Templo de Cáncer, siete meses después
POV Camus
Debo admitir que me sorprendió el llamado de Máscara Mortal a tan altas horas de la noche. No exactamente por el horario, sino porque su voz se escuchaba desesperada. Lo cual era inusual en él. Por fortuna Milo estaba profundamente dormido igual que las gemelas. Guardaba mi cámara en la mesita de noche, de lo contrario hubiera tomado una foto (a pesar de la escasa luz) de lo increíblemente tiernos que se veían mi novio y nuestras hijas. Así es. Milo había decidido que las niñas, de poco más de un año durmieran con nosotros esa noche. De regreso al motivo por el cual desperté a esa hora en la madrugada, salí con absoluto sigilo de nuestra habitación sin siquiera besar al heleno en la frente como acostumbro hacerlo cuando despierto antes que él –es decir, siempre- y me dirigí a la habitación contigua donde guardaba Acuario. No fue sino hasta que escuché la voz genuinamente desesperada de Afrodita casi rogar por ayuda que decidí apresurarme. Aunque sinceramente no sé qué me demoró ante el llamado del Santo siciliano.
Ni siquiera pude anunciarme como acostumbraba cuando hallé el motivo de tal desesperación por parte de ambos. Afrodita estaba recostado, en su ropa de dormir sobre el futón de Máscara Mortal, sosteniendo su vientre de ya casi nueve meses mientras que todo en su expresión y postura reflejaba algo con lo que yo había ya convivido hace más de un año. Dolor. Justamente eso me bastó para poder moverme con absoluta calma al acercarme al sitio donde el siciliano había recostado a su pareja y tomar asiento en una silla justo junto a la mesita baja de la sala. Cáncer ni siquiera preguntó al respecto e inmediatamente se levantó dirigiéndose a la cocina por compresas y agua tibia. Aunque eventualmente no fue eso lo único que trajo consigo al unírsenos nuevamente. Mientras apoyaba mi mano en la frente ya sudorosa del escandinavo para comprobar que la temperatura no hubiera aumentado demasiado en ese tiempo, el siciliano me alcanzaba una taza de té de manzanilla. Algo absolutamente típico de Piscis. Retiré mi mano de la frente de Afro para apoyarla apenas sutilmente sobre la que el sueco mantenía en su vientre. Dejando escapar un hondo suspiro producto del cansancio, el Santo de Piscis me miró de soslayo y dijo, arqueando sutilmente su boca en un dejo de sonrisa:
-¿Debo suponer que imaginabas que Nat sería Acuario y no Piscis? ¿Sabes también quiénes serán sus padrinos?
-Espera... -dije sorprendido, casi en un hilo de voz –Dime que Nat no es por...
-Camus, Natassia es uno de los nombres femeninos más comunes en Escandinavia y las naciones eslavas y tú lo sabes. Ángelo de todos modos quería llamarla Alexia... En cuanto a sus padrinos, serán Shun y Marín. Desafortunadamente ninguno de los muchachos de Bronce es de Cáncer, sin embargo Aquila es Piscis...-. Aquellas fueron sus últimas palabras antes de que un grito desgarrador invadiera la sala. Tan solo con un gesto silencioso pedí a Cáncer que regresara la bandeja a la cocina por el momento, a lo que respondió dándome un pequeño guiño de complicidad para luego marcharse. No sin antes besar la frente de su pareja.
-Camus... -me llamó entonces el sueco –Por favor... no intentes nada estúpido. Sé que es tarde, o demasiado temprano aun para ir a un hospital, pero ten cuidado...
-Alguien debe ayudarte, Afro. Y no voy a permitir que Shaka o Mū lo hagan. Ahora por favor relájate...-. El rubio asintió y nuevamente esa sonrisa cansina asomó en su rostro de Adonis antes de quedarse dormido. Había ya encendido levemente mi Cosmos, aunque dudo que fuera eso lo que realmente provocó esa reacción en él. A pesar del hecho de que era un hombre tan acostumbrado a los climas helados como yo. A diferencia de mí que solo había recibido entrenamiento en tierras árticas (el clima invernal en mi natal Lyon no era siquiera medianamente comparable a un verano siberiano), Afro no solo había entrenado en Groenlandia, sobre las costas del propio Océano Ártico sino que había nacido en Gotemburgo. Un nuevo sonido me sacó por segunda vez de mis cavilaciones. Aunque esta vez no provino de ninguno de los Santos Divinos sino que, por el contrario, era un sonido al que para esas alturas yo ya estaba más que acostumbrado. Llanto. Era tan suave que solo quien estaba lo suficientemente cerca de quien lo emitía podía escucharlo. Bajé mis rubíes algo borrosos por el cansancio a la pequeña en mis brazos, obviamente desnuda y aun cubierta de fluido y antes de enseñarla a sus padres opté por cubrirla con la capa de mi Armadura. Nuevamente encendí mi Cosmos, con el que era capaz de infundir calor aun a pesar de la naturaleza de mi Armadura y finalmente puse a la beba suavemente en brazos de su 'madre'. Suspiré profundamente, incapaz de ocultar el cansancio que comenzaba a vencerme lentamente y alcé la mirada a Afrodita para luego murmurar, nuevamente, en un hilo de voz:
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Incondicionales
AléatoireSu amor había superado todas las barreras existentes. Y finalmente la vida les daría la oportunidad de alcanzar la felicidad máxima con la llegada de un hijo. Por supuesto, eran caballeros aun y por ende nada seria color de rosas por siempre. Camusx...