El último adiós

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-¿Qué hacés con eso? Es mío.

-Sh. No me hablés así, irrespetuoso. Mirá que pueden haber consecuencias.

-¿Hablarte cómo? - Alexander frunció el ceño. - Te pregunté bien.

Julio blanqueó los ojos

-Como sea. Sólo quiero decirte una cosa, y quiero que me escuches muy bien, porque no lo voy a volver a repetir. ¿Ves todo esto? - Julio apoyó la Esfera en la cama y extendió ambas manos mientras giraba un poco su cuerpo de lado a lado. - Este es mi castillo y yo soy el rey. Y acá se hace todo lo que yo digo. Punto. Nada de cuestionamientos. ¿Estamos?

Alexander permaneció callado. No quería formar parte de este circo.

Julio tiró la Esfera de Fuego al piso y se colocó sus audífonos antes de salir por la puerta empujando a Alexander con el hombro, desafiante. Alexander cerró la puerta y se acercó hasta la Esfera para alzarla. Pero decidió dejarla debajo de la cama para evitar que estuviera a la vista de Julio.

Tenía mil cosas en mente, pero la actitud de su compañero de habitación le había robado los pensamientos. «¿Quién se cree que es?» se preguntaba. Le habría gustado que algún día alguien lo bajara de ese sueño donde se creía rey de un castillo imaginario. Pensó en él por un momento, y luego se acostó en su cama semidesnudo listo para dormir.

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Alexander no había podido conciliar el sueño aún cuando alguien abrió la puerta repentinamente

-¿Hola? -preguntó una voz femenina. ¿Hay alguien despierto acá?

Alexander se sentó en la cama y vio cómo una mujer vestida formalmente llevaba una caja entre sus manos. La mujer caminó hasta la cama de Julio.

-Hola - saludó ella, y se sentó. - Sos Alexander, ¿no?

- Sí. ¿Y usted?

-Yo soy Carla Bustamante. Soy la directora de este orfanato. Vine hasta acá personalmente para decirte que lamento mucho tu pérdida; y también para traerte esto. En esta caja hay un par de cosas que trajeron los bomberos. Dijeron que estaba en el sótano de tu casa. También te traje ropa limpia, de las donaciones que nos hicieron. Voy a dejar esto acá para que lo veas, ¿dale? Yo me tengo que ir. Espero que tu estadía acá sea óptima y que pronto puedas irte. Hasta luego.

Dejó la caja encima de la mesita de luz y salió de la habitación.

Alexander empezó a revisar la caja apenas la mujer elegante cerró la puerta. Lo primero que le llamó la atención fue un antiguo álbum de fotografías. Lo tomó y estuvo a punto de abrirlo, pero no se atrevió. Habían unos cuantos diplomas, un mazo de cartas, algunas joyas probablemente de Felisa y un reloj de oro con las siglas R.D. Separó todo eso y lo colocó en un cajón de la mesita de luz.

Luego revisó la ropa. Había principalmente ropa de invierno. De entre todas las prendas que vio escogió una remera manga larga roja, una manga corta de color negro, un pantalón deportivo también negro, ropa interior, un par de zapatillas rojas y por último una toalla. Además, había encontrado un pijama.

Con este en mano se dirigió al baño.

Luego de varios minutos bajo la lluvia artificial de agua fría en los que sus lágrimas se mezclaban con las gotas que patinaban por su rostro, cerró el grifo, se vistió y se preparó para volver a su habitación.

Mientras caminaba por el pasillo se percató por primera vez de que había una estatua de un santo en la pared. Debajo de esa estatua había una vela encendida a la que que quedaba la mitad de cera. Alexander se detuvo en frente de la estatua y la miró detenidamente.

Elmentoru: DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora