CAPITULO VII

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Lo miro incrédula, ¿acaso estaba esperándome?

-¿Qué quieres? -pregunto con una mirada severa en mi rostro. Ni siquiera sé porque estoy tan enojada.

-Se está haciendo tarde -contesta mientras se recarga sobre el asiento.

-Sí, ya me iba -dije. Tengo que salir de aquí. Ahora.

Comienzo de nuevo a caminar con el mismo ritmo que antes. Pero al ver que me sigue en su auto, comienzo a caminar aún más deprisa y respirando aceleradamente. Solo quiero irme.

-¡Regina! ¡Detente!

Comienzo a detenerme poco a poco. Al parecer, no fue una buena idea tratar de escapar; mi respiración está alterada. Coloco mis manos en ambas rodillas para así recuperar el aliento.

Él me alcanza y se detiene a mi lado. Baja del auto y camina en mi dirección.

-¿Estás bien?

Respiro hondo tratando de calmarme y recuperar el habla.

-Sí, solo... Necesito aire.

Los doctores dijeron que podría presentar algunos problemas de ansiedad o agitación después del accidente en cualquier momento. Y éste es uno de ellos.

-Vamos. Te llevare a casa -dice preocupado. Coloca su brazo sobre mi hombro y me tenso. No sé porque está haciendo esto, pero lo voy a averiguar. Nadie brinda amabilidad y protección sin esperar algo a cambio.

Me incorporo al instante y me alejo de él, mirándolo con desconfianza.

-Puedo regresar a casa sola. Tengo dos piernas para caminar a la perfección -escupo. Sé que estoy siendo muy grosera, pero ni siquiera lo conozco lo suficiente como para subir a su auto. El hecho de que haya estado en su habitación no significa que pueda irme con él.

-Regina, por favor. Sólo trato de ayudarte. No tienes razones para desconfiar de mí -sisea molesto-. Solo quiero asegurarme de que llegues con bien a tu hogar.

Mi mente grita que no me fíe de alguien como él. Y es que, ni siquiera sé si le caigo bien, no lo sé... Y en realidad, ignorando todas las razones que tenía para rechazarlo, debía llegar a casa. La lluvia no estaba ayudando en nada, y ambos estábamos mojándonos sin razón así que, tuve que caminar a su auto de mala gana. Trató de abrirme la puerta, pero me adelanté haciéndolo yo primero.

Aun así, me acomoda el cinturón y rodea el auto para subir.

-Tengo una pregunta -comienzo cuando enciende el auto.

-Adelante.

-¿Qué estabas haciendo ahí parado en la esquina? -cuestiono. La curiosidad me invade esperando su respuesta.

Lo piensa un poco y se mantiene en silencio mientras arranca. Parece escoger la mejor excusa para engañarme, fija su vista en la carretera. Frunce un poco el ceño, dubitativo hasta que al final responde:

-Solo paseaba por ahí -y una pequeña sonrisa se marca sobre sus finos labios.

-No estoy para estupideces -reitero.

-¿Acaso insinúas que te estaba siguiendo? -pregunto finalmente con el ceño fruncido.

-Te diría que estoy agradecida de que me estés llevando a casa y todo eso -empecé a decir-. Pero no te voy a mentir -terminé.

-Sí, yo tampoco lo hago -dijo-. Por eso te digo que es una verdadera tortura tener que soportarte -y un semblante de fastidio fingido acompañaba sus palabras.

Bueno, al menos había sido sincero. Pero sé que sólo bromeaba; o eso esperaba. Una pequeña carcajada, casi inexistente, amenazaba con salir de mi boca. Traté de evitarlo, pero no lo logré y, en un intento de disimular terminé tosiendo de repente como si tuviera un ataque, literalmente.

Huyendo de mi oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora