par de mechones castaños y te ocurre lo mismo.

No hay nada Dazai, no hay nada.

Algente. ||Soukoku||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora