IX

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Fecha: Inicios de 2001, tres meses antes de los acontecimientos de Vento Aureo.

La mujer bebía en una de las esquinas de un bar, lo único que le confortaba en esa noche solitaria era el murmullo de los hombres que pasaban de un lado a otro con sus copas y botellas.

No era muy tarde, apenas el reloj marcaría las 8 PM, podría considerarse algo temprano para beber pero la hora era lo que menos le importaba en un lugar como ese. La mayoría asistía después de una jornada de trabajo, usualmente compañeros que querían relajarse un rato. Solo era la melancólica mujer de (c/c) que disfrutaba de una botella ella sola en la barra de aquél lugar.

Desde el incidente de hace dos años nada volvió a ser igual. En primer lugar tardó en reaccionar un año entero, vivió en la habitación de un asilo en el que las enfermeras le cuidaron hasta que pudiese volver en si. En ese tiempo no era más que una muñeca sin emociones, no podía moverse, ni mucho menos hablar.

Solo despertó un día de aquél trance, completamente sola en una blanca habitación. Lo primero que hizo fué llorar, lloró todo lo que pudo, grito y pataleó tanto que tuvieron que llamar a los camilleros para inmovilizarla.

Algo dentro de ella se quebró, tenía un miedo increíble a su habilidad. Stand By Me solo le trajo pesar y desesperación, al final de cada día de trabajo que regresaba corriendo a la oscuridad de su habitación, tratando de escapar de algo que en realidad no podía dañarle.

Tenía miedo de que todo se saliera de control y tuviese que ver una y otra vez los horrores del asesinato.Siempre supo que sus acciones no eran del todo limpias, tenía la vaga idea de que la información que le daba a Passione podía dañar a otras personas, incluso causarles la muerte, todo por su propia mano pero aún así no había remordimiento alguno. Ahora era distinto, sin un control fijo podía ver la muerte frente a frente.

Siempre estuvo cerca de la muerte, pero en un solo día había aprendido a temerle. Su don había vuelto como una maldición que le perseguía en las noches.

El miedo no solo era a su Stand, también era a su propia vida. Antes podía vagar libremente por cualquier parte sin preocupaciones, ahora parecía tener problemas con salir de su hogar, a donde sea que mirase encontraba rastros de muerte que nunca dejarían de perseguirle.
Su trabajo ahora era exigente, no había día en el que no usaste a Stand By Me, era casi como si el jefe y el resto se burlase de su vida.

Necesitaba a Risotto, deseaba escuchar su voz  diciéndole que todo estaría bien. Quería estrecharse en sus brazos y no salir de ahí después de despertar aterrorizada en medio de la noche.

Pero él ya no estaba, no lo vió en un más de un año, ni a él ni a cualquier otro miembro de el escuadrón de asesinos. Seguían trabajando en Passione, de eso estaba segura, pero era como si tratase de evitarla.

El último recuerdo que tenía de su amado era borroso, en medio de la bruma de horror recordó a lo lejos una bañera llena de agua, no podía verlo pero sintió la misma seguridad que solo él podía darle. Recordó llamarlo, sintió su calidez por solo un momento antes de volver a caer a un gran abismo oscuro.

No había día en el que no pensara en Risotto Nero y en cuanto le hacía falta.

Quizá por eso recurría cada vez más recientemente al alcohol, con la cabeza en otro lado no tenía tiempo de pensar ni en la muerte ni en Risotto.

Por la puerta del bar entró una vista curiosa, una niña de gran abrigo se tambaleaba levemente, haciéndose caminó entre las mesas. Ella era muy pequeña para aquél abrigo tan grande, unos rizos rosados se acomodaban en su cabeza con delicadeza al mismo tiempo que sus ojos esmeralda recorrían de un lado a otro él bar. Ella parecía muy joven como para ir a buscar una noche de diversión en un bar de mala muerte como ese, alguien de su edad  debería estar con amigos en una discoteca, probablemente estaba perdida.

Senza Fine [Risotto x Reader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora