Guardé silencio. Él también se quedó callado y sumamente serio. Era obvio que le costaba hablarme sobre su pasado y no entendía el porqué era así. Cientos de conjeturas arribaban a mi mente, buscaba la respuesta y comprender por mí misma, ya que no me atrevía a preguntarle nada.
—Me cuesta hablar sobre mi vida como humano. Creo que a más nadie le he hablado de ella, de lo que fui y sucedió antes de que me convirtieran en esto —habló, rompiendo el efímero silencio que se extendió entre ambos—. Pero por algún motivo quiero que conozcas todo de mí, que no haya un secreto que ignores, porque te pertenezco, Gabrielle, esto que soy ahora solo es tuyo.
Empujé la distancia que nos separaba. Busqué su mano, él me permitió que lo tocara. Me miró un instante, luego agachó la cabeza, jugó con mis dedos y apretó fuerte. Se vio indefenso en aquel momento, como si volviera a ser un vampiro solitario sin razones para seguir existiendo.
—Me hace feliz el saber que tienes esa necesidad de hablarme sobre ti. Una demostración más del amor que sientes por mí —articulé en voz baja—. Creo que ya era justo, ¿no? Tú conoces todo de mí.
Hadrien asintió, me dedicó una sonrisa forzada y me indicó que siguiera caminando hasta arribar a la orilla del precioso lago que rodeaba una parte del pueblo; en él se hallaban algunos patos nadando y gente en barcas que lucían muy pequeñas ante el esplendor en donde se mecían suavemente mientras sus tripulantes pescaban.
De pronto escuchamos gritos y risas, ambos dirigimos nuestra vista hacia unos niños que jugaban a unos metros de nosotros, eran dos pequeños, uno corría tras el otro. Sonreí, imaginando a mi pequeña dentro de un tiempo, sin embargo, Hadrien observaba la escena con un aire de melancolía nuevamente.
—Yo solía jugar así con mis hermanos.
Nunca antes vi esa mirada en sus ojos, no era tristeza, más bien añoranza y algo más que no logré descifrar. La oscuridad que existía en ellos se volvió insondable, así que lo único que pude hacer fue acariciarle la mejilla, recordándole sin palabras que yo estaba aquí.
—¿Los extrañas? —Me atreví a cuestionar, refiriéndome a Margaret y Anthony. Él negó.
—No —exclamó rápidamente—. Extraño lo que éramos.
—Creí que odiabas tu vida de humano.
—No es así —me interrumpió, sus labios se surcaron en una mueca —. A diferencia de lo que piensan los humanos, yo nunca deseé ser inmortal. Ser eterno no es lo mejor que les puede suceder.
—¿Entonces no quieres vivir eternamente conmigo? —Mi voz sonó apagada.
—No me mal interpretes —corrigió enseguida con una pequeña sonrisa—, vivir eternamente no es una idea agradable cuando sabes que vas a estar solo.
—Pero me tienes a mí... y a ella —le recordé, mencionando también a nuestra hija. Hadrien sonrió ampliamente, esta vez lo hizo de verdad.
—Ahora lo sé.
Entonces, apartó sus ojos de mí, dirigió su mirada hacia una mujer que venía acercándose al lugar donde nos encontrábamos
Ella era alta, casi de la misma estatura que Hadrien, su cabello era rubio al igual que el mío, pero sus ojos eran miel. Se veía joven, pero al observarla de cerca pude notar la edad en sus ojos y descubrí que mostraba la misma antigüedad que en ocasiones Hadrien deja entrever.
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Quédate ©
VampireSEGUNDA PARTE DE "A TU LADO" Gabrielle descubría su nueva vida vampirica siendo la esposa del Gobernador de los vampiros, pero duras realidades se presentaban frente a sus ojos. ¿Puede un corazón bueno ser corrompido? Mientras lo miraba descubría q...