Capítulo 1

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Tras la puerta recién abierta apareció la figura esbelta de Ryuk, que entró en la habitación con un semblante inexpresivo. A su derecha estaba Iseul, un muchacho de cabello llamativo, una persona aparentemente tibia, pero con un abrumadora capacidad de ganarse la confianza de la gente. A la izquierda se encontraba Thian , un tipo de pocas palabras, pero siempre dispuesto a fulminar a cualquiera con la mirada. Kaito había tenido que evitarlos demasiadas veces últimamente.

—Ryuk. —saludó Kaito, inclinándose profundamente.— ¿A qué se debe esta visita?

—¿No sabes por qué estamos aquí? —preguntó con cierta diversión.— Tu pago se esta retrasando. No creas que somos estúpidos.

—No creo que tú seas estúpido. —respondió el peliblanco con calma—. Pero me temo que no puedo decir lo mismo de los que le acompañan.

—¡Me insulta! —gritó Iseul—. ¡Cómo se atreve! ¡Con ese tono de desprecio!

-Basta. —le ordenó Ryuk.— No pongáis mi paciencia a prueba. Y hablo por los dos.

—Mis disculpas. —volvió a hacer una reverencia, ocultando la sonrisa burlona de su rostro.

Iseul por su parte no dijo nada, simplemente miró al mayor y luego a su líder. No quería alterar a Ryuk antes de tiempo.

—Aunque anteriormente haya sido eficaz —comenzó Thian—, lo cierto es que se esta retrasando con el pego. ¿Sucede algo?

—Tengo algo que quizás os interese más que el dinero...

Ryuk alzó una ceja expectante. Si anteriormente no habían tenido problemas con Kaito, él era consciente de que era un estafador profesional y ese cambio de última hora, sin consulta previa, no le gustaba en lo más mínimo.

—Escupe.

Thian guardó sus opinión pero no dudo en cumplir con su papel, así que lanzó una mirada de advertencia al mayor mientras abandonaba su posición para acercarse a una gran sábana blanca. Kaito era conocido por encontrar cosas excepcionales en los submundo mágicos, desde las hierbas más raras a los libros más antiguos sobre magia, pero su fama se veía siempre nublada por aquel detalle de ser un estafador excepcional.

Con la atención de los cuatro licantropos el viejo duende tiró de la tela y ante ellos se dejó ver un muchacho encerrado en una jaula.

—Qué nos quieres decir con esto, viejo. —preguntó Iseul molestó.

—Mirad bien a este chico.

El muchacho no habló, ni siquiera se digno a mirar los chicos, simplemente se mantuvo sentado en el suelo de su cárcel, con la vista clavada en el suelo. Ryuk ladeó la cabeza curioso antes de decidir avanzar hasta él, agachando su cuerpo para quedar a la altura del opuesto.

— No le veo lo especial. —sentenció.

El viejo sonrió con cierta burla una vez más mientras abría la pequeña puerta para que Ryuk pasara al interior.

— No me fío de este pirado. —comentó Thian.

Al moreno ignoró por completo la voz de su compañero, si bien guardaba cierto recelo al anciano confiaba en que no fuese tan estúpido como para llevarlo a una trapa. Y de ser así pasaría a la categoría de menú principal de sus compañeros. Gateó hasta tener su cuerpo completamente dentro y se paró frente al chico, que seguía en su postura incial, a excepción de un pequeño detalle: estaba gruñendo.

—¿Lo escuchas verdad?

Ryuk asintió sin despegar los ojos del chico, ahora tenía dudas de si estaba o no en peligro estando allí.

—No sabe controlar su lobo interior. -declaró el mayor.- Quizás os venga bien para vuestra manada.

—Parece asustado.

—Lo esta.—admitió— Pero pensad con claridad, llevado a un extremo su cobardía le llevará a perder el control. —Miró a los otros dos chicos.— Bien usado os podría servir como un arma.

Ryuk sopesó la idea en silencio, bajo la atenta mirada de sus compañeros y la presión que él mismo se metía con solo pensar en su padre. Si tomaba la decisión y el cabezilla no estaba satisfecho con ella iba a ser un problema. Salió de sus pensamientos cuando el gruñido del muchacho se hizo más notorio, y le resultó curioso que sin ser realmente amenazado se mostrase a la defensiva. Quizás el viejo tenía razón.

Sin decir nada el joven lobo se levantó del suelo, echándole una mirada a Iseul y Thian, dejándoles claro cual había sido la decisión tomada. Y después ofreció su mano al chico.

—Levanta, te vienes con nosotros.

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