Oportunidad única

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El joven siguió su camino hasta Alexander. El eco de cada pisada era lo único que podía oírse. Cuando se detuvo, las luces volvieron a encenderse. Se arrodilló a un lado del pelirrojo inconsciente. Miró su aparato y luego a Alexander. Luego guardó su artefacto en su bolsillo; cabía perfectamente en él. No lo dudó y empezó a golpearle suavemente en el rostro para que se despertara.

Alexander se despertó con un grito, como si hubiera tenido una extraña pesadilla. Se sentó en el piso de la cancha de básquet.

Miró a su alrededor rápidamente. Pero no encontró la amenaza de Julio. En su lugar, vio a un pelirrojo herido, incapaz de ponerse de pie. Y también vio a la Esfera de Fuego.

—Hola, ¿cuál es tu nombre? —preguntó el extraño con frialdad.

Era un joven rubio, de cabellos alborotados y ojos claros, vestido con una camiseta manga larga de color azul oscuro, y unos jeans del mismo color.

Alexander respondió con extrañeza. No sabía quién era ese joven, ni entendía por qué le hacía esa pregunta tan repentina. Pero dejó de lado sus dudas para dirigirse a recuperar a la Esfera de Fuego. Se puso de pie sin dificultad y caminó con total normalidad hasta su objeto. Miraba en dirección a Julio cada varios pasos, para asegurarse de que no intentara hacerle nada. Pero ahí seguía, tirado en el suelo. Se preguntó cómo habían terminado ambos así. Sin embargo fue distraído por una voz que le habló a sus espaldas.

—Alexander, vine a buscarte.

Ambos pelirrojos miraron al rubio.

—¿A mí? —Alexander levantó La Esfera de Fuego y se volteó, incrédulo.

—Sí.

—¿Por qué?¿Vos quién sos?

—Mi nombre es Isseis. Vine para reclutarte. Necesitamos gente como vos en E.El.Am.S.

—¿A reclutarme?¿A mí?¿Para qué? —Alexander no entendía nada. Julio mucho menos.

―Sí. A vos. Porque podés controlar el fuego.

En el rostro de Alexander se podía leer que pensaba que todo esto era una locura. Aunque rápidamente dejó de creer eso cuando recordó lo que vio hacer a Julio unos minutos atrás. De pronto, su cuerpo fue invadido por una sensación de peligro, la cual desapareció al ver a Julio tirado en el suelo, incapaz de ponerse de pie.

—Yo no puedo hacer eso —respondió Alexander con una sonrisa amarga. Luego señaló a Julio y añadió:— Pero él sí.

«Qué raro —pensó Isseis.— En mi radar figura que Alexander tiene mucho éger, y que, por el contrario, aquél no tenía nada. A lo mejor no figura porque está herido. Sí. Debe ser eso. De todas formas, mejor los llevo a ambos para que nos saquemos las dudas allá. Mientras más mejor, después de todo.»

—Me gustaría que ambos me acompañen —dijo Isseis al fin.

—¿A dónde? —preguntaron casi al unísono Alexander y Julio.

—A E.El.Am.S.

—¿Dónde? —Alexander frunció el ceño.— No estoy entendiendo una.

—Perdón. E.El.Am.S. es la Escuela Elmentoru de América del Sur.

—Sigo sin entender nada.

—Es una escuela donde aprenderás a controlar tus poderes para controlar el fuego. Vos y él. Si vienen conmigo van a aprender a usar ese don y sacarle el mejor provecho. Van a poder hacer cosas que no se pueden imaginar.¿No quieren venir?

Elmentoru: DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora