capitulo 11

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LeeTeuk no contestó a sus mensajes ni respondió a sus llamadas durante los siguientes días. (TN) comenzó enviándole un mensaje la tarde siguiente a su discusión en la que le decía que tenían que hablar. Esa noche, cuando vio que él había leído su mensaje pero no había contestado, volvió a insistir. Cuando a la mañana siguiente vio que él seguía sin responderle, le mandó un nuevo mensaje.
Por la tarde, tras no recibir respuesta, lo llamó, pero el tono sonó hasta siete veces y después se cortó.


(TN) suspiró. Su comportamiento durante esos dos días había sido cíclico: primero se decía que no debía llamarle, que él había reconocido que le había mentido y que su relación debía acabar allí; después llegaba un momento de rabia en el que se sentía furiosa porque él no hubiera intentado ponerse en contacto con ella, él lo había jodido todo, él tenía que solucionarlo; tras eso sentía lastima por él, pues le había dicho que la quería, que llevaba años enamorado de ella, y ella no había respondido nada; una vez pasaba esa fase, lo llamaba y, al no recibir respuesta, se cabreaba y volvía a empezar por el paso uno.

Al tercer día, poco antes de mediodía, tras haber probado a llamarle un par de veces más, fue
hasta el restaurante Firol, donde sabía que LeeTeuk se encontraría a aquellas horas. Su corazón dio un vuelco cuando lo vio, arreglando unas mesas al fondo del local. Se dirigió hasta allí, nerviosa, más todavía cuando él alzó la cabeza, la vio, y volvió a agacharla como si ni tan siquiera la hubiera reconocido.

Se plantó a pocos metros de él y tras unos segundos de silencio, dijo:

—Hola.
—¿Qué quieres, (TN)? —interrogó él con la vista fija en la mesa, donde iba colocando cubiertos y servilletas en su correcto orden, preparándolas para la hora de la comida.
—Te he estado dejando mensajes.
—¿Y yo te he respondido?
—No.
—Pues eso.

(TN) se aclaró la garganta, incómoda. Miró hacia atrás, donde vio al que debía ser el padre de
LeeTeuk mirándolos con disimulo.

—Me gustaría hablar contigo, LeeTeuk.
—Creo que no tenemos nada de qué hablar.
—Pues yo creo que sí. La otra noche me dijiste que...
—¿Has venido a reírte de mí? ¿A meter el dedo en la llaga?
—¿Qué? No, claro que no. ¿Por qué piensas eso?

Él alzó la cabeza y, finalmente, la miró.

—Le dije a una mujer que no cree en el amor que llevo enamorado de ella desde el instituto. Se rió de mí.
—No me reí de ti —se apresuró a corregir (TN).
—No, pero te reíste de mí antes, ¿no? Le he estado dando muchas vueltas a todo lo que ocurrió la otra noche y si Susana te contó lo que yo sentía, hiciste que te llevara a la discoteca solo para reírte de mí.
—No, no para reírme de ti. Fue una prueba.
—¡Oh! Una prueba, entonces mucho mejor.
—No lo entiendes. Yo... necesitaba saber lo que sentías de verdad y si te lo hubiera preguntado, no me habrías contestado con sinceridad. Habrías hecho como siempre, tirar la piedra y esconder la mano.

LeeTeuk suspiró y pasó a otra mesa para distribuir la cubertería. (TN) no se movió de su sitio, no sabiendo si sus últimas palabras le habrían molestado.

—Por favor, LeeTeuk, quedemos para hablar.
—¿Pero es qué tenemos algo de qué hablar, (TN)? —insistió él.
—Sí, de muchas cosas. Nos vemos esta noche, ¿vale?, en el mirador al que fuimos juntos. A las 12 te espero allí.
—¿Cómo vas a subir?
—Tú no te preocupes por eso, simplemente ve, ¿de acuerdo?
—¿Y si no lo hago?
—Me quedaré esperándote durante horas en medio de la nada

follamigos  Leeteuk y tnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora