1. Como el mar

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Me pondré el uniforme de piel humana. 
No esperaba tanto resplandor.

*

Sus pies descalzos eran rozados por el agua salada. El atardecer se estaba ocultando tiñendo todo de colores rojos y amarillos. No escuchaba ni un ruido, solo el sonido del agua rompiendo en algunas rocas cercanas.

Por ahí cuando los humanos describían la paz y tranquilidad estaban hablando justamente de estos momentos. Momentos en donde todo se apaga por algunos minutos y solo queda disfrutar de lo que la naturaleza nos regala.

Agoney vestido totalmente de blanco se encontraba a orillas del mar, con arena entre sus pies y océano y atardecer en sus ojos.

Desde que empezó a formar parte de la Academia, siempre encontraba el tiempo para caminar hasta que sus pies sean acariciados por el mar para solo mirar el atardecer. No se cansaría nunca. Todos los atardeceres eran diferentes y eso era lo que los hacia mágicos y únicos.

-Agoney ven, tenemos que planear todo para mañana - gritó su hermana desde el interior de la casa.

-Voy – exclamó frustrado.

Hace un año había ingresado en esa Academia. Allí entrenaba todos los días durante horas para perfeccionar y manejar sus dones. Sus mentores eran sabios que habían sido alumnos en esa Academia y ahora solo se dedicaban a enseñar a las nuevas generaciones. 

Agoney en ese lugar conoció a muchos seres como él, hermanos y hermanas que se acompañaban y hacían todo más llevadero y divertido. Habían ingresado junto a él y en seguida supieron congeniar y apoyarse en cada mejoría y en cada fallo. Alfred es el hermano con el que comparte cuarto y su don principal y más fuerte es la hipnosis, con sus ojos brillantes logra que lo sigas hasta el fin del mundo. Luego estaban Miriam, la más valiente y fuerte de esa Academia. Aitana, la más pequeña del grupo. Cepeda, con el don de las palabras. Y por último Mireya, con la inteligencia que tanto la caracterizaba.

Sus trabajos eran sencillos, llevar al estrellato a personas que tenían un talento. Sus mentores llevaban posibles personas y luego, mediante una Asamblea, se elegía a los indicados o indicadas. A partir de ese momento, se trazaba un plan minuciosamente, que se tenía que cumplir punto por punto. Meses y meses de entrenamiento para lograr que esos Talentos sean conocidos por todo el mundo.

Pero todo viene con un costo y Agoney lo averiguaría con el tiempo.

Hace algunos meses, la Asamblea se reunió y convocó a todo su grupo. Y allí estaban, Agoney con sus hermanos y hermanas en frente de una gran mesa con caras serias y examinando a cada uno lentamente. Seguramente esa situación en la que se encontraban, los humanos la describirían como incomodas o tensas.

-Los convocamos a esta reunión para informarles de algo – habló finalmente Victoria, la directora de aquella Academia. Había llevado al panorama mundial a personas como Freddie Mercury. Una leyenda dentro de esas paredes.

-Estuvimos hablando arduamente y les daremos a dos de ustedes la posibilidad de trabajar para un Talento cada uno – continuó – Llevamos a cabo una votación y salieron dos nombres. Quiero que sepan la enorme responsabilidad y el voto de confianza que les fue otorgado. Queda claro que sus hermanos pueden ayudar en sus prácticas, pero no pueden intervenir en el caso. ¿Entendido?

El grupo asintió sin poder creerse que podían tener esa oportunidad al ser solamente ingresantes. Nuevos en esa Academia.

-Ahora veremos los resultados. Pero a pesar de la decisión tomada quiero que sepan que todos han hecho un gran trabajo y que en otra oportunidad se les darán Talentos a todos – una ligera sonrisa apareció en sus labios.

Los resultados fueron apareciendo en una pequeña pantalla que se encontraba en una de la paredes de aquel salón. Agoney no pudo creerse lo que decía aquel aparato, 12 miembros habían votado por él mientras que otros 15 habían votado por Miriam. Habían sido los elegidos.

