—¡La estás moviendo, Jason!
—Lo prometo, Janet, ¡no lo hago!
Siempre había pensado que las tablas ouija eran estúpidas. Pero esa era la pasión de mi esposa. Siempre estuvo fascinada con el mundo espiritual y lo paranormal. A mí no me podría importar menos.
Hasta aquella noche.
Habíamos invitado a un par de amigos, Stacy y Derek, a quienes conocíamos desde que éramos adolescentes. ¿Veintiséis años de amistad se habían reducido a eso? ¿A una tabla ouija?
Janet insistió con que jugara con los ojos vendados. Estaba convencida de que yo movía el puntero. Así que accedí. No tenía nada que esconder.
—¿Cuántos dedos estoy levantando, Jason? —preguntó Derek.
¿En serio?
—No tengo idea, hombre.
—¡Bien! Hagámoslo —anunció mi esposa.
Hicimos muchas preguntas, y todas fueron recibidas con respuestas simples y breves. Aparentemente, estábamos hablando con una chica de seis años que fue secuestrada y llevada a esa casa hace cincuenta años para ser asesinada.
—Esto da miedo —dijo Janet—. Leí sobre ello cuando compramos la casa. Fue apuñalada aquí mismo.
—Patrañas —le dije.
—¡Es verdad! La he visto, Jason. La vi rondando por los pasillos hace un par de noches. No fue ninguno de los niños, porque revisé y ambos estaban dormidos.
—Eso es aterrador —concordó Stacy—. Ni loca seguiría viviendo aquí después de algo como eso.
—¡No puedo evitarlo! Amo esta casa —explicó mi esposa entusiasmadamente.
—¿Podemos volver a esto? —pidió Derek, claramente molesto.
Preguntamos cosas como «¿Estás aquí ahora?» y «¿Eres buena o mala?», pero la respuesta a la última pregunta nos inquietó a todos.
—¿Qué quieres de nosotros? —preguntó Stacy.
Fue entonces cuando llegó el mensaje largo:
A-R-R-A-N-Q-U-E-N... E-L... C-U-C-H-I-L-L-O... D-E... M-I... E-S-P-A-L-D-A...
Me saqué la venda rápidamente. Mi esposa gritó aterrorizada, y a Derek y Stacy se les fue el color de sus rostros.
—¡Mierda! ¡Esta cosa no tiene buenas intenciones!
—¡Pero fuiste tú la que quiso que jugáramos!
—¡No me importa, Jason! —chilló—. ¡SÁCALA DE AQUÍ!
Y lo hice, pero no sin antes partir la tabla en cuatro pedazos. La tiré en el basurero de afuera, nos despedimos de Stacy y Derek, y nos fuimos a la cama.
Me desperté a la mañana siguiente ante más gritos de mi esposa.
—¡Jason! ¡El espíritu sigue aquí!
Me refregué los ojos y me senté en la cama.
—¿De qué estás hablando?
Me agarró del brazo y me arrastró hacia afuera, al pórtico.
—¡Mira!
Y ahí estaba, la tabla ouija de la noche anterior, recostada en el pórtico y reensamblada.
Mi esposa sacudió sus brazos por el aire dramáticamente.
—Ya no me quiero quedar aquí. Voy a llamar a mis padres y nos quedaremos con ellos hasta que encontremos otra casa.
...
Y fue así como nos mudamos. Al final, encontramos otra casa, una con más espacio y garaje incluido, en donde podía poner mis herramientas. Mucho mejor.
Han pasado veinte años, y nunca le conté a mi esposa que podía ver a través de la venda o que reemplacé la tabla y dejé la nueva en el pórtico.
Nunca quise comprar aquella casa.
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Tus historias de terror
HorrorHola a todos los amantes del terror. Anteriormente ya había publicado unas lecturas de historias terroríficas. Para los que lo leyeron espero les haya gustado porque esta vez publicaré historias diferentes y me he esforzado más al editarlas. Espero...