Nos conocimos siendo unos niños, pero desde entonces tú ya sabías quien eras y en quien te querías convertir. A mí me costó un poco más de trabajo averiguar todo eso, sin embargo, tú te mantuviste a mi lado, a pesar de todo el daño que eso te causo.
El amor siempre es difícil. Un amor como el nuestro es aún más complicado, pero lo logramos, superamos cada uno de nuestros problemas como pareja y como individuos, o eso me gustaba creer. Incluso cuando descubrí que tenías una cuenta bancaría con más ceros de los que yo alguna vez podría soñar, el desprecio de mi familia hacia lo nuestro, las ofensas que ignorábamos en el patio del colegio... Nada importaba porque nos teníamos el uno al otro.
Entonces llegó el momento de ir a la universidad y te seguí fuera de mi ciudad natal, era nuestro momento para ser solo nosotros, sin familia cerca o personas que nos conocieran, todo parecía ir bien, te tenía solo para mí y yo era solo tuyo, no conocíamos a nadie más, pero nos teníamos.
Cuando el primer día de escuela llegó, nos tomamos de la mano hasta la entrada del campus, donde nos despedimos con un beso sin importarnos nada, espere hasta perderte de vista para buscar mi aula. Si tan solo hubiera imaginado que a partir de aquel día todo sería diferente, hubiera sostenido tu mano por más tiempo, te habría dado un beso más largo, incluso te hubiera pedido que te quedaras solo por un minuto más.
Ambos conseguimos empleo, ya que no queríamos que nuestros padres (más tu padre que los míos) nos resolvieran la vida, queríamos ser independientes y absorber nuestros propios gastos. Tú siempre fuiste muy inteligente, así que obtuviste un buen trabajo en una campaña política, nada mejor que eso para empezar con tu carrera, porque siempre soñaste con cambiar el mundo. Yo obtuve algo muy común, trabajaba como mesero en un café a unas calles de la universidad, así podías visitarme durante tus descansos, o ese era el plan.
Entre el trabajo y la escuela nos quedaba poco tiempo para nosotros, pero vivíamos juntos y eso aligeraba un poco las cosas. Tratábamos de ir siempre juntos a la escuela, aunque tú siempre apresuraras el paso y te despidieras de prisa.
Tu trabajo resulto ser más absorbente de lo que creímos. Con el paso de los meses y con las elecciones tan cerca, tú y el resto de equipo debían concentrarse más; había noches en las que no te escuchaba llegar, otras en las que ni siquiera apareciste, pero no importaba, porque estabas trabajando por el futuro de tu carrera, era experiencia laboral que brillaría en tu CV*, así que lo comprendía.
Fue durante una fiesta que lo conocí. Tu compañero de trabajo, Mateo Symanski, el otro pasante del partido. Tenía ese gesto que parecía forjado en hierro y era por mucho más alto y corpulento que yo, usaba ropa fina que le ajustaba bien, en eso ustedes eran un poco parecidos. Tus ropas siempre se veían ordenadas, más cuando estabas a lado mío; yo, con mi alma de artista, no me preocupaba demasiado en cómo me vestía, pero tu sí. Nos presentaste a tu compañero y a mí, cuando mencionaste que éramos pareja él te miro, fue solo por un segundo, pero pude notar lo perturbado que estaba, en ese momento no pareció extraño, algunas personas solían tener esa reacción cuando hablábamos de nuestra relación. Entonces él hizo como si tú nunca hubieras mencionado lo último y te dijo con una sonrisa que debías acompañarlo a saludar a algunas personas importantes. Te tomo del brazo y te disculpaste conmigo por dejarme solo por lo que se suponía solo sería un momento. Por el resto de la fiesta observe como te arrastraba de aquí a allá saludando gente, llenando tu vaso, incluso acercándote bocadillos, pero no solo los observe a ustedes, observe a todos los asistentes, todos con la misma pinta que tu amigo del trabajo. La única persona que no encajaba ahí era yo.
Los días pasaron, tu compañero te visito en nuestro departamento algunas veces, se sentaban en el comedor rodeados por papeles y con un computador encendido, hablaban de estadísticas y estrategias, cosas que yo no entendía. Ustedes parecían entenderse muy bien.
Volviste a insistirme para acompañarte a otra de las fiestas del partido, y lo hice, todo fue más o menos igual. Esta vez fui un poco más presentable porque, aunque tu repitieras que no debía cambiar quien era, yo sentía la necesidad de parecer alguien mejor frente a tu nuevo circulo, quería parecer alguien digno de estar contigo. Fallé estrepitosamente cuando tu nuevo mejor amigo, que parecía no querer separarse de ti se acercó con la misma excusa de llevarte a conocer a alguien importante, pero esta vez mientras se alejaban no me miraste. Yo si los mire, ustedes parecían haber sido cortados con la misma tijera, tenían los mismos gestos de gente de alcurnia porque seguramente él al igual que tú y a diferencia de mí, había crecido en una buena familia. Él encajaba tan bien contigo, al contrario de mí.
Cuando al fin fueron las elecciones y todo el conteo había terminado, aprestaste fuerte mi mano, era momento de saber si todo por lo que habías trabajado había valido realmente la pena, y como siempre lo supe, lo había sido, lo habías logrado, todos ustedes. Vi todo como otro simple espectador, Mateo caminaba junto al nuevo gobernador, te sonrió y tu fuiste hacia ellos para felicitar a tu jefe, un apretón de manos y unas palmaditas en la espalda; entonces ese tipo te miro, compartieron un abrazo más largo de que un par de compañeros lo habrían hecho, y ni siquiera me miraste.
Aquella noche no pude dormir, te miré durante un rato, al otro lado de la cama, irradiando tanta paz como siempre lo hacías, pero ni siquiera eso logró tranquilizarme. Me sentía como un extraño en mi propia cama, en mi propia casa, como si todo esto no me perteneciera, ni siquiera tú.
Escribí muchas canciones de amor antes de conocerte, todas ellas habían salido de mi imaginación, de lo que imaginaba que sentiría al encontrar a la persona correcta. Y te encontré, o más bien tú me encontraste a mí, y supe que después de ti yo no volvería a amar a alguien; desde que descubrí que te amaba a los 16 yo había aceptado que así fuese por el resto de mi vida, y no me importaba. Ahora, tres años después de eso, seguía pensando exactamente igual, con la única diferencia que ahora, cuando te miraba, no me daban ganas de tararear nuestra canción. Mientras tu dormías tan plácidamente, mi corazón tocaba una canción triste y mi cabeza componía la primera canción de desamor de mi vida, de nuestra historia.
El corazón nunca se equivoca.
Mi corazón no lo había hecho, no se había equivocado, te amaba irrevocablemente, pero si había tenido un pequeño error de cálculo, porque había creído que nosotros seríamos infinitos, y no sería así.
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Presque tout.
Fanfiction"Porque había creído que nosotros seríamos infinitos, y no sería así. " *Los personajes no son de mi propiedad*