Capítulo 46: Caballerosidad a caballo

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Marco pasó por todos los estados que cualquier jinete conoce, primero dejó de sentir su trasero, luego sus caderas y tras tres días de viaje ya ni siquiera recordaba si alguna vez tuvo un culo bajo su espalda o no. Cada vez que bajaba del caballo para descansar, sus piernas parecían dos paréntesis, incluso estaba echando un poco de menos el incómodo todoterreno clásico de su padre, cuyo motor sonaba como el descenso de los cuatro jinetes del apocalipsis.

-¿Marco?

-Dime Elsa.

-Chico, hoy tienes la cabeza en las nubes, hace un buen rato que te estaba llamando. -, Elsa golpeó suavemente el hombro de Marco con el revés de su mano.

-Hup, lo siento, ¿qué me estabas contando?

Elsa señaló al frente. Un gran grupo de hombres y mujeres armados se acercaba a ellos

-¿Bandidos? -preguntó Marco

-Algo así.

-¿Bandidos? Ninguno hay, nadie salvo nosotros tres, afirmo rotundamente -, Tiena, aún no había notado al grupo de personas armadas que se nos acercaba y tampoco se había acostumbrado a su espejo retrovisor o mejor dicho lado-visor. Su cuerpo se empezaba a ladear peligrosamente sobre la silla de montar.

"¿Tampoco puede oírlos, no es que sean precisamente silenciosos? ¿Entonces de qué sirven esas enormes orejotas?" -, Elsa tocó el hombro de Marco, mientras él se perdía en sus pensamiento

-Dime al menos tres cosas extrañas en la escena que tenemos delante. Venga, no es tan difícil. -, levantó tres dedos de su mano izquierda.

Marco estaba confundido por la pregunta de Elsa, pero tras echar un vistazo con más detenimiento, comprendió que algo estaba mal con los hombres que tenían delante.

-Creo que ya se a que te refieres. Puedo ver que todos llevan las mismas botas y también las mismas espadas. También su apariencia es extraña, sus ropas hasta cierto punto se ven como las de un bandido, pero algo claramente está fuera de lugar. Están demasiado limpias, demasiado bien cuidadas, un buen vestuario sería correcto para la banda dominante de una ciudad o para un comerciante de esclavos, pero no para unos asaltantes de caminos. Es anormal que no haya roturas por las zarzas o manchas de vegetación o barro, los bandidos no destacan por su limpieza, es más propio de una milicia.... ¡¡¡¡OH!!!

-Cooorrecto, ¿ya te has dado cuenta?

-Pffff, no subestimes a la magia [teleobjetivo] -, Marco ahueco su pose sobre el caballo de un modo presuntuoso.

Marco acarició su barbilla.

-A decir verdad ya me topé con una gentuza similar hace unos meses. Combatí, junto a la Capitana Roberts, contra una milicia encubierta del imperio, fue a unos kilómetros al sur de Sutton.

-Ya veo, ya veo. Aunque no te va a gustar, voy a hacer una petición un poco egoísta. ¿Puedes quedarte aquí , cuidando de Tiena, mientras yo me encargo de todo?

-¿Estás segura? Son bastantes soldados del imperio y parecen experimentados

-Sin problemas

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El teniente Gordon había recibido la noche anterior una gallina mensajera desde el imperio. Rechinó los dientes tras leer la irrazonable petición de sus superiores.

"¿Quieren aumentar la cuota una vez más?"

El capitán arrugó la carta, malhumorado, pero no olvidó arrojar un pequeño saco de alpiste de alta calidad a la gallina mensajera, era una mala idea hacer enfadar a esas malditas aves infernales. Tras agarrar su recompensa, la gallina desapareció tan rápido como había aparecido.

Guía básica de Supervivencia en un Universo fantástico (de mierda)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora