Capitulo 10

525 16 4
                                    

C. 10: Es tan sólo una niña.
La mañana siguiente desperté, cuestionándome la noche anterior. ¿Había pasado todo eso en la vida real? ¿O era un simple mal sueño?
Cualquiera de las dos, no me gustaba nada. ¿Por qué no podía vivir una vida normal como solía hacerlo antes, sin que Domínguez venga y me lo estropee todo?

Me vestí con gran velocidad y bajé a desayunar. Mis padres estaban algo serios por el hecho de que haya llegado horas después de lo permitido.

-Mamá, ya te lo expliqué un millón de veces, algo sucedió en la escuela y por eso llegué un poco tarde. No es nada fuera de lo normal...-me quejé mientras me servía jugo de naranja.

-¿Un poco tarde? ¡Llegaste cinco horas después de lo previsto! ¡Íbamos a llamar a la policía, Martina!-exclamó mi madre, mientras preparaba unas tostadas.

-¡Bueno, perdón! Pero estoy aquí, sana y salva. ¿Podemos olvidarlo, por favor?

-A saber donde te habías metido, espero que no haya sido con ningún chico eh...-reprochó.

-¡No estaba con ningún chico, mamá!-desvié la mirada de la suya.

-¿Y qué hay de Diego?-intervino Francisco enarcando una ceja-Se rumorea que ayer te vieron con él en su auto.

Casi me atraganté con el desayuno, no había dicho tal cosa en frente de mis padres.

-¡¿Cómo?!-se sobresaltó mi padre, e inmediatamente se volvió hacia mí-¿Quien es este chico, Martina?

-No es nadie, papá...-vacilé, mientras fulminaba al bocón de mi hermano con la mirada.

-Tan sólo es un reprobado de tercer año, y un completo Casanova.-sonrió Francisco, burlándose de mí.

-¿Estás saliendo con él?-interrogó papá.

-No, no estoy saliendo con nadie.-me ruboricé-A ese cretino sólo lo conozco porque me lo he topado en los pasillos, nada más.

-¿Y por qué se rumorea que estuviste con él en su auto?-continuó Fran.

-No lo sé.-dije secamente, metiéndome un pedazo de tostada a la boca para desviar el tema de conversación.

Pude notar que papá se quedó mirándome fijamente, no muy convencido de lo que le decía. ¿Pero qué podía hacer yo? Diego era el que me provocaba, y el que me buscaba todo el tiempo. Claro, no podía evitar que era muy atractivo, y que disfruté bastante las dos ocasiones en las que me besó, pero era un pesado. Un pesado con el que no quería volver a tener algo que ver, jamás.

Esa mañana, a Francisco se le dio por conducir y llevarnos a la escuela, lo cual fue bueno, pues debía reprocharle mi privacidad y mis secretos personales.

-¿Puedes explicarme de donde has sacado eso de que estaba con Domínguez en su auto?-solté a medio camino.

-Me lo dijo uno de mis amigos, como también me dijo de tu Detención.-señaló-Tienes suerte de que eso no se lo comenté a mamá y papá, sino estarías muerta en estos momentos.

-Ja-ja-ja, mirá como me río.-entorné los ojos-Igual, no tienes porque divulgar lo de Diego enfrente de ellos, es algo privado.

-Sólo intento protegerte. Si un chico reprobado de 18 años que sólo busca acostarse con las chicas anda detrás de mi hermanita, pienso que mis padres deben saberlo.

-No está detrás de mí. Sólo me jode, pero no quiere nada conmigo.-crucé los brazos y suspiré.

-Eso es lo que tú crees, pero no lo conoces. Cuando se determina a conquistar una chica, no se detiene hasta conseguirlo.-Francisco sonaba muy seguro de lo que hablaba, pero yo no le creía ni un poquito-Obviamente, no has dejado que ese patán intente algo contigo, ¿verdad?

Novela Dietini: Un romance prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora