Capítulo 5.

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  Capítulo 5.

  Para Crowley, aquella mañana es la más brillante en sus seis mil años existencia, en todos los sentidos cabe señalar, en especial si al despertar te reciben los cabellos rubios de cierto ángel, de su ángel, dormido apacible a su lado. Bien, la noche anterior no pasaron de besos y acariciar las alas del otro - lo cual no se queja, porque las manos de Azirafel hicieron milagros con sus plumas -, la verdadera razón por la cual acabó acostado en la cama del ángel fue porque éste lo incitó a quedarse con un aleteo de pestañas y suaves "amor" que pudieron con él.

  Crowley desea comenzar con ambos pies derechos (aún cuando sólo tiene uno), así que deja una notita pintoresca dictaminando que volverá pronto con algunas sorpresas. De modo de que compró en la floristería seis rosas blancas para su amado, una por cada milenio en donde logró apreciar esos ojos celestes, anhelar esas hebras entre sus dedos...

  Su andar es un balanceo suave de cadera, incitando a qué más de un hombre y mujer trate de visualizar su trasero; piernas largas enfundadas en un pantalón de cuero negro y reluciente, acompañadas por unas blancas botas a medio muslo de taco aguja, que es lo que resalta en su vistosa vestimenta, además de la gabardina de un tono petróleo cambiante a púrpura rojizo. Su nuevo corte de cabello deja que sus orejas puntiagudas se luzcan con los aretes dorados; gafas de sol deslizadas sobre su aguileña nariz. El brillo carmín de sus labios reluce ante el sol.

  Un niño es golpeado por su madre cuando el mismo trata de notar los pechos bajo la remera blanca de la mujer. Él sonríe gatuno, amando toda esa atención.

  Asmodeo estaba dispuesto a agradecer al demonio y ángel por igual, de no ser por la lujuria y amor sin frenos de esos dos jamás hubiera podido escapar de las cadenas que le dispuso un estúpido arcángel, es que sí, para él todo ente de alitas blancas es un imbécil mojigato, a excepción de Miguel, a ella le tiene un ojo fijado desde hace siglos atrás. Regresando al inicio, Asmodeo estaba, porque ahora viendo al apetecible ser frente suyo, duda que el ángel le agradezca haberle robado a su pareja y hecho el acto carnal con dicha, pero vamos, en su vida conoció a un demonio tan dotado de sublime magnificencia (exceptuando a su Lilith, aunque ella es más una esclava humana que cualquier título, además de esposa desde el comienzo de los tiempos, claro), sólo los insulsos de Hastur, Ligur y ese Belcebú se cruzan en su camino.

  Por lo que, con una coquetería innata le quita las rosas de las manos y le sonríe, apoyándose al lado del barandal. Los patos huyen despavoridos ante su repentina presencia.

  — Hola, cariño.

  Crowley está a segundos de exterminar a la molestia que agarró el regalo de su Azirafel, hasta que un aroma feo entremezclado a colonia de jazmín se cuela por su nariz, sumando esos característicos iris le recuerda que tiene al frente es un demonio respetado, y no quiere problemas con Infierno, ahora y nunca, no cuando está más que feliz con Azirafel.

  — A-asmodeo.

  — No, Crowley, dime Amy — susurra contra las rosas, percibiendo que el aroma ni el color son la gran maravilla.

  Al parecer la moda de cambiar de nombre está vigente aún, es lo que piensa ido, aferrándose a la bolsita de unos panecillos dulces que halló al otro lado del mundo con ayuda de un milagro demoníaco, uno muy pequeño.

  — ¿Cómo está tu ángel, cielo? No pongas esa cara, lo sé todo —  Ese "lo sé todo" sólo incluye los ámbitos sexuales y amorosos, su radio no se agranda más allá de ellos.

  Acaricia el pendiente de su oreja izquierda, y espera, y nada, Crowley parece volar lejos. Niega creyendo que es imposible.

  — Lo siento, tengo que irme, mi ángel me espera.

  Camina lejos y exponiendo un ademán de despedida sobre su cabeza dá por sentado que se acabó con esa reunión inesperada. En su Bentley saca unas rosas doradas que de seguro amará su ángel, anota en un costado unas palabras dulces y se larga lejos del parque St. James.

  Amy a lo lejos se convence que caerá, siempre caen, de lo contrario deberá tirarlo, deberá hacer que muerda el polvo.








nuestro Crowley ni se inmuta ante nuestra belleza, quien no es más ni menos que Asmodeo aka Amy

[debo aclarar, que si bien tiene un aspecto femenino y un nombre más típico en mujeres que en hombre, Asmodeo es un él ← para evitar posibles confusiones]


¿y? ¿qué tal está todo allá?

nos vemos en el próximo capítulo.


Con amor,


Cactus_03



°•. six thousand ineffable years .•° Cactus_03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora