†8† A D V E R T E N C I A S
C O N F U S A S †—No confíes en ellos —dijo una voz femenina en tono de preocupación—¡Tampoco confíes en ella! Detrás de esa máscara de inocencia y amabilidad hay un gran monstruo. ¡Aléjate!
Me desperté sobresaltada después de un sueño extraño, donde una mujer cuyo rostro no fue revelado me advertía sobre alguien cercano a mí. Cerré los ojos con fuerza y respiré profundo, odiaba las pesadillas y mucho más las que se sentían en carne propia. Cuando salí de mi ensimismamiento y miré a mi alrededor, quedé pasmada, tardé unos segundos en reconocer que no me encontraba en mi habitación. Estaba acostada en una cama pequeña, rodeada de varios aparatos y con una intravenosa en mi brazo derecho.
Mi mirada viajó a la puerta cuando esta se abrió y le dio paso a dos hombres vestidos con batas blancas. El primero era un señor robusto de cabello canoso, y el otro un apuesto chico joven. Detrás de ellos entró una enfermera con un carrito de medicamentos, pero no era una de nuestras empleadas.
—¿Cómo se siente la paciente? —dijo el señor con una sonrisa genuina—. Soy el Doctor Francisco.
¿Clínica? ¿Doctor Francisco? Pestañeé varias veces, pensaba que estaba en mi casa y que Jaguar había acomodado alguna habitación para brindarme atención médica, como siempre.
—Él es el doctor Ramírez, nuestro mejor psiquiatra. —El señor presentó al joven, quien me dio una cálida sonrisa. Pero lo único en lo que me fijé fue en la plaquita en su bata, decía Johnny Ramírez
Arrugué las cejas y lo miré incrédula.
—No estoy loca, si mi padre les ha dicho que...
—Nadie ha dicho eso, señorita Vásquez.
La puerta volvió a abrirse y mi rostro se suavizó al ver a mi abuela caminando hacia mí.
—Mi niña. —Besó mi mejilla con cuidado y mis ojos se cristalizaron.
—Abuela.
—No vuelvas a asustarme así. —Se cruzó de brazos—. Estoy muy vieja para este tipo de sustos, cariño. —Derramó una lágrima y se la limpió de inmediato—. Cuando te vuelva a ver en ese balcón te voy a agarrar y te daré una sola pa... —Miró a los doctores de reojo y se calló abruptamente—. Te amo. No me hagas eso, por favor.
—Yo también te amo —le dije en un susurro viendo como mis padres entraban a la habitación y nos observaban en silencio.
Mi abuela se alejó un poco dejando que el doctor me atendiera.
—¿Cómo te sientes? —El doctor Francisco se puso a un lado, mientras en el otro la enfermera arreglaba el suero.
Ignoré al señor y miré a Jaguar.
ESTÁS LEYENDO
Rodeada de monstruos ©
RandomYassarahy vivió toda su vida con la idea de que su padre era el peor monstruo del mundo. Se centró en aborrecer tanto a aquel hombre que olvidó que todos somos monstruos aparentando ser humanos. El mayor peligro no era quien vivía en casa, era quie...