†4†Bebe la soledad†

4.1K 641 147
                                    

†4† B E B E  L A  S O L E D A D†

—Despierta.

Una voz lejana había estado hablándome durante varios minutos. Pensaba que era producto de mi imaginación, pero intenté abrir los ojos y no podía. Me dolía todo el cuerpo y no tenía fuerzas para moverme.

—¡Joder, Yassarahy, despierta!

Solté un jadeo cuando me levantaron y comenzaron a caminar conmigo en sus brazos.

—Vamos, Yass.

Si mi instinto no me traicionaba, estábamos subiendo las escaleras. Avanzó un poco y al girar supe que había sido a mi habitación, pues no me llevarían a ninguna otra.

—Te quitaré la ropa...

Quise replicar, no podía reconocer aquella voz que apenas escuchaba, no sabía si era alguien que quería hacerme daño. Pero no me salía el habla y cada vez que me removía el dolor en mi cuerpo se incrementaba.

—No te voy a hacer daño, solo voy a ayudarte.

Esas palabras se reprodujeron en mi mente como un deja vú. Poco a poco mis músculos se fueron relajando mientras sentía que me quitaban la ropa.

Como si fuera un objeto preciado me entraron en la tina con mucho cuidado. El contacto del agua caliente con mi piel me hizo estremecer. La persona que me estaba ayudando parecía nerviosa al tocar ciertas áreas de mí cuerpo.

—Tranquilo, yo lo hago —le dijo una voz femenina.

Después de un rato me dejaron en mi cama y me pusieron ropa. Me sentía un tanto preocupada y desesperada, quería abrir los ojos y moverme, quería saber quienes eran las personas que estaban ayudándome.

—¿Puedes comer? —cuestionó la chica.

Traté de decir algo, pero ni siquiera tenía fuerzas para hablar.

—Lleva dos días sin comer —respondió el otro.

» Junto a mí hay una enfermera. Ella va ayudarte —me susurró pasando la mano por mi cabello.

Levantaron mi camisón y cuando presionaron unos dedos fríos en mi costado derecho grité muy fuerte. Esa parte me dolía como el demonio.

—Hay que curar esa herida, le inyectaré un sedante y luego le pondré un suero para hidratarla.

Sentí como la cama se hundió a mi lado. El chico se había sentado y se encontraba acariciando mi cabello. Al sentir su calor me sentía protegida. Agradecía mucho lo que estaba haciendo, mucho más cuando me inyectaron en el brazo; desde pequeña me aterraban las agujas.

Antes de caer profundamente dormida el besó mi frente.

—Siempre voy a protegerte.

***

Me desperté un poco confundida, me sentía desorientada y la cabeza me latía en un dolor intenso. Bebí un poco de agua del vaso en mi mesita de noche y salí de la cama. Al ponerme de pie un leve mareo me atrapó, me apoyé de la pared hasta que me repuse. Odiaba esa sensación en la que pierdes el equilibrio y sientes tu cuerpo descender como cuando estás en un elevador.

Lo primero que hice al entrar al baño fue mirarme en el espejo, y fue lo peor, una vez vi mi reflejo los ojos se me llenaron de lágrimas.
Tenía una banda alrededor de mi cabeza, moretones en el cuello y los brazos, pero eso no era todo; al quitarme el camisón descubrí que tenía más en las piernas y uno que abarcaba todo mi costado derecho.

Esas eran las consecuencias de desobedecer a mi padre. Las mañanas en las que amanecía así eran más de las que podía recordar, por más que quería seguir su órdenes, no estaba en mi naturaleza ser sumisa.

Rodeada de monstruos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora