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El guía la dejó a unos 300 metros de su destino. Estaba bastante segura que escondidas entre los pocos árboles y arbustos debía haber cámaras de seguridad. Slade Wilson no era hombre de dejar las cosas al azar y supuso que su presencia era esperada desde hacía tiempo.

Cumplió su palabra, entregándole otra bolsa con una nueva barra de oro al aldeano. Después de verlo perderse en la distancia, escondió la mochila lo mejor que pudo en unos matorrales. No tenía grandes esperanzas de regresar a por ella; había ido hasta allí con una única idea en mente y suponía que el mercenario no la dejaría marchar con vida si salía vencedor.

Raven se acercó con sigilo al rancho, al verlo más de cerca los recuerdos se desbordaron en su mente como una inundación. Se congeló en el sitio mientras las imágenes cruzaban frente a sus ojos, empañándolos.

**

Entre contratos solían irse a cualquier sitio: una isla, una playa, alguna ciudad llena de casinos y vida nocturna. Aunque él siempre prefirió su hacienda en medio de la pradera africana, donde podía cazar y recordar su tiempo en el ejército junto a Wintergreen.

A ella le daba igual, se había acostumbrado a seguirle por el mundo, en cualquier sitio era libre, sin embargo reconocía que había empezado a amar los amaneceres en ese lado del orbe. Tan llenos de vida, tan brillantes.

Esa mañana estaba en la cocina intentando preparar panqueques, cuando sintió su mirada recorriéndola, se dio vuelta y ahí estaba Slade. Recostado en el umbral, sin camisa, con el pelo blanco revuelto y una expresión que solo reservaba para ella. A Rave se le cayó la sartén y el contenido se desparramó por el suelo.

—¡Diablos! ¿Estás jugando al fantasma de las navidades pasadas o qué? Me asustaste —se esforzó por parecer molesta— ¿Por qué me miras así?

—Tú sabes porqué, pequeño cuervo. Me debes algo esta mañana.

Raven rodó los ojos.

—¡Apache, ven aquí chico!

Un enorme pastor alemán corrió alegre desde la sala. Una cicatriz le surcaba por encima del ojo derecho.

Se detuvo en la entrada para que su amo le rascara tras las orejas y luego fue donde ella lo esperaba en cuclillas. La echó al suelo y le lamió la cara, haciéndola reír, después se concentró en los panqués.

—Listo, Apache tiene desayuno y nosotros no. Bien hecho, mercenario.

—¿Ya terminaste?

Slade continuaba observándola, finalmente se le acercó con una sonrisa torcida. Ella trató de esquivarlo, él la sujetó por la cintura, la estrechó y la obligó a mirarlo.

—¿Qué te he dicho de escaparte de la cama, pequeño cuervo? El desayuno siempre puede esperar, yo no.

La chica rió, trató de apartarlo y él la tomó por las piernas, cargándosela al hombro. Entre risas y protestas de ella la regresó a la habitación.

**

Raven salió de su ensimismamiento al sentir un pinchazo en las costillas, bajó la vista y vio el dardo.

¡Maldición, que pésimo momento había escogido su mente para ponerse a jugar!

Corrió agachada, intentado localizar de dónde había llegado el disparo. Aparte de algunos árboles a unos metros, todo era terreno llano y despejado, sin oportunidades de ocultarse para ninguno de los dos. Imaginó que él debía haberla estado esperando en uno de esos.

Desenvainó la espada y dejó que la furia contenida la guiara.

—¡¡SLADE!! ¡DA LA CARA MALDITO COBARDE!   

Él se dejó caer de un árbol cercano, echó el rifle a un lado y se acercó mostrándole las manos, clavando su mirada azul en los ojos de ella.

Rave se movió despacio, midiendo los pasos y la distancia. Gruñendo como un animal rabioso cuando reconoce al cazador. Atacó.

Slade la esquivaba, una y otra y otra vez. Mientras más furiosa se sentía ella, menos podía acercársele. Él no estaba atacando, simplemente desviaba los golpes, buscando el momento idóneo de hacer su movimiento.

Le arrebató la espada y la arrojó lejos. Esperó que ella se le lanzara encima de nuevo y usando la inercia del ataque hizo una llave, obligándola a tumbarse en el suelo. La retuvo hasta lograr ponerle un collar inhibidor de los que eran empleados con los mutantes. Rave se retorció, lo maldijo y cuando se quitó de encima volvió a la atacarlo, pero la descarga eléctrica del artefacto la frenó en seco.

Trató de quitarlo, sin embargo su furia solo activaba nuevos chispazos que la obligaban a retorcerse y jadear.

El mercenario apoyó una rodilla en la tierra, frente a la chica que no dejaba de gruñir como un animal acorralado.

—¿Qué te enseñé sobre atacar como si fueras un perro rabioso? Solo lo haces más sencillo para tu adversario —la miró con desaprobación.

Raven intentó enfrentarlo una vez más, pero los electroshocks a que la sometía el collar, sumado al tranquilizante que comenzaba a hacer sus efectos, se lo impidieron.

Se tumbó, la vista clavada en las nubes que pasaban. Sentía los brazos pesados, las manos acalambradas, le ardía el pecho con cada bocanada de aire. Que final tan patético. Se le cerraban los ojos.

Lo sintió acercarse “Acaba esto de una vez, hombre de ira”, pensó en su letargo y sonrió al recordar cuánto le había gustado cuando le comentó el apelativo con que solía nombrarlo Thalia Al´Gul.

Le pareció que la tomaba en sus brazos, como a una princesa, murmurando.

—Cálmate y duerme, pequeño cuervo. Cálmate y duerme.

Después todo fue oscuridad.


♤ WAR IS THE WAY: 'El Cuervo y El Hombre sin Alma' Donde viven las historias. Descúbrelo ahora