Capítulo 10: Las lágrimas del nuevo amanecer

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Kufoi vivió momentos de gloria en el pasado, incluso había sido llamada la Perla del Reino Nendo, pero ya apenas era una sombra de lo que fue en el pasado. Los brillantes muros del pasado, ahora estaban medio derruidos en algunas partes y las hermosas fuentes de la ciudad, hacía mucho tiempo que estaban secas y medio derruidas.

Fue gloriosamente erigida en honor de uno de los héroes fundadores de la nación, pero ahora no era más que un cascarón medio abandonado en la que quedaban poco más de dos mil almas. La ciudad creció en un cruce de caminos entre la gran carretera que cruzaba de norte a sur el país y el Camino del Santo que unía a las antiguamente fértiles tierras del este y las ya casi extintas minas del Oeste.

La mayor parte de los comerciantes que dieron vida a la ciudad habían partido en busca de nuevas posibilidades en otros lugares mejores. Además desde que la reina fue asesinada, los impuestos habían subido demencialmente, destruyendo lo poco que quedaba en pie.

Intentando evitar la migración masiva a otros reinos, el maldito nuevo Rey de Nendo había promulgado nuevas leyes extremadamente crueles. Cualquiera que intentara huir de su tierra sería condenado a muerte y ejecutado en el mismo sitio donde fuera hallado culpable. Muchos miles de personas habían sido ya asesinadas de ese modo, aun así, la gente desesperada seguía intentando huir de la segura muerte que les aguardaba si se quedaban. ¿Muerte lenta por hambre o muerte rápida en la horca? Difícil elección.

No muy lejos de la puerta del Sur estaba la casa de la familia Allen, era una casa más cómoda que lujosa y seguramente había visto mejores momentos en el pasado, Pero podía considerarse una las casas en mejor estado de Kufoi.

Los Allen eran comerciantes desde hace muchas generaciones, habían montado un pequeño negocio de reparación de ropa, que poco a poco fue prosperando. Pero los tiempos duros habían destruido el negocio. El precio de las telas era absurdamente alto y el precio de las materias crudas no era mucho menor, incluso el precio del lino había subido hasta cifras astronómicas por culpa de los impuestos. Aun así todavía podían subsistir haciendo pequeños negocios de menudeo, lejos de los ojos de la autoridad. Aunque no vivían en el lujo, al menos podían llevarse algo a la boca, pero todo estaba declinando lentamente.

Casi nada les quedaba ya a los Allen en Kufoi, el resto de la familia había emigrado a Azure hace más de tres años, cuando las leyes contra la emigración aún no existían. Por desgracia ellos no habían podido aventurarse en un viaje tan largo, la segunda esposa de Hans era una mujer de salud frágil que no hubiera podido resistir un viaje tan largo.

Hans tuvo que enterrar a su esposa Clara el año pasado, muy cerca de los hayedos que tanto amaba. No había podido superar la enfermedad que contrajo y que ya se había llevado la vida de casi media ciudad.

El Mal de Solfer, conocida popularmente como la fiebre azul, era la enfermedad que había segado silenciosamente la vida de más de la mitad de los habitantes de Kufoi. Lo más trágico es que en realidad era una enfermedad que tenía cura, pero los precios de los suministros médicos ahora eran inalcanzables para los plebeyos y sin tratamiento no podrías esperar otra cosa que la muerte. Hans odiaba con toda su alma a esos malditos nobles avaros, ni uno solo bueno quedaba en Nendo.

La pequeña Détora Allen estaba sentada en una esquina de su cama intentando reprimir las lágrimas. Sus amigos Toto y Franda habían muerto esa misma semana de la misma enfermedad que se había llevado a su segunda madre Clara. Sus amados padres hace mucho tiempo que no sonreían y ella no quería que estuvieran aún más tristes por verla llorando.

Su madre Anna le había dicho que Toto y Franda estaban en un sitio mejor, pero ella hubiera dado hasta su única muñeca a cambio de estar un poco más con ellos.

Guía básica de Supervivencia en un Universo fantástico (de mierda)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora