Capítulo 20

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Hadrien sollozaba en mis brazos sin que yo pudiera hacer algo para tranquilizarlo, mi ropa estaba cubierta de sangre, esa que salía de sus ojos sin cesar. Nunca lo vi llorar de esta manera, se encontraba destrozado como un niño vulnerable perdido en medio de un gentío.

Y yo, yo me estaba desgarrando por dentro, mostrando una fortaleza por fuera que en realidad no sentía.

La vida estaba siendo demasiado injusta con nosotros, nos había permitido saborear la felicidad solo por una mínima cantidad de tiempo, nos había hecho ilusionarnos con un futuro lleno de alegría para después arrebatarnos todas nuestras ilusiones de golpe y sin ningún tipo de anestesia. Ahora aquellos sueños solo serían una simple entelequia, no llegaría a más.

No podría ver a mi hija crecer, no podría estar al lado de Hadrien cuando él la sostuviera entre sus brazos, la visión que tuve nunca se iba a hacer realidad, yo iba a morir y dejaría a mi vampiro y a mi pequeña solos.

—Hadrien, tranquilízate por favor. —Él sacudió su cabeza mientras sus manos se aferraban a mi cuerpo, como si de alguna manera quisiera fundirse conmigo—. Amor —susurré con dulzura, llamándolo de una forma tan extraña y cursi no típica de mí pero que en aquel instante se sintió bien.

Busqué su rostro, cogí sus mejillas con firmeza y lo obligué a mirarme.

Un jadeo escapó de mis labios al notar lo destrozado que se encontraba, sus ojos habían perdido todo brillo y se había instalado en ellos una tristeza y un vacío enorme, como un abismo al que no le encontraba fin

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Un jadeo escapó de mis labios al notar lo destrozado que se encontraba, sus ojos habían perdido todo brillo y se había instalado en ellos una tristeza y un vacío enorme, como un abismo al que no le encontraba fin. En Hadrien no había rastro de emoción, ni de felicidad, mucho menos deseos de vivir.

—Estarás bien —afirmé, limpié su rostro, aunque de nada servía, las lágrimas seguían cayendo por él.

Y ciertamente ignoraba cuánto más podría soportar para no estallar en llanto. Yo que era tan sentimental ahora mismo podía controlarme y él que siempre fue fuerte estaba hecho pedazos. Era como si hubiesen cambiado a mi vampiro; el hombre que tenía frente a mí era solo un caparazón vacío.

—No, no puedo, Gabrielle —habló con la voz quebrada—. No podré vivir sin ti.

—Tendrás que hacerlo —le advertí duramente—, por ti, por ella.

Tomé su mano y la sostuve sobre mi vientre; sin embargo, no hubo el menor cambio en él. Hadrien negó sin dejar de llorar en ningún momento. Me afectaba demasiado verlo así, sin esperanzas, sin fuerzas... Sin anhelos.

—No, ¿cómo me dices eso? Si te veré a ti en ella. Jamás podré vivir de esa manera —se excusó totalmente en negación.

—Podrás lograrlo, sobreviviste una vez sin tener motivos para hacerlo —mi voz se quebró—. Ahora tienes uno, el más hermoso de los milagros.

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