Justin casi perdió de vista a White, pero logró alcanzarlo. El caballo blanco parecía algo alterado y nervioso. El castaño empezó a reconocer a donde se dirigía el animal. Estaba yendo hacia le estancia de los Montoya, lugar en donde estaba Estrella. Aquella yegua negra lo era todo para White. Era extraño, para ser animales entendían muy bien la palabra amor.
White dobló detrás del viejo establo de los Montoya y Justin lo siguió. Se detuvo al ver aquella escena. Estrella estaba acostada en el suelo y Carl estaba arrodillado delante de ella. White se acercó a ella y bajó la cabeza para tocarla con su hocico.
—¿Qué sucede, Carl? —le preguntó al viejo peón de aquella estancia. El hombre se giró a verlo y le dedico una pequeña sonrisa.
—Estrella está por parir —le contó.
Los ojos de Justin se abrieron por la sorpresa. Así que eso era… White iba a ser papá. Se bajó con cuidado del caballo y se acercó hasta donde estaban. Estrella se veía algo cansada y White estaba muy cerca de ella.
—¿Por qué no me dijiste que estaba preñada? —le preguntó.
—Queríamos que fuera sorpresa, ¿verdad, White?
El caballo blanco relinchó. Justin se acercó aun más. La yegua parecía estar muy cansada, y Carl se encargaba de limpiar la sangre y todo lo que ella estaba perdiendo.
Y de repente todo fue rápido, Estrella hizo un raro sonido y dos segundos más tarde el pequeño potrillo estaba fuera. Justin lo miró encantado. Era tan pequeño y se veía completamente vulnerable. El pequeño comenzó a ponerse de pie, mientras Estrella se incorporaba rápidamente y se acercaba a él para olerlo. White también se acercó. Y una tonta sonrisa se dibujó en el rostro de Justin.
El pequeño potrillo era igual de blanco que White, asombroso y muy pequeño. Pero entonces vio aquella pequeña mancha color negro alrededor de su ojo derecho. Rió levemente. Carl se puso de pie y se secó la frente.
—Pfff, ha sido difícil —le dijo a Justin.
—Ya lo creo —sonrió el chico de ojos miel.
—¿Te parece si los dejamos solos? —preguntó el anciano.
—Si, necesitan su espacio.
Se alejaron de la nueva familia para llegar hasta la parte delantera de la caballeriza de los Montoya. Justin miró extrañado hacia la casa de estos ya que unos cuantos gritos llegaron a sus oídos. Y entonces los vio, Alejandro y Federico caminaban a grandes zancadas hacia un par de caballos. Mientras que Robert Montoya los seguía a paso decidido.
—¿Qué habrá pasado? —inquirió Justin.
—Greta —murmuró Carl. Justin se giró a verlo rápidamente.
—Greta, ¿Qué?
—Seguramente escapó… otra vez.
—Mierda —musitó él y corrió hacia su caballo.
Seguramente la pequeña Greta había ido a buscar a Christian. Y si eso era así y ellos tres los encontraban juntos iba a haber muchos problemas.
Selena salió contenta de su habitación. Se sentía sumamente feliz, renovada. Y eso que apenas habían pasado unas cuantas horas desde que había llegado. Bajó las escaleras y vio que Matt también salía de su cuarto.
—¿A dónde vas? —le preguntó el rubio.
—A caminar —contestó ella con una sonrisa —¿Me acompañas?
—Mmm… no lo sé.
—Vamos, Mattie. Desde que llegaste no has salido a ningún lado. Tienes que conocer un montón de lugares.
—Es que no lo sé, Sweetness —dijo por lo bajo —Deben haber tantos bichos por ahí.
—¿Sabes que más hay? —preguntó mientras meneaba las cejas.
—¿Qué?
—Peones —respondió con una media sonrisa —Muchos sudados, acalorados, musculosos y bronceados peones para ti.
—OMG —dijo él y se abanicó con una mano —Eres una manipuladora horrible. Pero si que sabes convencer a la gente.
Ella rió y juntos bajaron las escaleras para salir de la casa. Pero entonces Selena divisó a Christian. Frunció el ceño.
—¿A dónde vas? —le preguntó ella sobresaltándolo.
Chris giró algo asustado y maldijo por lo bajo ante el punzante dolor en su brazo herido. Se las arregló para pararse derecho y disimular. Pero Selena no era tonta y pudo notarlo.
—Yo… no iba a ningún lado —le respondió.
—Deberías estar en cama, Christian. Tu tía va a enojarse mucho si alguien llega a contarle que no estás en la cama.
—No —murmuró él —No le digas nada, por favor.
—Entonces vuelve a tu cuarto.
El rubio dirigió sus pasos hacia la puerta de salida. Selena se acomodó la garganta.
—Esa no es la salida —rió Matt divertido.
Christian resopló y dio media vuelta para entrar en la cocina.
—Seguramente iba a ir a buscar a la hija de Montoya —dijo ella.
—Aaaw, eso es tan romántico.
—No, es suicidio. Está herido, casi lo matan. Debe ser más prudente.
—Si, tienes razón… Pero aun así sigue siendo romántico.
Selena miró divertida a su amigo y luego tomó su mano para dirigirse hacia el mundo exterior.
El sol del atardecer era una suave caricia para el verde pasto que se presentaba ante sus ojos. Todo se veía calmo y pacifico. Varios hombres estaban trabajando por allí. Selena comenzó a caminar hacia lo que ella recordaba era el viejo gallinero. Sería divertido ir a juntar un par de huevos con Matt para el desayuno. Más divertido sería ver como Mattie insultaba a las gallinas porque están iban a picotearlo.
Caminaron hablando sobre cosas tontas mientras se empujaban y hacían chistes malos. Pero muy malos. Llegaron. Selena se giró a verlo.
—¿Listo para juntar huevos, Mattie? – le preguntó. Él puso su mejor cara de asco.
—No lo sé, darling. Tu cara me dice: Vas a sufrir mucho Matt Donovan. Por haberme robado mi novio en primer año.
Selena soltó una estrepitosa carcajada.
—Eres un tonto.
Ingresaron. Los cacareos no eran tantos. Solo un par que estaban riñendo por ahí eran las rebeldes. Selena sonrió. Matt puso cara de asco.
—Selena, esto es asqueroso.
—Oh, vamos… no es tan malo.
Se acercó a una de las gallinas y revisó si había algo debajo de ella. Se sorprendió de no encontrar nada. Era raro. Ella recordaba que casi siempre a esa hora era que pasaban a recolectar los huevos. Quizás alguien les había ganado de mano.
Algo se cayó del otro lado del gallinero. Matt se acercó rápidamente a Selena y se escondió detrás de ella como animal asustado. Ella miró en la dirección del sonido.
—Selena, tengo miedo.
—Shh —lo calló ella —No pasa nada.
Se alejó de él y comenzó a acercarse hacia la parte trasera. Estaba segura de que había alguien ahí. Su corazón latió rápido. Sintió algo de miedo.
—Ten cuidado —murmuro su amigo.
Ella asintió. Y entonces alguien se asomó. Selena dejó de caminar para mirarla bien. Ella también la miró fijo.
—No eres Christian—dijo la chica.
—No, soy Selena —dijo ella.
—Oh, lo siento. Yo… no debería estar aquí —se disculpó y se dispuso a irse.
—¡Espera! —la detuvo la morena —¿Tú eres Greta?
La castaña asintió tímidamente. Matt se acercó a Selena y le sonrió a la muchacha.
—Así que tú eres la famosa Greta por la que el lindo rubiecito está herido y postrado en la cama.
—¡Matt! —lo retó Selena. Greta se sonrojó.
—Lo siento —se disculpó —Yo no quise que eso pasara.
Greta desapareció de allí. Selena miró mal a Matt y salió detrás de la chica para pedirle disculpas por su amigo. La divisó caminando hacia la parte delantera del gallinero.
—¡Oye, Greta! —la llamó. La castaña no se detuvo. Pero entonces Selena aceleró el paso y la alcanzó —Espera, espera —Greta se giró a verla —Disculpa a mi amigo, es algo… tonto.
—No pasa nada —murmuró ella.
Entonces escucharon los galopes de varios caballos. Las dos miraron hacia la casa. y allí estaban ellos. A Greta se le detuvo el corazón. Allí estaban su padre y sus hermanos, buscándola.
—Oh, oh... hay problemas —dijo Selena.