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Siempre había creído en el destino y los finales felices, tal vez era un pensamiento absurdo para algunos, pero para mí funcionaba. Cuando te conocí había empezado a creer en algo más, me hacías sentir menos triste después de solo unos minutos, también me llevaste a creer en el amor a primera vista. Y no me había equivocado.

Pase de no tener a nadie que me comprendiera a tenerte conmigo. Como todo, habíamos tenido nuestros lapsos oscuros, pero lo habíamos superado. Habíamos crecido juntos y aprendido juntos, habíamos experimentado tantas "primeras veces" juntos y de tantas cosas. Incluso quienes no nos conocían sabían que no éramos el uno sin el otro.

La vida adulta nos alcanzó y fue el momento de empezar a tomar decisiones y cambiar nuestras vidas para no quedarnos atrás, y parecía que lo estábamos haciendo bien. La escuela era ruda y el trabajo desgastante, pero cada que volvía a casa y escuchaba tu voz acompañada del sonido de tu teclado, haciendo lo que más amabas, sabía que valía la pena todo el esfuerzo. Estaba trabajando para construir un mundo mejor para nosotros y nuestro futuro. Nos teníamos el uno al otro y nada más era necesario.

El trabajo en el partido era exigente y las personas que trabajaban dentro no eran tan agradables como había imaginado. Muchos de ellos estaban seguros de que yo no era más que un recomendado, un niño rico al que su padre le había comprado el puesto. Fue así como nos conocimos. No nos llevamos bien al principio, teníamos discusiones cada vez que entrabamos a la misma habitación, las cosas se fueron calmando poco a poco, entre más tiempo nos veíamos forzados a compartir por el trabajo y menos prejuicios se interponían en nuestra creciente amistad. También compartíamos clases, incluso nos mandaban a recopilar datos de las mismas zonas, a buscar a las mismas personas importantes que dieran impulso en la campaña; nos habíamos vuelto un buen equipo.

Creo que todo comenzó a cambiar el día que nos enviaron a aquel club exclusivo en busca de ese hombre dueño de una farmacéutica. Nos sentamos en la mesa continua del hombre y su acompañante y esperamos a que se le subiera un poco el alcohol a petición de mi compañero. Para perder algo de tiempo y ganar confianza habíamos jugado tenis. Como alguna vez te lo dije, uno sabe cuando una persona es guapa, y mi compañero lo era, era atractivo, con su piel clara pero su firme cuerpo, me hacia sentir tan simple y sin presencia estar a su lado. Entonces el hombre que buscamos me insultó durante el almuerzo que compartimos, dijo cosas horribles que ya había escuchado antes, y él solo se río; aguanté lo más que pude, respondí y reclamé, todo en vano.

Él, Mateo, había dicho que necesitaba tener mi propia voz, que necesitaba experiencia y forjar mi carácter. Él fue parte importante para hacerme sentir más fuerte, me dio la seguridad que necesitaba y era de las únicas personas en mi vida que no me trataba de manera delicada o especial, no le importaba ningún aspecto de mi que me hiciera diferente a pesar de saberlo todo, me trataba como otra persona más, y me gustó no recibir un trato especial y tener que defenderme con mi propia voz. Me sentía yo, no "la pareja de" o "el hijo de", a su lado solo era yo.

Cuando asistíamos a fiestas él se encargaba de presentarme con todos y si alguien llegaba reconocer mi apellido, comenzaba a hacer alarde de los buenos discursos que podía escribir y el buen manejo de estadísticas que tenía el partido gracias a mí. Nos quedábamos hasta tarde en la oficina adelantando trabajo o íbamos a su departamento a hacer algún proyecto, debí imaginar que era algo más cuando me tomo por los hombros y dijo que era demasiado tarde para volver a casa, y yo no me resistí. 

Mientras mi amistad con Mateo crecía yo sentía como que perdía algo, tal vez mi incredulidad o algo más importante. Nunca me imagine que perdería algo tan importante como lo eras tú, debí poner atención a las señales, a esa mirada de animal herido que me dabas cada vez que te dejaba solo en las fiestas de mi trabajo, la de incomodidad cuando Mateo me visitaba en nuestro apartamento, como parecías querer salir corriendo cada vez que lo veías acercarse. Él se estaba convirtiendo en alguien importante en mi vida y tu no parecías entenderlo, habíamos discutido el tema algunas ocasiones, pero junto antes de llegar al punto sin retorno, alguno de los dos retrocedía y lo postergábamos, en ese momento no sabía que era lo que tratábamos de evitar.

Supongo que lo descubriste antes que yo, porque un día simplemente habíamos dejado de discutir al respecto, cada vez que su nombre salía de mi boca, solo tenías esa mirada vacía, pero me escuchabas sin importar eso. Dejamos de esperarnos para el almuerzo e incluso para ir a la cama, dejamos de ser nosotros y yo nunca lo noté. Las cosas simplemente cambiaron, pero yo no lo quería aceptar, porque estábamos realmente bien juntos, lo habíamos estado por mucho tiempo, juntos y bien, que pensar que algo iba mal sonaba descabellado.

Aquella noche te sentí observarme por más tiempo de lo normal, llevabas días haciendo lo mismo, esperabas para asegurarte que estuviese dormido para contemplarme, incluso para darme pequeñas caricias, quiero pensar que estabas tomando fuerza, por ambos, porque alguien lo tenía que decir en voz alta, pero ninguno deseaba ser el primero, entonces tú lo hiciste y todo se volvió más real.

Cuando abrí los ojos, ya me mirabas fijamente. Nos quedamos en silencio, solo observándonos mientras acariciabas mi cabello. Presentía que esa noche pasaría, sin que yo lo notara, tu ya habías tomado una decisión. 

Era nuestro inminente final. Nosotros, que creímos poder contra todo, habíamos colapsado y ya no había retorno. 

Presque tout.Where stories live. Discover now