6. Nuevas oportunidades

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Agoney le había recomendado al catalán que siga por un fin de semana más cantando en aquel bar perdido de Barcelona para que él tenga más tiempo de conseguir un mejor lugar.

Raoul había aceptado.

Era Sábado, su ultimo día haciendo su mini show para borrachos y gente que en realidad no valoraba su voz.

Su jefe se había enojado cuando el rubio le dijo que a partir de la semana que viene no iba a seguir más, que renunciaba. Aquel hombre robusto y con aliento a alcohol, le había dicho que no iba a conseguir nunca un mejor lugar que ese. "No tienes tan buena voz chico. No creo que allí afuera alguien te quiera" le había escupido en la cara.

Se tragó las palabras y el nudo en la garganta que se empezaba a formar y salió de allí dando un portazo.

Cantó como nunca había cantado y bailado en ese escenario. Descargando toda su ira y bronca. Expresando todo a través de la música, como él mas sabia.

Al bajar del escenario ni siquiera fue a su camarín. Saludó y se despidió de algunos compañeros y se marchó por aquella puerta como tantas veces lo había imaginado.

Raoul había empezado en el camino de la música desde muy pequeño. Desde que tenía memoria, el catalán se ponía algunos discos de su madre y cantaba por toda la casa mientras ella lo reprendía por alterar a su hermano.

Lo que al principio empezó como un juego, con el paso del tiempo terminó convirtiéndose en una pasión. Raoul era el primero en levantar la mano cuando la profesora preguntaba quien quería participar en los actos escolares cantando alguna canción.
Empezó a subirse a los escenarios con apenas 7 años.

Allí arriba sentía que volaba, que estaba en el cielo siendo él un pájaro libre.

Con 10 años le pidió por favor a sus padres que lo apuntaran a clases de canto. Ellos, resignados por tanta insistencia, acabaron aceptando. Nunca se olvidaría de la felicidad que le recorrió el cuerpo cuando puso un pie en ese instituto. No importaba si llovía o si estaba soleado, el catalán estaba siempre en la puerta de esa academia.

Los años pasaron y el camino de la música empezó a ponerle piedras en el camino. Se cruzó con gente que le decía que no iba a tener un futuro si seguía por ese camino y hasta le recomendaban que empiece a estudiar algo para tener un futuro. Como si estudiar música no fuera algo importante.

Para los ojos de los demás ir al instituto todos los días para perfeccionar su técnica no era lo mismo que estudiar algo "decente", como decían ellos.

Su sueño de ser cantante se había desmoronado de a poco. Si bien seguía asistiendo a clases, no insistía en encontrar trabajo por su música. Sus padres le aconsejaron que se presente a una entrevista laboral y así lo hizo, aunque le costó peleas, muchas peleas con sus padres y su hermano. Trabajaba allí desde hace algunos meses, y los fines de semana, por la noche, se metía en aquel bar escondido para sentirse vivo arriba de un escenario. Aunque lo odiara, al fin y al cabo, era lo único que lo mantenía vivo.

Muchas veces había soñado que una persona se acercara a él y le diga que tenía una voz increíble. Soñaba con el día en el que una discográfica lo llamase, pero con el pasar de los años ese sueño se volvía más inalcanzable.

Creía mucho en esa frase de que, si lo sueñas mucho al final se cumple, pero él venia soñando hace años y todavía no veía luz al final de ese túnel.

Todo cambio cuando un chico de ojos oscuros lo vió una noche y le dijo que le encantaba su voz, que quería trabajar con él.

Raoul pensó que eran alucinaciones suyas. Lo que había soñado hace años por fin se hacía realidad. Solo esperaba que no se termine antes de lo que pensaba.

Visibles | ragoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora