Capitulo 9

448 22 9
                                    

C. 9: ¿En realidad no te gusto?

Decidí ya irme a casa, pues el vacío y solitario estacionamiento de la escuela ya me empezaba a dar escalofríos, además del hecho de que mis padres posiblemente ya habían llamado a la policía debido a que ya casi eran las ocho.

-¡Oye, preciosa!-escuché. Cuando volteé, vi a Diego sosteniendo las llaves de su auto-¿Te llevo?

Sé que la mayoría mis decisiones las hago con sensatez, pero esta vez no, pues acepté. Era algo terrible, estaría en el mismo auto con el chico por el que armé todo este lío, pero si no llegaba a casa lo más rápido posible mis padres me castigarían hasta que cumpliera 21 años.

Así que me subí a su auto, y por el resto del trayecto, no dije una palabra. No podía arriesgarme a abrir la boca de nuevo y arruinar todo.

-Martina...-me dijo Diego, pero no le respondí.

-Martina, te estoy hablando.-insistió. Volteó a verme, pero yo no me atrevía a hacer contacto visual.

-No te entiendo.-dijo en un tono quejumbroso-Desde el beso has actuado así. No me hablas, me ignoras, ni siquiera me diriges la mirada...

Hizo una larga pausa, y justo cuando creí que había terminado de hablar, dijo algo que jamás creí que diría:
-No sabía que te gustara tanto como para que actúes de esta manera.-rió.

Volteé a verlo confundida.

-¿Qué?-exclamé-¡¿Creés que me gustás?! ¡Estás loco!

-Es obvio.-contestó.

-¿Cómo? ¿Cómo sería eso obvio?-le pregunté.

-Por como me tratas.-explicó-¿Ves a las chicas que están perdidamente enamoradas de mí, que me persiguen y me dejan más que claro que les gusto? Bueno, otras chicas como TÚ, son muy cobardes o muy tímidas como para admitir sus sentimientos. Y por como actúas, es más que obvio que estás locamente flechada por mí.

Me reí lo más irónico que pude.

-¿Me estás diciendo que por maltratarte estoy enamorada de vos? ¡Eso es una locura!

-¿En serio crees que es una locura?-dijo Diego desconcertado.

-¡Por supuesto! ¡Una locura completamente enorme!-le respondí.

-Martina, no sabes en los líos en los que te metes...

-¿Qué líos?

Antes de que pudiera responder, detuvo el auto.

-¿Qué rayos haces?-le cuestioné.

-Prueba que no te gusto.

-¿Y cómo querés que haga eso?

-Bésame.

Me sonrojé un poco.

-¡¿Qué?! ¡¿Qué diablos te ocurre?! ¡No te voy a besar!-grité muy furiosa-¡Ahora encendé esta caracha que tengo que llegar a casa!

-No lo haré. No hasta que lo demuestres.

-¡No lo voy a hacer! ¡Llévame a casa o mis padres me matarán!

Se encogió de hombros.

Suspiré molesta. ¿En serio me haría hacerlo?

Después de un largo rato, me di cuenta de que hablaba en serio, y que no había otra opción más que besarlo.

-¿Sólo un beso?-dije monótona.

-Sí.

"No puedo creer que haga esto." pensé.

Me acerqué a él. Me puse muy nerviosa, parecía que podía oír sus latidos del corazón.

Y lo besé. Así cómo así. Sin importar.

-Listo.-dije algo jadeante, alejando unos pocos centímetros mis labios de los de él-¿Eso era lo que querías?

Pero no había terminado. Ver sus labios me hacían desear más. Y mucho más.

Nos besamos de nuevo. Pero esto era un beso real. Podía sentir sus labios rozando los míos. Era una sensación dulce y cautivante que hasta me daba escalofríos.

Nos apartamos.

-¿Lo ves? Sí sientes algo por mí.-su tono insolente me hacía temblar.

-¿De qué hablás? Vos fuiste quien me besó otra vez. Me tendiste una trampa.-me defendí.

Rió incrédulo.

-Bueno, ya demostré lo que querías, ahora vamos a mi casa...-le ordené.

-¿Sabes? Me gustas más cuando no te pones mandona.-comentó seductor.

-No me importa, vámonos.

Sólo pude sentir su mano en mi entrepierna. Una sensación cálida recorrió todo mi cuerpo.

-¿Qué estás haciendo?-dije muy nerviosa y sonrojada.

-Martina...¿te gustaría hacer algo prohibido?-dijo en un tono indecente.

-¿D-de que hablás...-podía sentir su mano subir a mi falda-Vos y yo no vamos a hacer nada, ¿entendiste? NADA.

-¿Acaso jamás has hecho algo...travieso?-a este punto ya me dolía la cabeza de tanto pensar, pero aún así no lograba procesar todo lo que estaba pasando.

Se acercó a mí y me besó el cuello, mientras me sostenía de la cintura. Se sentía peligroso hacer esto en un auto, pero lo disfruté mucho, y eso me dio vergüenza.

Estaba tan sonrojada, todo lo que me hacía Diego se sentía tan bien. No paré de gemir silenciosamente, no quería que Diego me escuchara.
Comenzó a besarme el pecho, y yo le decía que parara, pero eso lo hacía querer más.

-Diego...no...pará...-fue lo único que pude decir.

Él no parecía escucharme, sólo continuó besándome.

-Diego...no lo hagas...

-¿De qué tienes miedo, Martina? ¿De qué tus padres se enteren de esto, o de que disfrutes que lo haga?

-No puedo.-dije, mis mejillas estaban ardiendo.

Dicho esto, me bajé del auto. Tuve qué caminar varias cuadras, pero era eso, o dejar que Diego se aprovechara de mí. Lo que por alguna razón, no me desagradó en lo absoluto.

Llegué a casa. Mis padres me reprocharon, pero les expliqué que hubo un percance en la escuela.

Subí a mi habitación, me tiré en la cama y cerré los ojos. Quería dejar de pensar en eso, pero él lograba regresar a mis pensamientos.

"¿Qué diablos me está pasando?" pensé.

Novela Dietini: Un romance prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora