12. Danzando sobre las cuerdas

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"Será por eso que hoy estamos aquí 
no hay nadie más que vos y yo."

*


Raoul de pronto sintió que volvía a respirar luego de estar mucho tiempo bajo el agua. Volver a tener al moreno delante de él lo alivió. Y cuando escucho el "lo siento" tan susurrado de Agoney pensó echarse a llorar en ese mismo momento.

- No pasa nada Micky – aclara cuando el moreno ya esta dentro de su piso – la próxima avisa.

Ve la sonrisa de paletas separadas que ilumina mas que el propio Sol. Las ojeras ya no eran visibles y volvía a tener el brillo característico que no le vio esa noche bajo las estrellas.

- ¿Pasó algo? – fue imposible no preguntarlo.

- Sólo necesitaba un poco de aire y relajarme – el contrario sigue de pie en su salón mirando por el gran ventanal.

- Ya.

Se acerca a su lado y ve aquellas vistas con él. El silencio cómodo los vuelve a envolver y reencontrar.

- ¿Quieres algo de tomar? - pregunta rompiendo esa calidez.

- Chocolate caliente estaría bien – Agoney gira su rostro para mirarlo y dedicarle una sonrisa con los ojos brillantes.

- Tienes 3 añitos – las palabras le salieron por sí solas.

- 5 añitos Raoul - corrige – un poco más de respeto ¿no?

Las risas se vuelven la base instrumental de ese ambiente.

Asiente y camina hasta la cocina. No lo iba a afirmar, pero él también prefería un buen chocolate caliente antes que una taza de café.

Ve por el rabillo del ojo como el canario echa un vistazo a los libros que tiene en su mueble y a la guitarra que estaba un poco olvidada en un rincón de ese salón.

A los pocos minutos, se acerca a su lado con las dos tazas en la mano y las coloca con suavidad en la mesa delante del sofá. El olor a chocolate inunda su piso y las fosas nasales de ambos. 

Se sienta en el sofá delante del ventanal e invita al contrario a hacer lo mismo. Con el cuerpo del canario a su lado, agarra la taza y sus manos agradecen la calidez. El líquido caliente abraza su boca y recorre la garganta del rubio haciendo que sonriera. El chocolate simplemente le hacía feliz.

- ¿Tocas la guitarra? – la voz del canario lo saca de sus pensamientos.

- Si – asiente alejando la taza de sus labios – antes solía tocarla más.

Sonríe con nostalgia. Agoney, que estaba atento a cada gesto del catalán, lo percibe.

- ¿Y por qué ahora no? – el moreno se lleva la taza a sus labios.

Se encoge de hombros.

- El tiempo – confiesa – Ya no compongo como antes.

- ¿Compones?

Sonríe al ver la expresión de sorpresa en el rostro contrario.

Visibles | ragoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora