Capítulo ocho: El Caballero Desnudo.

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Los campos de entrenamiento del frente Sciath estaban poblados de caballeros y soldados haciendo sus entrenamientos mañaneros. Se escuchaba el sonido del acero chocar con el acero, cuerpos armados cayendo al suelo, el tintineo de las cotas de mallas moviéndose junto a su usuario y los gritos de hombres y mujeres dándolo todo por fortalecerse.

En este entorno, caminaban Damián y Roven. Una saludando a los compañeros que conocía y el otro un tanto abrumado, por el despliegue de fuerza bruta y músculos de su alrededor. En uno de los campos Damián observó como una mujer alta y fornida, se ponía un casco y cargaba contra un tablón de madera de un palmo de grosor, para luego partirlo en dos sólo con la cabeza. Ante tal espectáculo el chico abrazó su violín más fuertemente y tragó saliva. Pensó que lo mejor era no cabrear a esos brutos y se sentía aliviado de que Roven estuviera asistiéndole.

Después del paseo por los campos de entrenamiento, llegaron al lugar donde se encontraba Ser Roland. Para la sorpresa de Damián, alrededor de él había un grupo de niños y niñas vestidos con cotas de malla y piezas sueltas de armadura. Los niños atendían muy atentamente la lección. Desde lejos, lo único que se podía visualizar del caballero era su yelmo, tenía la misma forma que el de un caballero templario, y una pluma azul en la parte superior. Sin embargo, había algo raro en el resto de la armadura del caballero.

-Roven, ¿Puedo preguntar por qué le llaman el Caballero Desnudo?- El joven le lanzó una mirada un tanto preocupada.

-Oh, bueno en unos momentos lo sabrás.

La joven echó unas risas por lo bajini, señal que hacía a Damián prepararse para lo peor.

Al llegar al sitio, la pareja se puso detrás de los niños y al fin pudieron visualizar a Sir Roland en todo su esplendor.

Era un hombre alto, atlético pero con poca masa muscular, y de piel morena, pero lo más impactante de su apariencia era que estaba "casi" desnudo. Llevaba un yelmo, guanteletes, grebas de acero y, nada, más. Bueno, exceptuando una coquilla que le tapaba la entrepierna, sujeta un con un fino hilo que iba desde la cintura hasta pasar por en medio de sus nalgas. Damián al verlo pensó en el momento en que tu personaje ha alcanzado el peso máximo que puede llevar y tienes que prescindir de algunas piezas de armadura. Sin embargo, nadie prescindía del torso, pues era parte que más protección brindaba. Eso sólo lo hacían cuando había que hacer la gracia.

Tenía varias cicatrices por todo el cuerpo, lo cual a Damián no le extrañaba ni lo más mínimo. El caballero estaba mostrándoles algunas tácticas para esquivar a los niños usando un muñeco de prácticas. Daba volteretas y saltos, a veces un poco exagerados y la mayoría de los niños no podían tomarse en serio la lección entre las pintas del caballero y el espectáculo que estaba dando. Sin embargo, se les veía concentrados.

-Bueno, aquí le tienes, Ser Roland de Nightless, apodado el Caballero Desnudo. De todos los caballeros del campamento él es el que tiene la mejor relación con Lex, y además ha instruido a todos los bastardos, yo incluida. Estará encantado de cubrirte mientras yo esté haciendo otras cosas.

Damián observaba al caballero mientras rodaba alrededor del maniquí, este señor parecía más una parodia de videojuegos famosos en vez de un caballero competente. No lo conocía, pero le caía bien. La manera en que se tiraba al suelo y luego se volvía a levantar para gritarle a un muñeco de paja le resultaba inspiradora.

-Me inspira buenas vibraciones.

-Entiendo, que su aspecto y sus maneras sean un tanto, em, bizarras. Pero, es uno de nuestros caballeros de élite y lleva más tiempo que Lex sirviendo a mi padre. Además, salvó a Lex de una muchedumbre furiosa y antepone la seguridad de sus compañeros a la suya, es un buen hombre. Si estás con él durante tu estancia aquí, tu seguridad está garantizada.

Los huesos del rencorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora