Capítulo 4. De compras

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-         ¡Augh! ¡Vaya golpe! Lo siento –se disculpa la muchacha.

La joven, que está de rodillas en el suelo, alza la vista. Un hombre con pasamontañas y que parece algo nervioso la observa detenidamente. Al segundo, echa a correr.

La chica lo deja pasar, y vuelve a su trayectoria. Al cabo de un rato, se percata de que muchos agentes de policía no paran de dar vueltas por la zona. «No será nada. Tal vez halla desparecido alguien», piensa ella.

De vuelta a casa, Shiku la llama para acercarse a verla.

-         ¡Miharu! ¿Qué tal si vamos a los centros comerciales?

-         ¿A pasar el día? –pregunta ella, cansada por su rutina.

-         ¡Comeremos allí y luego compraremos los kimonos de esta noche! –exclama ilusionada Shiku.

-         Está bien –termina cediendo Miharu, sin ganas-. Voy a darme una ducha y enseguida te toco el timbre.

Al cabo de 20 minutos, Kagaku sale de su casa vestida y arreglada. Las chicas se teletransportan hasta su destino. Una vez allí buscan un lugar donde pararse a tomar algo.

-         ¡Mira! ¿Qué te parece ahí? Tiene buena pinta.

-         Está bien, vamos, Miharu.

Pasan dentro. Es un lugar decorado con extensas ramas de sauce llorón, todas las paredes verdes y con motivos florales. La gente parece estar en armonía con la naturaleza.

Se sientan en un par de sillas con forma de tronco. Le sirven una taza de té a cada una.

-         Buenas, ¿qué van a tomar? –saluda la camarera.

-         Pues yo quiero unos fideos calentitos.

-         Y yo un bowl de sopa hirviendo.

Mientras la camarera prepara los pedidos, las chicas piensan en un plan para por la tarde.

-         Este sitio está muy bien. Es una pena que esté tan lejos de los fuegos artificiales.

-         Es verdad. Yo no os puedo teletransportar a todos. Oye, ¿preguntamos si tienen una cadena?

Entonces, Shiku se levanta y se acerca a la barra.

-         Disculpe, señor. ¿Hay más restaurantes como este por Kyoto?

-         Pues claro –el hombre parece ser el cocinero. Le entrega un folleto-. Mira, aquí dice dónde están los demás establecimientos.

-         Gracias.

La chica se sienta de nuevo y le entrega el folleto a su amiga. Lo observan con curiosidad. Descubren que cerca del Monte Hiei hay uno de esos restaurantes.

La camarera llega con su comida, se la sirven y terminan en menos de media hora. Pagan y se van.

Deciden ir a comprar sus kimonos para esa noche tan sumamente especial. Serán un poco caros, lo saben, pero sus padres les han dado dinero.

Van a una tienda llena de artículos asiáticos. Hay un montón de prendas para probar. Shiku coge un kimono con motivos florales, para ser más precisos, con margaritas.  Y Miharu uno con flores también,  de violetas. Se los prueban.

-         Nunca he visto a nadie que le sentasen tan bien los kimonos, ¿os los lleváis? –dice la dependienta.

Las muchachas se miran al espejo, y luego a los ojos. Asienten con entusiasmo. Salen de la tienda muy contentas. Deben volver a casa para prepararse. TELETRANSPORTACIÓN. Aparecen en la residencia de Michiko.

Una vez allí se sientan a ver la tele. Están echando un programa especial de Noche Vieja. Se quedan observándolo. Sale la imagen del monte Hiei, lleno de nieve que cubre campos y árboles. Las chicas admiran esa maravilla, están perplejas. No dejan de desear que lleguen las 21.30 h.

Deciden echarse una pequeña siesta, pero por precaución se ponen el despertador. Al cabo de unas horas suena. ¡Eran las 20.30 h!

Van a vestirse y arreglarse. A los pocos minutos ya están listas. Les dejan una nota a sus padres para decirles que ya se van. Las 21.15, no les iba a dar tiempo a ir andando. Momento de TELETRANSPORTACIÓN. A Shiku no le gustan mucho esos viajes, todavía se marea a causa de la velocidad.

Caen de golpe sobre la hierba del monte. El cielo está repleto de estrellas que brillan con más intensidad que de costumbre. Hay mucha gente, la mayoría parejas que pasean alegremente por los alrededores.

En ese momento, escuchan unas voces que provienen de detrás de ellas. Se vuelven. Y allí están los chicos.

-         Empezábamos a pensar que no vendríais –dicen preocupados.

-         Pues mira, ya estamos aquí. Siempre puntuales –ríe Miharu.

Los chicos las ayudan a ponerse en pie. Se quedan contemplando sus kimonos. Van preciosas.

-         Estáis… buah… increíbles –dice Ryu admirado.

-         Eso se queda corto, amigo –añade Nozomi.

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