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Después de algunas llamadas y un par de horas de espera, el Quinjet conocido entre los mercs como Jesse descendía frente al rancho. Rex Reed bajó de un salto; se tambaleó, recuperó el equilibrio, dio una mirada alrededor y dejó escapar un silbido.

—¡Vaya choza tiene tu hombre! —saludó. Raven estaba sentada en las escaleras del porche— Pensé que demorarías más con… ya sabes, tu problemilla —se pasó el pulgar por el cuello en la característica seña de degüello, mostrando la lengua.

Ella comenzó a reír.

—¿Estás borracho, Rex? —Se llevó una mano al pecho y asintió, culpable. Rave rió con más ganas— Y mi... problemilla, se resolvió de otro modo —informó.

Slade y Wintergreen salieron en ese instante. La chica hizo las presentaciones, ganándose un guiño cómplice del piloto. “Ya entiendo cuál fue esa otra forma, nena”, decía aquella seña.

Raven tomó la mochila que estaba sobre la mesa, la que contenía los lingotes de oro y que Bill había recuperado de donde la dejara. Se la lanzó.

—Tu pago por adelantado —explicó— Este no será un viaje de placer, así que te lo mereces por las molestias. He abusado bastante de ti y tu generosidad.

—Ya quisieras haber abusado de mí, Crow —bromeó el irlandés.

El mercenario lo miró de reojo, su expresión era tensa. Demostraba claramente los deseos que tenía de pegarle un balazo al piloto.

Apartó a la chica hasta una esquina, interrogándola con la vista. Ella rodó los ojos e hizo un gesto negativo.

—¿Cuál fue siempre nuestra primera regla, hombre de ira?

—Sin críticas ni comentarios —respondió, obediente y le rozó una mejilla.

Rave le devolvió la caricia antes de marcharse por sus cosas. Según les informara Constantine, no iban sobrados de tiempo precisamente.

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Llegar al pub que había mencionado el hechicero requirió de un corto paseo por la periferia de la ciudad. Habían decidido encargarse ellos tres de la búsqueda y dejar a Bill en el jet a la espera de nueva información.

Una fina llovizna y las protestas de Rex por el clima los estuvieron acompañando durante todo el camino; afortunadamente el *Osyth* era el único pub de la zona y fue sencillo encontrarlo.

Abarcaba media manzana; en la fachada tenía un cartel desvencijado donde indicaba el nombre: una espada atravesaba la O y de fondo podía distinguirse parte del escudo de los Caballeros Templarios.

Entraron. La música proveniente de unos viejos altavoces le arrancó una sonrisa a Raven.

—¿Paranoid de Black Sabbath? Al menos tienen buen gusto —murmuró.

Se dirigían a la barra cuando una figura imponente les cortó el paso. Llevaba un sobretodo negro y un chaleco con la carabela blanca. Él y Slade se observaron durante algunos segundos que parecieron eternos.

La canción había terminado y a su alrededor reinaba el silencio expectante que antecede a una pelea. Finalmente el hombre se decidió a hablar mientras señalaba al mercenario.

♤ WAR IS THE WAY: 'El Cuervo y El Hombre sin Alma' Donde viven las historias. Descúbrelo ahora