No pisaba la ciudad desde hace años, hacia lo posible por evitarla, pero mientras su carrera crecía también lo hacían las presentaciones, así que, llegados a este punto, evitar la capital del país era prácticamente imposible.
Había intentado dejar todo atrás, rehacer su vida en el lugar al que siempre perteneció y del que, aseguraba, sería mejor nunca haber salido. Pero las cosas ya estaban hechas y las decisiones habían sido tomadas, hace años, de hecho.
La primera vez que pisó aquellas tierras había llegado en un autobús, después de un viaje de más de seis horas seguidas, tomando la mano de aquel chico a quien su corazón había pertenecido, y tal vez seguía perteneciéndole, no estaba muy seguro; aun recordaba el incomodo mensaje de voz que había recibido del muchacho después de Navidad, después de acabar con todo. También tenía la carta, aquella carta a puño y letra, porque así era Cuauhtémoc López, medio chapado a la antigua, que había preferido escribirle una carta a enviarle un mensaje por redes sociales (ya que estos últimos los evitaba adrede), como alguien normal lo habría hecho. El punto era que, ahora se encontraba esperando su maleta en el aeropuerto de la ciudad, a lado de su manager, que hablaba por teléfono para coordinar sus próximas entrevistas. Estaría en tres programas de radio distintos promocionando su nueva gira, mucho más grande que las dos anteriores, y también le había conseguido unos minutos al aire en TV nacional, era más de lo que había esperado, nunca creyó llegar tan lejos. Tan solo. Pero ahí estaba, de regreso.
Todo era casi como lo recordaba, las calles abarrotadas y la gente caminando apresurada de un lado a otro; por la noche, todas aquellas luces y ninguna estrella en el cielo. Definitivamente la vida en la capital era un caos, y era por cosas como aquellas, que había preferido no volver después de dejarlo a él. Tampoco era como que tuviera una razón muy valida para hacerlo, no tenía amigos cercanos en la ciudad fuera de Temo y, sorpresivamente Diego, quien le llamo un par de veces luego de que acabara su relación, había sido extraño hablar con él las primeras veces, pero luego comprendió que tenían más en común de lo que imaginaba, a ambos les había roto el corazón. Era un tanto gracioso, como Diego había dicho una vez, "Cuauhtémoc es tan bueno, que ni siquiera nota cuando le está haciendo daño a alguien", Aristóteles creía eso a medias, el prefería pensar que Temo era tan extraordinario que enamoraba a todo aquel que lo conocía. Le había pasado a Diego, a él mismo, incluso a el idiota con gesto de hierro de Mateo.
"Te he escuchado en la radio ayer por la noche. Lo has hecho genial Ari, siempre lo haces genial. Bueno, esto, ya que estas por la ciudad, y si tal vez tienes algo de tiempo, sería bueno ponernos al día, hace mucho que no hablamos, y... También vi tu entrevista esta mañana, ¿recuerdas cuando nos burlábamos de esa conductora? La que hoy estaba a tu lado con el abrigo rosa, estoy seguro que querías morir de risa cuando hiso aquel ruido mientras reía. Yo me reí mientras lo veía.... Creo que me desvié del tema, entonces, si tienes tiempo, y quieres tomar algo o... algo así, con... conmigo claro, pues, no sé, llámame, mi número sigue siendo el mismo de siempre, el tuyo no, por supuesto, pero... no importa. Tal vez ni siquiera recibas este mensaje, tal vez solo estoy hablando solo en el baño de la oficina como un perdedor y nunca escuches esto porque se acumulará con los otros cientos de mensajes de fans, tal vez... solo, tal vez, tu no quieras oírme, ¿por qué lo harías? Bueno, como sea, solo, si llegas a escuchar esto, también me gustaría escucharte, no es como si no lo hiciera, digo, compré tu nuevo disco, y vi las entrevistas, pero, sabes a lo que me refiero, a que sería bueno escucharte, a ti, a mi... a mi viejo amigo, creo, si, a mi viejo amigo... Aristocles. Dios, esta nota es muy larga, entonces, Adiós y, espero escucharte pronto."
Se sorprendió a si mismo repitiendo aquella nota de voz más de dos veces, sonaba como el antiguo Temo, como el chiquillo de 15 que había llegado al edificio donde vivía. Pero no era así, no era ese Temo, quien hablaba era Cuauhtémoc López, diez años después de su primera impresión con el accidente del pastel. El Cuauhtémoc López que lucia un traje sastre azul a la medida en su foto de perfil no se parecía en nada al niño con el que había crecido. No era el mismo; él tampoco era el mismo, desde su apariencia hasta su música eran diferentes. Todo él era diferente. Todo se sentía diferente después de Temo.
Había escrito tantas canciones de amor y desconsuelo después de regresar a la casa que lo vio crecer que había llenado un cuaderno entero de versos, todos con un mismo destinatario, pero no todas habían salido a la luz. La más popular era que encabezaba su más reciente álbum. Había dejado, literalmente, todo su corazón en ella, eran las palabras que deseaba decirle... Palabras que tal vez nunca serían dichas cara a cara, porque ya no era tan valiente para eso. Porque no había respondido aquel mensaje de voz tantos años atrás, porque no había hecho tampoco una respuesta para aquella carta, porque, justo como decía la más reciente nota de voz en su perfil, lo dejaría pasar, dejaría que se acumulara con los otros cientos de mensajes que recibía. Era lo mejor, no estaba listo, a pesar de los años, no lo estaba, tal vez nunca lo estaría. Así que solo quedaba aquella canción, con todo lo que quería decir, esperando que la única persona que esperaba captara el mensaje, lo hiciera.
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Esté fue el primer extra que escribí, originalmente sería el único, pero me pareció buena idea extenderlo un poquito más.
Sobe la canción, sentí que encajaba en la situación, es algo así como la canción que probablemente Aris habría compuesto pensando en Temo.
Este es el último extra, así que este es el final de la historia, que sigue siendo abierto, lo siento si esperaban algo diferente.
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Presque tout.
Fanfiction"Porque había creído que nosotros seríamos infinitos, y no sería así. " *Los personajes no son de mi propiedad*