†3†Trato†

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†3† T R A T O†

Habían pasados varias semanas desde que regresé al colegio. Y las cosas iban de mal en peor, los padres habían presentado quejas por mi «superioridad», puesto que después de una muy tranquila visita de Jaguar mi vestimenta fue aceptada.

Sinceramente no me sorprendía, mi padre solía conseguir todo lo que quería sin importar las consecuencias que conllevara. Por lo que era muy probable que hubiese solucionado la situación de manera ilícita, utilizando como camuflaje mi falso «diagnostico psicológico».

De repente sonó el timbre indicando la hora de receso. Sin pensarlo dos veces me dirigí hacia la cafetería. En el primer receso los pasillos  eran pocos transitados, ya que la mayoría de los alumnos preferían quedarse dentro del salón. Y ahora que lo pensaba, la institución tenías muchas vías para conectar con todo el edificio, pero yo siempre escogía la misma; un pasillo del ala derecha que era el  más solitario.

Al llegar a la cafetería intenté localizar con la mirada a los tres chicos misteriosos, ya había pensado su propuesta e iba a darles respuesta. Sin embargo, me encontré con el chico que me agarró la mano la otra vez. No sabía cuál era tu intención conmigo, su pronto interés y exagerada amabilidad me hacía desconfiar.

—Hola, chica ruda —saludó el rubio parándose frente a mí.

Había comenzado a llamarme así, y cada vez que lo decía con esa vocecita de intento de Playboy me hacía querer pegarle el puño en la cara.

Padre amado, cuánto me irritaba ese muchacho.

—¿Podrías quitarte de mi camino? —cerré mis ojos y respiré profundo.

—Tranquila. Solo quiero presentarme, llevo días intentándolo y tú me esquivas.

—¿Será porque no me interesa hablar contigo? —Lo miré de arriba abajo. El chico apretó sus labios y desvío la mirada hacia otro lado.

Noté que sus amigos nos miraban atentamente desde la mesa en la que estaban sentados. Mi mirada recayó en que una de las personas sentadas allí era Stephanie, ella nos miraba con el ceño fruncido y apretaba los labios de vez en cuando. Respiré profundo y quise rebasar al muchacho que tenía en frente, debía encontrar a los chicos, pero cuando intenté pasarle por el lado él me agarró por el brazo.

—Mi nombre es Tommy —susurró con una sonrisa de boca cerrada.

Tommy me agarró del brazo con fuerza. Por más que tiraba de él no podía soltarme. Levanté el otro brazo con decisión y en ese mismo momento sentí una mano que lo bajó suavemente.

—¿Es que Tommy no sabe entender cuando una chica no babea por él? Vamos, que estás muy grandecito para comprender un «No me interesa hablar contigo».

Esbocé una sonrisa involuntaria al escuchar la voz del chico del arete. Inmediatamente Tommy retrocedió dos pasos y con un aire enfurecido fue a sentarse con sus amigos.

—A la próxima le das una patada en las bolas —me susurró en el oído antes de encaminarnos hacia la mesa en la que me sentaba cada día.

Él se sentó junto a los dos chicos —que ahora que me fijaba eran gemelos, uno rubio y el otro castaño—, mientras yo me sentaba frente a ellos.

—Estuve pensando en su propuesta... —rompí el silencio.

—¿Entonces?

Rodeada de monstruos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora