Lo miro de soslayo, cuando el entro por la puerta de su apartamento, su ceño estaba fruncido y sus labios apretados, estaba enojado.
Sus manos estaban en un puño, ejercía tanta fuerza que sus nudillos se encontraban casi blancos, y las venas en sus brazos sobresalían.
- Hola, cariño. - Dije caminando hacia él, pero él con sus fuertes brazos la empujo al lado opuesto de él haciendo que me golpeara fuertemente con la pared del diminuto apartamento.
- Déjame. - dijo cortante mientras se adentraba a la cocina y tomaba un vaso para servirse agua.
- ¿Que ha pasado hoy? Las cosas se resuelven hablando, Joseph. - Añadí con tranquilidad.
Ya estaba acostumbrada a su indiferencia y maltratos, sabía que por dentro tenía algo de amor por ella, lo sabía, solo que no comprendía como mostrarlo... Eso era todo.
- Te dije que me dejes en paz... ¡Dios!... Me tienes harto. - Exclamo tomándose toda el agua en el vaso de un solo trago, luego arrojo con fuerza el vaso en la encimera.
Cerré mis ojos esperando el estruendoso ruido del cristal rompiéndose, pero al abrirlos, el vaso no se había roto por completo, lo que era un alivio. Con un gruñido, salió de la cocina con una lata de cerveza y se sentó en el viejo sofá de segunda mano que había en la sala.
Tome el vaso y lo puse en el fregadero, y mientras salía de la cocina observe a Joseph, el hombre que había sido la fuente de mi felicidad, ahora se había convertido en el origen de mis inseguridades y miedos.
Cuando empecé a salir con él, hace unos dos años tal vez, todo era increíblemente hermoso, jamás se mostró agresivo o indiferente, si no que era dócil y amoroso, jamás habría imaginado que se volvería en esta persona a la que apenas conocía.
Todo en él había cambiado, y no para bien, sus relaciones con sus amigos y familiares se habían estropeado desde que su adicción haba comenzado, se había convertido en alguien impulsivo y violento.
Había intentado todo ya, nada parecía funcionar, todo lograba enfadarlo más, lentamente todos comenzaron a alejarse de él, y como era la única persona que aún tenía fe en él, me quede totalmente sola, sin apoyo de ninguno de sus supuestos amigos y familiares.
Me había vuelto una persona increíblemente paciente y calmada para contrarrestar sus constantes insultos y desprecios a causa de su arrogancia, tanto que había empezado a restarme el valor que merecía.
Algunas veces, su estado de embriaguez era casi nulo y en esos momentos era como un ángel caído del cielo, pero luego de un par de tragos volvía a ser esa persona grosera y altanera que era al beber.
Creo que me había quedado junto a él tanto tiempo, esperando a aquellos momentos que volvía a ser a aquel hombre que tanto quería, pero esos momentos se habían vuelto tan nulos que estaba considerando la opción de por fin, dejarlo.
Mis amigas me habían repetido e insistido que lo dejara de una vez por todas, por años, pero, aquella pequeña parte de mí que aún estaba aferrada al Joseph que era amoroso y apacible, luchaba por no rendirse en una batalla que ya había perdido en el momento en el que había empezado a beber.
La idea de por fin irme había rondado mi cabeza por mucho tiempo, pero jamás había tenido tantas ganas como hoy.
Me encontraba decidida y valiente, sentimientos que había reprimido por años, ahora florecían en su mayor grandeza inundando mi cabeza.
Había hecho una maleta con todas mis cosas esa mañana, había llamado una a la cual llevaba años sin contactar y le dije de mi decisión de por fin dejarlo ir, me dijo que si necesitaba ayuda para algo, que hablara con ella.
Todo marchaba bien, pero esa diminuta parte de mí que seguía apegada a él estaba dolida, pues aun, esperaba el día en el que el tiempo regresara y pudiera estar con él Joseph a el que amaba.
Camine a la habitación que estaba enfrente del sofá y busque mi maleta y mi bolsa, al salir, sus ojos me miraban con asombro, se levantó del sofá y dejo la lata de cerveza en la mesa que estaba junto al sofá.
- ¿Adónde crees que vas? - Se acerco a mi lentamente con irritación, cuando estuvo enfrente de mi levante mi mirada para vero mejor pues era mucho más alto que yo.
- Me iré de aquí. - Respondí sin dejar mi calma, su rostro antes enfurecido cambio a estar atónito.
-No te puedes ir de aquí. - Se sentía como si rogara, pero no me iba a dejar caer en su engaño otra vez.
- No puedes detenerme, llevo tanto tiempo siendo tu juguete que he olvidado que siquiera estoy viva, no necesito a una persona como tú en mi vida. - Lo empuje al pasar a su lado, una parte de mi se rompía con cada paso, pero si esto era lo que necesitaba hacer para poder salir de este laberinto lo haría.
- No te puedes ir, porque... Te amo, Rebeca. - No había escuchado esas palabras hace años, la parte de mí que se había aferrado a este momento saltaba de felicidad, pero, ya no funcionaria, ya lo había entendido, solo lo decía para que me quedara allí,
y ya no lo haría.
Voltee lentamente para encararlo por última vez, y con cortos pasos camine hasta quedar de frente a él, me puse de puntas y deje un corto beso en su mejilla como despedida, me voltee hacia la puerta y cuando estuve a punto de abrirla, las palabras salieron de mi boca involuntariamente.
- A veces el amor no es suficiente.
Con eso di como terminada nuestra relación y salí por la puerta con mis cosas y mi frente en alto.
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Amor, Amor, Amor.
RomanceEste es un libro de relatos cortos, todos relacionados con el amor y en las formas en las que este se manifiesta durante la vida de las personas y como con el tiempo se puede fortalecer o debilitar las relaciones, enseñando los diversos casos de cóm...