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Sombras. Un apartamento vacío en New York. La hermosa vista de la ciudad iluminada más allá del ventanal panorámico.

—Y bien ¿cuál era la sorpresa que me tenías preparada? Porque no creo que sea solo el venir hasta aquí ¿o sí?

Él se le acercó despacio, pasó un brazo por su cintura y la presionó contra su cuerpo.

Raven comenzó a sonreír. Le encantaba la transición del mercenario despiadado en público al hombre cariñoso en privado, solo para ella; sin embargo su sonrisa se desvaneció cuando vio reflejado en la ventana el brillo del cuchillo de caza.

—No es nada personal, pequeño cuervo… —el susurro le heló la sangre, petrificándola.

Ni siquiera luchó, ¿cuál hubiera sido el propósito?

Mantuvo la palabra que le había dado hacía tanto tiempo. Una promesa hecha a broma que ahora se cumplía.

El filo le rozó el cuello, abriendo un surco en su piel, desatando una marea roja. Se le escapó una lágrima y las piernas dejaron de sostenerla.

Tumbada en el suelo, con la sangre creando un charco a su alrededor, empapando su vestido nuevo, el mismo que le regalara esa noche. Lo vio allí de pie, frente a ella, la navaja en su mano aún goteaba. Slade murmuró algo, pero solo pudo retener las últimas palabras mientras su conciencia se desvanecía y la Bestia en su interior comenzaba a romper las cadenas que lo ataban, emergiendo en su lugar…

“pequeño cuervo”

Después él se marchó, abandonándola.

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La claridad del amanecer se colaba entre los pliegues de la cortina, atravesando sus párpados como aguijones; Raven se removió entre las mantas, en un esfuerzo por apartar la luz y sus pesadillas. Se cubrió la cara con la almohada y el olor que tan bien recordaba de otras noches durmiendo sobre el pecho del mercenario la obligó a abrir los ojos de golpe.

Recorrió la estancia de un vistazo. No necesitaba siquiera mirar en el armario para saber a quién pertenecía aquella habitación: Deathstroke.

Junto a la cama había una silla y la seguridad de que había estado toda la noche ahí, observándola dormir, la obligó a apretar los puños.

"¿Estabas vigilando que tu pequeña oveja no se escapara de nuevo antes de que pudieras esquilarla, tuerto?", pensó con amargura.

Se puso en pie y dejó escapar una maldición entre dientes. Solamente iba vestida con la ropa interior “pervertido hijo de…”. Aunque el collar paralizante seguía en su sitio.

—Ahora recuerdo por qué me duele tanto el cuello. Maldito Slade.

Llamaron con delicadeza a la puerta. Corrió de vuelta a la cama y se enredó en las mantas.

Bastaba con la vergüenza de haber ido hasta allí con un firme propósito y haber terminado desnudada por su enemigo. Si quería seguir viendo chicas semidesnudas, Wilson iba a tener que contratar televisión por cable y un canal porno.

—Adelante —le costaba disimular la furia en su voz.

Un rostro amigable y conocido se asomó a la puerta: el Mayor Billy Wintergreen, el mejor amigo, consejero personal y hombre para todo de Deathstroke. La chica le obsequió una enorme sonrisa, de verdad se alegraba de verlo.

—¿Cómo has despertado, Revi? —volvía a emplear ese diminutivo cariñoso de los viejos tiempos. La sensación de dejavu fue casi cruel.

—Hey, Bill. Verdaderamente estaría mejor si tu amigo hubiese tenido la decencia de dejarme la ropa puesta.

Wintergreen sonrió mientras entraba. En una mano llevaba una bandeja con el desayuno, en la otra una muda de ropa limpia.

—Slade quería que estuvieras cómoda —al instante de mencionar el nombre de su compañero pareció arrepentirse. Le dedicó un gesto de disculpa que ella prefirió ignorar.

—¿Desde cuándo el mejor asesino del mundo pone cómodos a sus prisioneros?

El hombre se sorprendió.

—No eres una prisionera, Revi, eres…

—Alguien que ha venido buscando venganza —lo cortó— Así que preferiría acabar de una vez con el juego del poli bueno y el poli malo. Dile a Wilson que si me quiere muerta venga en persona a hacer su trabajo sucio —no quería descargar su ira contra el Mayor, pero le costaba contenerse— Dile que venga a terminar lo que empezó hace cinco años.

—¿Por qué no salgo unos segundos para que puedas vestirte y luego te quito esa maldita porquería del cuello? —se ofreció Billy— Tengo un par de cosas que decirte.

Seguía molesta, pero comprendió que estaba dirigiendo su enfado contra la persona errónea. Wintergreen siempre había sido amable con ella, como un padre, no merecía llevarse los palos. Asintió.

Un rato después, Raven, sentada en el alféizar de la ventana daba cuenta de la comida. Su antiguo amigo estaba sentado en la silla que antes ocupara Slade.

—¿Qué ocurrió con el viejo rancho? —preguntó entre bocados.

—Unos contrabandistas que tenían problemas con… él, lo volaron hace unos años. Más de lo mismo en este mundillo.

—¿Sabes que puedes decir su nombre, verdad? No es como si estuvieras invocando a un demonio al hacerlo —se limpió con una de las servilletas—Delicioso, como lo recordaba. Ahora ¿de qué querías hablarme, Bill?

Wintergreen suspiró y apoyó los codos en las rodillas.

—Slade me ha prohibido contarte la verdad, al menos hasta que termine lo que ha planeado, con lo cual debo añadir tampoco estoy de acuerdo. Lo que sí puedo asegurarte, Revi, es que le has juzgado mal todo este tiempo.

A la chica se le escapó una carcajada irónica. Se puso en pie, mostrándole la cicatriz gigantesca que le recorría la garganta.

—Creo que tengo pruebas que demuestran lo contrario, Bill. Esto no me lo hice sola.

—Lo sé, lo sé. Eso fue un inmenso error que le perseguirá por el resto de su vida, créeme. No va disculparse, Revi, sabes que su estúpido orgullo no le deja, pero te doy mi palabra, que lo he visto arrepentirse por esa noche durante años…

Billy se alisó el blanco cabello con una mano trémula antes de proseguir.

—¡Dios santo, Revi! Tú sabes que era capaz de hacer cualquier cosa por ti y eso ya dice mucho de sus sentimientos viniendo de un tipo como Slade Wilson.

—Entonces ¿por qué, Wintergreen? ¿Por qué? —se restregó con brusquedad los ojos, en un esfuerzo por esconder las lágrimas que los empañaban.

Su amigo suspiró nuevamente e hizo un gesto negativo.

—Yo no soy quién —miró el reloj en su muñeca, encaminándose a la puerta— Vamos, Revi, ahora tendrás tiempo de preguntárselo tú misma.


♤ WAR IS THE WAY: 'El Cuervo y El Hombre sin Alma' Donde viven las historias. Descúbrelo ahora