Ambos se miraron y sonrieron. Dedicaron un leve asentimiento a esa gran mesa y los que la ocupaban. Ese mismo día recibieron una carpeta con todo lo planeado y lo que tenían que perfeccionar en cuanto a sus dones.

Así pasó los meses Agoney, entrenando día y noche para dar lo mejor y poder llevar a ese Talento al panorama mundial. Sus hermanos y hermanas se dedicaron a enseñarle algunas de sus técnicas para que todo sea como se esperaba. 

Alfred se encargó de que Agoney aprenda la hipnosis con solo una mirada mientras Cepeda le enseñaba como usar sus palabras de forma adecuada. De todo ellos, el moreno aprendió una pequeña parte de lo que podían hacer. Solo esperaba que luego lo pueda manipular como se esperaba. 

Por eso, algunos días, Agoney necesitaba mirar ese atardecer acompañado solo con el sonido del mar. Dejar que su mente se relaje y solo escuchar.

Era su ultima noche en esa Academia, Miriam y Agoney se encontraban en el salón principal haciendo unos últimos arreglos para que al día siguiente sea todo perfecto. Volvieron a ver los Talentos de cada uno, los dos habían sido vistos en bares de mala muerte en el centro de Barcelona y ambos se dedicaban a la música. Esto lo facilitaba todo un poco más. No sabía porque razón, pero a los humanos les encantaba la música, los volvía frágiles y vulnerables.

-Agoney ¿crees que nos va ir bien? -preguntó Miriam mientras guardaba su carpeta en una pequeña mochila que le habían dado la Asamblea, sacando a Agoney de sus pensamientos.

-No lo sé Miriam, pero creo que vieron algo en nosotros, algo que les dijo que estábamos capacitados para esto – respondió mientras él también guardaba su carpeta en su respectiva mochila – Habrá que demostrarles que no se equivocaron.

Miriam asintió y así se despidieron, cada uno dirigiéndose a su habitación. Un día largo les esperaba.

La noche calló y Agoney volvió a mirar la foto de su Talento antes de irse a dormir.

Por favor, que todo salga bien suplicó.

-Agoney, anda, vamos que llegamos tarde – decía Alfred mientras tiraba de la fina sabana que lo cubría. Agoney bufó y tomó lo necesario para que el plan salga a la perfección.

Llegaron finalmente a la orilla del mar. El sonido de las olas lo recibieron. Allí estaban sus hermanos con Victoria y Miriam a su lado. Al llegar se ganó una mirada seria de la directora, se disculpó y se colocó rápidamente al lado de Miriam.

Su hermana entrelazó sus dedos con los de él y le brindó un suave apretón de manos. Aunque en esas paredes se viera a Miriam como la más fuerte y fría, Agoney sabía que era la que más se parecía a los humanos. Siempre apoyándote y dedicándote una sonrisa cuando más se necesitaba. Pero también la más guerrera cuando la ocasión lo pedía, y eso era lo que le había visto la Asamblea.

Ambos estaban vestidos de blanco. Un pantalón suelto y una camisa un poco transparente era lo que los cubría, mientras que de su cuello colgaba una cadena con el símbolo de la Academia. El viento los golpeaba y sus fosas nasales se inundaban del olor salado propio del océano.

-Bueno, ahora que estamos todos – exclamó Victoria – daremos paso al ritual.

De esta manera, Agoney y Miriam tomados de la mano se acercaron al océano hasta que el agua les llegó hasta las rodillas. Victoria avanzó hasta quedar en frente de ellos susurrándole algunas palabras en latín mientras tocaba la frente de Miriam haciendo que esta caiga al agua de espaldas. Y en un abrir y cerrar de ojos había desaparecido.

Llegó su turno, les dedicó una sonrisa a sus hermanos que se encontraban en la orilla y sintió la ligera presión del dedo de Victoria en su frente.

Después todo negro.  

Visibles | ragoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora