Capítulo nueve: Demonios internos

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Por los pasillos y corredores del Castillo de las Mil Luces, el joven Lex caminaba con diversos pensamientos en la cabeza, acompañado de Adara quien ejercía de guardaespaldas. El asesinato del zapatero era un misterio, nadie sabía el ¿Por qué? El ¿Cómo? Lo habían podido deducir por el estado del cadáver pero aun así no le entraba en la cabeza la ausencia de costillas en el cuerpo. Y no sólo eso, Adara estaba empeñada en que la guardia tenía algo que ver. Lex no la creía, la guardia real era fiel al rey hasta la muerte, todos sus integrantes valoraban y respetaban a su rey y no harían daño a las personas cercanas del monarca.

Pero bueno, en el momento en el que se encontraba debía relajarse. Iba de camino a saludar a Konach, un mago blanco que se había incorporado como curandero.

Al ser ambos magos sentía la necesidad de presentarse correctamente y si había oportunidad tal vez podrían intercambiar conocimientos. Lex utilizaba la magia de viento y tenía conocimientos muy básicos en las demás magias elementales, de modo que una charla intelectual sobre magia sería más que bienvenida.

Al llegar a la enfermería siguieron adentrándose en la amplia habitación pasando las camas, unas vacías y otras con pacientes, hasta llegar al fondo de la sala donde había un puerta que llevaba a un pequeño despacho. Lex se posicionó en la puerta y le dijo a Adara que le esperara fuera, la joven asintió. El mago dio unos tímidos golpes en la puerta y después de unos segundos se abrió revelando a Konach.

-Oh vaya, esto sí que es una sorpresa.

Al mago blanco se le veía satisfecho y esbozaba una sonrisa divertida. No esperaba una visita del famoso mago de la corte, pero tampoco le molestaba su presencia.

-Hola, soy Lexerius Gallagher y esta es mi guardaespaldas Adara.- La chica asintió levemente.- Quería darte la bienvenida formalmente al Castillo de las Mil Luces, me alegra ver a un mago blanco por aquí y espero que podamos trabajar juntos para el bienestar del reino.

Lex le tendió su mano y Konach se la estrechó inmediatamente con una sonrisa alegre plasmada en el rostro.

-¡Es un placer conocerte! No te imaginas lo especial que es para mí poder conocer al mago del Rompecoronas en persona. Te he visto antes, pero me ha dado un poco de vergüenza saludarte, te pido disculpas.

-Oh, no pasa nada. Lo único que me ha sorprendido es ver a un mago blanco por aquí, hacía tiempo que no conocía a ninguno.

-Sí, debo reconocer que somos un tanto inusuales, pero no tan inusuales como tú. He preparado una infusión, ¿Quieres pasar para charlar un rato?

-Me encantaría, muchas gracias.

Lex entró al despacho, dejando a Adara fuera vigilante. Pero cuando Konach iba a cerrar la puerta algo se lo impidió, era Adara quién sostenía la puerta fuertemente y miraba dentro de la habitación con ansia. Después de una ojeada, miró a Konach con una mirada amenazante e intensa.

- ¿Le ocurre algo señorita?- El mago no se había dejado intimidar y seguía con su sonrisa natural.

-Tu despacho desprende un olor a estramonio muy inusual para un curandero. ¿Está entre tus prácticas drogar a tus invitados?

-Ah, ya sabía que alguien me llamaría la atención por eso. Es un olor altamente desagradable ¿verdad? Créeme, a mí tampoco me gusta esa planta, pero estoy investigando sus propiedades y cómo las puedo usar en medicina, así que es con lo que debo lidiar ahora.

El mago hizo un exagerado suspiro y se llevó una mano a la cara en señal de desesperación. Entonces Adara activó su contramagia para analizar restos de magia oscura en la persona frente a ella. Entonces la voz de Lex salió del interior del despacho.

Los huesos del rencorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora