Capítulo 4.

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  Capítulo 4.


  Crowley sostiene entre sus dedos el raro libro que atrajo su atención, notando que en su totalidad la calidad ha menguado debido al tiempo: las hojas pasaron a ser amarillentas y de un modo temeroso polvorientas, el cuero tan roído por los años ¡Siglos! de existencia. Y piensa, piensa que de ser un libro, Azirafel sería un libro que jamás le aburrirá, aún cuando los milenios sean de una silenciosa paz; Azirafel sería el único, sin copias o posibles nuevas ediciones; sus hojas jamás dejarían de ser cándidas e inocuos, tan él; la letra pueda imaginarla fina, dorada, trazos precisos o avergonzados, y las tapas serían blancas o beige, serían todo él.

  No hay razón que le orilla a elaborar cierto pensamiento, o es su adicción al bello ángel.

  Abraza fuerte el libro de modo que le arranca unas hojas y asustado lo arregla justo en el momento en que regresa el rubio haciendo que las campanillas sobre la puerta suenen; una melodía anunciante del ser celestial.

  El libro es olvidado en su sitio, Crowley se acomoda simulando desinterés, otra vez.

  — ¡Ángel! ¡Qué sorpresa tan placentera!

  Azirafel estuvo a punto de lanzar su milagro por los aires, lo que causaría que el vino se esparza por los suelos.

  — Crowley... ¿Qué haces aquí, querido? — pregunta depositando las botellas en la mesa, yendo en busca de las copas, impidiendo que explique cualquier cosa.

  Oh Dios ¡Sí, había dicho que enfrentaría al demonio apenas lo viera! pero... Pero no ahora, no cuando sólo pasaron horas de palabras de aliento, planes alternativos y posibles escenarios (mismos que no abarcan el que está ocurriendo), él calculaba unos siglos más no harían daño a nadie. Apoya las manos frente al estante donde guarda los cristales; su corazón late desembocado recordando esas expresiones descansadas del demonio, con una ceja elevada, retador. Si Dios quiere que sea valiente y enfrente a Crowley y a si mismo lo hará, sin importar que pueda pasar.

  Dios no puede ser cruel, ¿O sí? No puede lanzarlo contra brazos que no lo atraparán, ¿O sí?

  Avanza con ambas copas en sus manos, encontrándose al demonio arreglando su aspecto con ayuda de un espejo que no estaba allí; apoya una copa frente al demonio y le sirve  vino, centrándose en el líquido rojizo oscuro, evitando ser muy delicado y negándose a ver esos ojos que derriban toda voluntad. Se sienta en el sillón al frente y disgusta el licor de un sorbo.

  El único modo que se le viene a su agitada mente es el desinterés, y eso no se le dá muy bien. Por algo tiene una librería, ¿No?

  — C-crowley — Genial, debía tartamudear.

  El demonio notando que el ángel no le dice querido tiembla, causando que se disponga a saborear la segunda ronda. Algo no anda bien.

  — ¿Sí, ángel? 

  Azirafel bebe a la par, cuestionando su método cobarde.

  — Creo ¡No, afirmo! Te amo, querido — Toma un poquito más, para que el alcohol ahogue su consciencia, además para anestesiar sus sentidos en caso de haber un rechazo.

°•. six thousand ineffable years .•° Cactus_03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora