Capítulo 11.

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  Capítulo 11.


  Rocía a sus queridas plantas que no tiemblan debido al buen humor del demonio pelirrojo, un humor que se ha extendido ya varios días; silba una de Queen soñando despierto con los bellos ojos de su ángel, a quien buscará a la noche debido que sabe cómo se pone cuando irrumpe en su trabajo. No es que Azirafel desprecie su visita, sino que se desconcierta con los besos constantes de Crowley, unos que son recibidos de todos modos.  Sonríe con ojo crítico a una pequeña planta en donde una de sus hojas yace una quemadura marrón, y antes que tiemble usa uno de sus milagros demoníacos con el fin de retirar la mancha café.

  — Qué no se vuelva a repetir, o tendrás que despedirte de tus amigas — Si bien sabe que es una mentira, no deben porqué enterarse todo el mundo de su fachada falsa, de cómo cada planta que lo decepciona acaba plantada en una zona del parque St. James, una donde todas sus verdes compañeras se encuentran.

  Deja el vaporizador y se lanza a su asiento cómodo, descansando los pies sobre el escritorio frente; cierra los párpados soñando con un Azirafel siempre risueño y tentador, con sus bellos cabellos rubios que huelen deliciosos cada día, hora y minuto, un Azirafel siempre dispuesto a devolver sus besos, desde los más pecaminosos a los más dulces, de los húmedos que lo mandan a volar hasta los piquitos inocentes que enciende todos sus sentidos. En verdad Azirafel es una belleza veas por donde veas, y muchos podrían decir que es claro teniendo en cuenta que es un ángel, sin embargo hay unos cuantos ángeles nada agradables, ni de vista siquiera.

  Unas manos de dedos largos se apoyan en sus hombros, tensando cada fibra de su cuerpo. Las plantas tiemblan ante la nueva presencia de mirada hambrienta.

  — Hola, Crowley — sisea él contra la oreja del pelirrojo —, ¿Me extrañaste?

  El demonio se levanta como si el asiento quemara, detrás suyo la mujer de estatura desmesurada lo escanea de arriba a abajo, saboreándose sin decencia.

  — A-asmodeo... Esperaba no volverlo a ver.

  — Amy, Crowley, me llamo Amy — murmura él agotado de paciencia, aunque decide disimular carisma; Azirafel eliminó todo rastro de raciocinio con su sola existente — ¿Y cómo que no me esperabas? ¡Bien no importa! No es eso a lo que vengo.

  Él se arrima al pelirrojo sosteniendo entre los largos y famélicos dedos la corbata gris mal atada de Crowley; inclina un poco la cabeza olfateando extasiado al contrario, aunque su nariz se resiente, la colonia no es ni por asomo similar al del ángel, una con la que se ha obsesionado hace días atrás.

  — Crawley, querido, Lilith y Sarra me abandonaron, qué pena ¿No? — Formula un puchero engañoso con sus labios negros —. Lo bueno de ello es que ahora me puedes acompañar para siempre, sólamente tú.

  Crowley se echa atrás espantado con la insinuación del demonio, mismo que consta de un arruinado aspecto nada parecido al comienzo: Los cabellos azabaches se notan opacos, insulsos; las mejillas pálidas aplanadas contra los huesos, resaltando unos pómulos cincelados, ahuecando las cuencas de los ojos, mismos que se lucen macabros, sin vida. El cuerpo de Asmodeo se muestra gracias al vestido de lentejuelas carmines de escote pronunciado hasta el ombligo, remarcando unos senos caídos, improvistos de volumen alguno; finos breteles dorados se sostienen de unos hombros anoréxicos. Amy está más delgado y alto, como si dos metros de altura no fueran suficiente, como si comenzara a deshacerse del glamour para ser reemplazado por lo que es en realidad; aunque logró obtener uno que otro cambio, por ejemplo recuperó partes de piel desollando a unos cuantos.

°•. six thousand ineffable years .•° Cactus_03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora