CAPITULO I

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Capítulo 1. Pesadillas.

2 años antes...

Todo está saliendo de acuerdo el plan y eso me tranquiliza un poco. Las cosas no han salido muy bien estos días, pero, espero que hoy sea diferente. Sujeto con fuerza el volante y miro a Marcos en el asiento trasero a través del espejo retrovisor.

— ¿Qué harás al llegar a la playa? —pregunto nerviosa. En verdad quiero que disfrute este día, quiero parecer una hermana normal sin tantas complicaciones.

— ¡Quiero ir a nadar con los delfines, Matías dijo que eran muy amigables y juguetones! —contesto refiriéndose a su amigo del preescolar. — ¿Podrías conducir más rápido? Ya quiero llegar.

—Solo unos minutos más —suspiro y acelero un poco. —Marquitos, ¿Sabes que te quiero mucho, ¿verdad? —le miro en el espejo.

—Sí, yo también te quiero Regina. Te quiero mucho.

—¿Y sabes que siempre vamos a estar juntos, ¿verdad? Que nunca nos separaremos —insisto.

—Sí, lo sé. Jamás nos vamos a separar porque somos hermanos y los hermanos siempre están juntos –contesta sonriendo de nuevo.

—Exacto, por eso tu y yo vamos a celebrar tus cumpleaños juntos y te vas a divertir muuuuuucho —volteo a verlo sentado tan quieto y ordenado; y me siento llena de felicidad por él, por nosotros. Somos los hermanos perfectos y eso me reconforta mucho.

Vuelvo la vista a la carretera, pero en seguida me arrepiento: un auto se acerca demasiado rápido que no reacciono. Mis manos se han quedado pegadas al volante y no se mueven en ninguna dirección para evitar el impacto.

Trato de voltear de nuevo hacia atrás para tranquilizar a Marcos, pero ya no puedo. El ruido se esparce demasiado rápido al igual que el dolor. Cierro los ojos esperando que todo acabe rápido mientras que todo gira y se agita bruscamente en el aire. Pienso en Marcos, le prometí que siempre estaríamos juntos; debo cumplir esa promesa.

Quiero dejar de escuchar el sonido infernal del metal al chocar con algo, de pronto, solo silencio y penumbra.

El silencio invade mis oídos y eso es lo que más me alarma, no hay sonido. Vuelvo la vista al asiento trasero convencida de que esto terminará de la peor manera posible, cuando lo veo, lo confirmo.

Ahí está él, inconsciente y sangrando tan rápido que ya no sé si es mi imaginación o si en realidad está pasando. Tengo que salir de aquí, tengo que hacer algo, tengo que salvar a mi ángel que está por regresar al cielo, tengo que...

Me despierto con el cuerpo sudoroso, la boca seca y el pulso tan acelerado al que me he adaptado durante los últimos dos años.

Estiro el brazo hacia la mesita de noche y apago la alarma que marcan las 6:30 am. Gruño. Sigue siendo demasiado temprano para mí. Lo último que recuerdo de la noche anterior es que Matt me trajo a mi apartamento después de la fiesta en casa de esa chica que apenas conozco. Le dije que no quería ir, y aquí estoy lamentando haberle hecho caso al final.

Sabía que tenía la entrevista en la librería hoy y aun así decidí ir a una fiesta donde todos tomaban alcohol y obviamente muchos de ellos llevaban consigo drogas. Lo que más me cansa es solo haber ido a perder el tiempo cuando pude haber dormido más horas.  Matt sabe que no bebo y aún así estaba decidido en llevarme, insiste en conseguirme un chico, y aquí estoy, sin chico y haciendo un esfuerzo gigante para poder levantarme de la cama.

Intento abrir los ojos, pero en seguida me arrepiento, me arden demasiado y además los tengo hinchados; mi día no pudo haber comenzado peor. Cuento hasta tres para poder prepararme mentalmente y levantarme de una maldita vez: Uno... Dos... Tres... ¡Ahora! Salto de la cama al fin... Lo cual no parece haber sido una buena idea: el dolor de cabeza se hace presente, se me nubla la vista, me duelen los brazos y las piernas y tengo que sostenerme de la mesita de noche para seguir de pie.

Huyendo de mi oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora