El moderno apartamento era inundado por el aroma del desayuno. Era inusual, ya que Symanski generalmente era un hombre con prisa, solía tomar un poco de leche con pan tostado en un día normal, pero aquel no era un día normal.
Aquel día él estaba ahí, como lo había estado la noche anterior, lo escuchaba moverse por el recibidor mientras le preguntaba acerca de las fotografías de su familia, de los cuadros que su hermana había añadido a la decoración, incluso lo escuchó tararear una canción. Y todo aquel ruido era extraño, en el buen sentido, claro; porque ahora estaban llenos algunos espacios que siempre le parecieron vacíos. Cuauhtémoc se encargaba de hacer variar sus días, con su chispeante personalidad, que podía pasar de caliente a frio si así lo quisiera.
Era fin de semana y al parecer el pequeño chico no saldría de su casa hasta el lunes por la mañana para ir a la escuela. Aquello le gustaba, le gustaba ver a Temo pasear de un lado a otro con el pijama puesto y el cabello alborotado y algo ondulado hacia las puntas, le gustaba escucharlo reír mientras estaban tumbados en el sillón viendo alguna película; incluso le gustaba contemplarlo mirar por la ventana.
Lo llamo para desayunar y espero unos minutos antes de ir a buscarlo, se había quedado cayado. De nuevo miraba fijamente su fotografía, aquella que su hermana había tomado en una de sus competencias de tenis, Mateo rodeaba con el brazo a un delgado muchacho con cabello desordenado. Él sabía en que pensaba Cuauhtémoc cada vez que se detenía en aquella fotografía. Lo sabía porque también había pasado por su cabeza una vez que había conocido al joven Córcega. Eran casi idénticos, el chico de la foto y Aristóteles, solo que su compañero de tenis tenía orbes grises y un gesto más rígido.
Lo hacía de vez en cuando, mirar la foto, preguntándose si su novio pensaba en aquel muchacho con el que compartió tantas cosas.
"El desayudo está listo"
Se giró para mirarlo y regalarle una sonrisa.
"Muero de hambre, más vale que la espera haya valido la pena Symanski" pasó a su lado depositando un rápido beso en su espalda desnuda. Lo sintió alejarse con dirección a la cocina, pero él se mantuvo ahí, mirando la foto sin realmente mirarla. Pensando en Aristóteles Córcega.
Lo hacía de vez en cuando, cuando no podía ignorar esa fotografía mientras pasaba por ahí. Pensaba en que hubiese pasado si el rizado nunca se hubiese rendido; se preguntaba si con el paso del tiempo él habría superado su enamoramiento hacia su compañero, si se habría hecho amigo del provinciano, o al menos se saludarían de manera decente. Si habría sido invitado a la boda de Cuauhtémoc López y Aristóteles Córcega, que estaba seguro se hubiera llevado a cabo si todo fuera diferente.
"¿Qué haces ahí? No puedo empezar a comer sin ti."
Su voz lo regresó a la realidad, le sonrió de manera relajada y caminó tras él.
Sí, tal vez todo habría sido distinto si aquel muchacho rizado hubiera tomado decisiones distintas tiempo atrás. Pero ahí estaban ellos, siguiendo adelante e intentando superar todo juntos. Una parte de si siempre estaría en deuda con Aristóteles, por haber tomado aquella decisión, por haber dejado que Temo avanzara, por hacerlo más libre y permitirle tomar su lugar, su tan preciado lugar. Porque Mateo no iba a negar que era complicado seguirle el paso al hombre frente a él de ver en cuando, pero siempre lo intentaba, lo intentaría hasta el día que su ahora novio se lo permitiera, y cuando Temo decidiera que no podía más, él seguiría el ejemplo de su predecesor y dejaría libre a aquel joven. Era lo menos que podía hacer.
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Presque tout.
Fanfic"Porque había creído que nosotros seríamos infinitos, y no sería así. " *Los personajes no son de mi propiedad*