Narración Normal
Habían transcurrido seis meses desde el incidente ocurrido en Starhill, el cual eventualmente se descubrió que fue obra no solo de Hera, sino que esta tuvo la ayuda de su hijo y quizá enemigo principal de Atenea y el Santuario, Ares. Había sido el Dios de la Guerra quien había utilizado al Santo de Escorpio del mismo modo que antes lo hiciera con Saga. Afortunadamente aquello había pasado ya, aunque Milo estaba visiblemente afectado (se sentía verdaderamente culpable) por lo que –involuntariamente- le había hecho a su amado acuariano. Por ello desde que Camus regresó a su lado no le permitió siquiera cumplir su rol de 'madre' para con sus hijas. A pesar de la insistencia del galo de que todo estaba bien. Esa mañana se encontraban paseando por el pueblo de Rodorio, como no habían podido hacerlo desde que se convirtieran en padres. Ni siquiera iban tomados de las manos como para que se notara que eran una verdadera pareja aunque, conociéndolo como le conocía, Camus no atinó a realizar comentario alguno al respecto.
Llegaron a la pequeña y única cafetería del pueblo e ingresaron en completo silencio. Camus empujaba suavemente el cochecito en que sus gemelas dormían plácidamente. Finalmente habían decidido salir de civiles. El heleno llevaba puestos jeans azules oscuros apenas ajustados, zapatillas negras y una camisa color escarlata arremangada a la altura de los codos, además de un suéter negro atado alrededor del cuello. El francés por su parte vestía completamente de negro excepto por sus zapatos ligeramente más 'formales' que el calzado que llevaba su pareja y los cuales eran de color azul cobalto. A diferencia de Escorpio, no llevaba la camisa arremangada, aunque tampoco tenía siquiera una bufanda o pañuelo como abrigo. Era otoño y ese día era particularmente frío para esa estación y para tratarse de Grecia.
Tomaron una mesa junto a uno de los ventanales del lugar, dejando a un lado el cochecito. Mientras que Acuario tomó el modesto menú y comenzó a leerlo, Milo observaba el paisaje a través del pulcro, transparente vidrio sosteniendo su barbilla con su mano izquierda en un gesto pensativo. Camus se quitó las gafas que se había colocado para leer la carta (y las cuales llevaba en el bolsillo de su camisa) y suspiró al darse cuenta de la actitud del rubio heleno. Ni siquiera le había dirigido la palabra más que para sugerirle que lo acompañara a desayunar a Rodorio así podrían tomar un poco de aire. Y el hombre de ojos rubíes tenía la certeza más que la ligera sospecha de que esa actitud tenía relación con lo sucedido seis meses atrás. De lo cual Camus aun arrastraba secuelas. La más notoria era justamente el motivo por el que había tenido que utilizar nuevamente las gafas que llevaba consigo. Tan solo había recibido tres Agujas. De lo contrario, no dudaba que habría perdido por completo la visión. Por lo pronto le era absolutamente imposible ver directamente a la luz a menos que estuviese utilizando su Armadura Divina y su Cosmos estuviera mínimamente encendido. Según palabras de Dokho, algo muy similar le había sucedido a su camarada acuariano en el siglo XVIII, excepto que, más que recibir el ataque de Escorpio (su mejor amigo), había recibido un Polvo de Diamantes por parte de su propio maestro mientras se encontraba en una misión en Francia. Justamente tras recibir un pedido de ayuda por parte del Santo de más de 500 años.
-¿Te sientes bien, Milo? Estás demasiado callado para mi gusto. Me estás asustando...-. El heleno le miró como si de pronto le hubiera crecido otra cabeza o algo parecido. Finalmente sacudió la cabeza y suspiró larga y profundamente, confesando lo que verdaderamente estaba pensando con un dejo de tristeza en su voz. Antaño hubiera pensado dos veces antes de hacer ese gesto, pero en ese instante no pudo sinceramente evitarlo. Rodó los ojos, sin embargo no acotó absolutamente nada. Hasta que la indecisión de su pareja eventualmente superó su generalmente infinita paciencia y se puso de pie de manera súbita, apoyando ambas manos sobre la mesa, exigiendo una explicación por parte del griego en un tono que normalmente no hubiera dado lugar a réplica por parte de nadie a quien se dirigiera de ese modo. Excepto de Escorpio, quien se mantuvo completamente mudo. Fastidiado, el galo finalmente volteó hacia donde estaba el cochecito y dijo:
ESTÁS LEYENDO
Incondicionales
DiversosSu amor había superado todas las barreras existentes. Y finalmente la vida les daría la oportunidad de alcanzar la felicidad máxima con la llegada de un hijo. Por supuesto, eran caballeros aun y por ende nada seria color de rosas por siempre. Camusx...