16. Tengo que hablar contigo

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"Hay algo en el aire, un detalle infinito y quiero que dure para siempre."

*

El sol se reposo en su rostro haciendo que inevitablemente abriera los ojos. Lo primero que vio por el rabillo del ojo, fueron los rizos de un Agoney durmiendo a su lado. Giró su cabeza y se fijó en cada detalle y facción del contrario.

La luz propia de la mañana entraba por la ventana resaltando su piel. Raoul miró ese lunar y las infinitas pestañas que dormían sobre el comienzo de su pómulo, mientras que su barba era rozada por los rayos matutinos. Sonrió al sentir el perfume característico del canario y cómo hacía pequeños ruidos inconscientes.

Suspiró y se levantó al darse cuenta de lo ridículo que era todo eso. Al final del día, Agoney era sólo su representante, al que conocía hace pocos meses.

Llenó de aire sus pulmones y miró por última vez el cuerpo dormido del moreno. Ese cuerpo que apretaba débilmente una almohada mientras sonreía entre sueños.

Con un último impulso, abrió la puerta para salir de esa habitación y dirigirse a su sofá. Necesitaba plasmar todo de la mejor forma que podía hacerlo. Con lápiz sobre una libreta y acordes sonando en el aire.

- - - - -

Abrió los ojos sintiendo un martilleo constante en su cabeza. De repente los ruidos provenientes de la ciudad resonaron y pelearon en su mente. Sintió la boca seca y una necesidad incontrolable de beber agua.

¿Acaso esto era un castigo de la Academia?

Nunca había sentido su cuerpo pesar tanto. Se fijó a su alrededor dándose cuenta que esa no es su cama ni su habitación. Pero un olor particular y familiar se hizo notar por todo ese espacio.

Giró la cabeza fijándose en la mesita a su lado en donde reposaba un vaso de agua con una pastilla blanca al lado. Miró con desconfianza cada recoveco de esas cuatro paredes que lo encerraban.

Se levantó de esa cama, pero su cabeza volvió a martillar produciéndole un dolor inexplicable. Se sorprendió al escuchar la puerta abrirse viendo una sombra entrar a ese cuarto. Giró su cuerpo y entonces lo vio.

Raoul entró con una sonrisa genuina en los labios y una taza entre las manos.

Sonrió por inercia.

- Buenos días – dijo mientras dejaba la taza en un escritorio a un lado de la habitación.

- ¿Qué pasó ayer? - preguntó, temeroso.

- El alcohol, eso fue lo que pasó.

El rubio rió negando con la cabeza.

- Nunca me había sentido así.

- Te traje un buen chocolate caliente – señaló la taza – y tomate esa pastilla para que se te pase un poco la resaca Agoney.

Ah, así que para eso era la pastilla.

- Gracias – exclamó acercándose a la mesita para tomar lo indicado por su Talento.

La taza, a un lado, le pidió ser atendida, por lo que no tardó ni un minuto en tenerla entre las manos y absorber ese líquido caliente. Ese chocolate que recupera y abraza. Vio, por el rabillo del ojo, como Raoul se dirigió a su armario sacando un par de prendas, poniéndolas luego, en la cama.

- Te dejo ropa para que te cambies – sugirió acercándose a la puerta para salir de esa habitación – si quieres puedes ducharte.

- Se supone que yo tendría que cuidar de ti – inclinó la cabeza – soy tu representante.

Visibles | ragoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora