†2†Nueva Versión†

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CAPÍTULO 2|Nueva Versión

~•~•~•~•~

~17 años

—Papá te espera —avisó Asher desde la puerta de mi habitación.

Le di un último vistazo a mi reflejo antes de girarme hacia mi hermano. Él me miraba entusiasta, pero sabía que debajo de toda esa alegría había temor. Y no lo juzgaba, yo me sentía de la misma manera.

—¿Crees que lo haré bien? —le pregunté mientras tronaba mis dedos debido al nerviosismo.

—No tengo dudas, Yass. Solo... solo haz lo que él te diga, no lo hagas enojar.

Respiré profundo y asentí. Asher se hizo a un lado y me dejó pasar. El pasillo se veía tan desolado que causaba un poco de inquietud. Me sentía como una ofrenda yendo a su sacrificio.

Bajé las escaleras y a paso dubitativo llegué hasta el comedor, donde dos de seis sillas estaban ocupadas.

Asher pasó por mi lado luciendo indiferente y tomó asiento junto a los demás. No me gustaba que tuviera que cambiar su actitud cuando estaba cerca de ellos, pero entendía perfectamente porqué lo hacía.

—¿Qué tal? —cuestioné con pesadez.

En la mesa solo estaban dos de mis hermanos y mi padre. Neón, el mayor, me escaneó de arriba hacia abajo con desprecio antes de volver su atención al plato que tenía delante. Traté de no demostrar decepción por su gesto y desvíe la mirada hacia mi padre, quien me observaba con una sonrisa de satisfacción plasmada en sus labios.

—¿Y bien? ¿Qué te parece? —Di una vuelta para que pudiera apreciar mi atuendo.

—Excelente, princesa. Esa actitud le queda como anillo al dedo a tu nueva versión. —Borró la sonrisa y endureció el ceño—. Pero conmigo no la ultilices, no te equivoques.

—Lo capto.

—Axel te espera afuera para llevarte al colegio.

No me despedí de ninguno y fui rápidamente a salir de la casa. Una vez puse un pie fuera, mi hermano comenzó a tocar el claxon con desesperación.

Amargada, me apresuré a subirme al auto. Si duraba un segundo más para entrar, a Axel le daría un ataque de nervios. Era un chico muy desesperado, tanto que ya había arrancado sin haberme dejado cerrar bien la puerta.

Ya que el silencio era lo que predominaba, apoyé mi cabeza de la ventana. No podía negar que me sentía incómoda yendo a otro colegio. Hacía dos años que mi padre me había hecho abandonar los estudios para someterme a su juego. Y no solo eso, en todo este tiempo, la pequeña de Los Vázquez no había puesto un pie en la calle y los medios de televisión estaban muy hambrientos de cotilleo.

—¿Qué? ¿Acaso estás esperando que me baje a abrirte la puerta?

No respondí y me limité a agarrar la diminuta bolsa negra con piedrecitas punzantes, donde ni siquiera un lápiz me cabía. Estuve a punto de abrir la puerta del auto cuando su voz me hizo detener y girar la cabeza hacia él.

—Lo siento... —Notó mi desconcierto— por... Por todo.

Lo que Axel y mis otro dos hermanos habían hecho era algo que no les perdonaba, pero aún así, me abalancé hacia él y lo apreté en un abrazo.

—Apártate —susurró con voz entrecortada.

Tragué saliva y salí del coche. Me quedé mirándolo por la ventanilla abajo antes de decirle—: A pesar de todo, te quiero, Axel.

Rodeada de monstruos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora