Pattie entró al cuarto de su hijo y encontró a Barbara sentada en una de las sillas, mirando una revista de moda que seguramente Matt había dejado tirada por allí. La castaña la miró al instante y se puso de pie para acercarse a Justin y fingir preocupación. Pattie resopló, ella ya conocía aquel teatro. Lo peor de todo era que se había quedado todo el día en la casa, no dejando a su hijo descansar realmente. Por suerte ya había venido por ella.
—Tu padre está esperándote en la puerta —le dijo. Barbara la volvió a mirar.
—Dile que voy a quedarme a dormir aquí.
—No —dijo Pattie —Vas a irte ahora, Barbara.
—¿Qué te pasa, Pattie? —le preguntó —¿Por qué me tratas así?
—Niña, estoy cansada. Ha sido un largo día y quiero ser yo la que cuide de mi hijo. Tú vete a tu casa y mañana puedes volver a verlo.
—Pero…
—Sin peros, Barbara. Vamos.
Barbara se puso de pie y salió de allí sin siquiera despedirse de Justin. Pattie negó con la cabeza y miró a su hijo una vez más antes de cerrar la puerta y dejarlo solo.
—Selena —murmuró Justin entre medio despierto y medio dormido.
Levemente abrió los ojos, pero los volvió a cerrar al sentirse tan cansado. Comenzaba a despertarse y la sensación de que un millón de caballos le pasaron por encima lo invadió. Le dolía todo el cuerpo, principalmente el hombro derecho.
Respiró profundamente y se destapó un poco. Estaba sudado, pero sentía un molesto frío calándose hasta los huesos. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba en su cuarto.
Pero ¿Dónde estaba Selena? ¿Por qué no estaba allí con él? Él la quería a su lado, quería ver su bello rostro. Verla sonreír, escucharla hablar, sentirla respirar. Simplemente la quería frente a él. Si, necesitaba verla, necesitaba buscarla y tenerla cerca.
¿Qué podía pasar? Absolutamente nada. Desde que ella había llegado solo había hecho estragos con él, y ahora él tenía que cobrarse aquello. Si, claro que si.
Se puso lentamente de pie. Todo dio vueltas a su alrededor. Sonrió estúpidamente, se sentía como un borracho. En ese momento se sentía perfectamente bien como para ir hasta el cuarto de Selena Thompson y cantarle las 40 de una vez…
Selena suspiró mientras salía del baño luego de una merecida ducha. Había estado todo el día con Matt, recorriendo el campo, haciendo cosas de mujeres, mirando películas y comiendo las ricas comidas de Pattie. No había ido a ver a Justin porque sabía que la indeseable aquella seguía pegada a él como la garrapata asquerosa que era. Apretó los dientes al pensar en ella y que en ese momento estaba con él.
Terminó de vestirse en el baño, se puso se camisón de dormir. Tomó una toalla y comenzó a secarse el cabello. Abrió la puerta y salió hacia su habitación.
Su corazón se sobresaltó cuando levantó la mirada y él estaba allí parado. Lo observó bien. Y él sonrió bobamente al verla. Selena sintió una linda presión en el estomago al verlo sin remera… era tan… masculino. Una gran venda blanca cubría todo su hombro derecho. Recordó el dolor que vio en sus ojos cuando la serpiente lo había mordido. No quería volver a ver dolor en su linda mirada.
—¿Justin? —inquirió confundida.
Otra estúpida sonrisa se formó en el rostro de él. Ella se aguantó las ganas de reír. Se veía realmente gracioso. Dejó su toalla a un costado y se acercó a él.
—Hola, enanita —la saludó algo tonto. Ella arrugó la nariz, divertida.
—No deberías estar aquí, Justin —le dijo dulce —El doctor dijo que tenías que hacer reposo.