Capítulo 10.

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  Capítulo 10.


  Las personas no voltean a ver sus pasos dos veces como suele suceder, pues el aura oscura que lo rodea causa temblores a la roca más dura y grande del universo; en el Soho dobla una esquina al fin dando con el sitio, oliendo la esencia angelical en cada ladrillo de esa estructura - algo que no percibió en su primera visita, pues estaba más concentrado en ver qué tan profundo podía meter su lengua -, piensa que es un lugar acogedor cuando se adentra, acogedor y patético en realidad, y comprende que lo sea, los ángeles lo son. Las campanillas no suenan, como si lo hermoso muriera en su presencia nefasta; la adusta clientela se retira con la cabeza gacha, movidos por una fuerza inexplicable, demoníaca, sumidos en pensamientos homicidas que mueven más a los americanos para la mala suerte de Asmodeo.

  Agarra uno de los libros gruesos notando como un hombrecillo de cabellos dorados reaparece detrás de un estante, reconociendo el estilo tan formal. Él alza los dedos y un chasquido baja las persianas, la puerta se echa llave y una sonrisa macabra remarca sus labios carmines, su antigua dentadura perlada es cambiada por dientes afilados como cuchillos, de un amarillento sugerente.

  — Guardate los honoríficos, ángel, porque tú y yo entraremos en confianza ahora. Necesito confianza mutua para decir lo que quiero — La mujer se pasea hasta estar a su altura, reafirmando su grandeza cuando se inclina de a poco, atemorizado al rubio — ¿Cómo te llamas?

  El ángel percibe ese aroma, el mismo que ensuciaba la esencia de Crowley semanas atrás, esa vez potente, nauseabundo, ese mismo hedor del demonio que lo atacó, y sabe que se está burlando.

  — A-asmodeo.

  El demonio se carcajea echando hacia atrás la cabeza, tronando los huesos en el proceso.

  — No, dime Amy, Azirafel — gruñe retirando las gafas oscuras de su cara descubriendo una fachada espantosa que antes parecía ser escondida.

  Su antiguo rostro deslumbrante es una máscara sin color alguno que se acentúa en los pómulos y mandíbula; bajo los ojos las ojeras resaltan con varias grietas encarnadas, a punto de sangrar lágrimas carmines, y con cada kilo que adelgazó su altura aumentó cinco centímetros, y vaya que adelgazó en demasía. Es un esqueleto andante, apariencia que es confirmada cuando eleva una de sus manos; en las falanges, la piel se degrada hasta que huesos negruzcos se arriman en conjunto de garras extensas, sucias.

  Todo su estado deriva de a la pérdida de Lilith, pues era la humana que le brindaba parte del glamour.

  — Escúchame bien, imbécil, no lo repetiré otro día más — ronronea falso y ágil aferra su fuerza al cuello del ser frente suyo, rascando con sorna la frágil piel; Azirafel golpetea tratando de escapar de la asfixia, iniciando quejas y gritos ahogados —. Pienso cumplir ciertos sueños en un futuro, sueños que ya tienen planes en marcha en los cuales tu nombre no figura. Ni hoy ni nunca.

  Retira su palma limpiendo simulando asco, ahora emplea la izquierda para retenerlo.

  — Eso es lo primero, lo segundo es que Lilith quiso retroceder apenas te vio, en cambio yo... En cambio yo, ángel, mis deseos de despedazar parte por parte tu cuerpo superan cualquier expectativa, y regularmente no me contengo, aunque aquella vez fue una excepción — Alza el brazo imponiendo más presión en la carne, captando sádico como los pies de Azirafel rozan el suelo y la inconsciencia amenaza con aparecer —, en pocas palabras, para que alguien como tú logre entender, tengo más de nuestra primera cita que puedo ofrecerte, y no, no, no pienses en ello, Crowley no va a salvarte, ni recordarte. Tengo mis métodos sabes.

°•. six thousand ineffable years .•° Cactus_03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora