La vida es impredecible. De ella puedes esperar un golpe desprevenido, sin ni siquiera poder defenderte, pero dicen que siempre ofrece segundas oportunidades. ¿Será cierto o un simple refrán?
†5† PEQUEÑAS IMPRESIONES†Observé mi reflejo en el espejo de aquel gran salón y recordé con tristeza las escenas de horas atrás:
Las personas se acercaban a saludar, se sentían «complacidos» por poder ver recuperada a la pequeña de los Vázquez. Halagaban mi «impecable maquillaje» sin saber que debajo de toda esa fachada había un rostro pálido y unas ojeras que daban pena. Comentaban lo bien que me quedaba el vestido cuello de tortuga de mangas largas, sin tener idea que debajo de él escondía un cuerpo maltratado.
Me sorprendía como se acercaban a preguntar si me pasaba algo, pues cada cierto tiempo salía del local a tomar aire. Luego retocaba mi maquillaje y regresaba con mi mejor sonrisa.
Porque fingir era lo que mejor se me daba.
Había pasado toda la noche con una sonrisa forzada mientras escuchaba a colegas de mis padres hablar bien sobre ellos. Había escuchado tanto «Jaguar es un hombre a seguir» que si lo volvía a escuchar sería capaz de tirar todo por la borda.
Recogí un mechón de mi cabello y lo ubiqué tras mi oreja. Una vez repasar que mi aspecto se veía perfecto me acerqué a la mesa donde estaban mis hermanos y un colega de Jaguar.
Tomé asiento, pero los demás en la mesa no parecieron inmutarse de mi precensia. El empresario parecía incomodo mientras hablaba con mis hermanos. Aclaré mi garganta y los tres se giraron para verme.
—Oh. ¿Lleva mucho tiempo ahí sentada? —preguntó el hombre.
Alcé una ceja y le miré con diversión.
—¿Está diciendo usted que no pinto nada en esta conversación?
—No, para nada. Es que cuando tomé asiento usted no estaba ahí, por lo que me ha tomado de sorpresa que...
—No debe sorprenderle, porque si no me equivoco —Eché un vistazo a la reservación—Vázquez es mi apellido.
El hombre sonrió a medias y trató de disculparse, pero Neón intervino.
—Estamos hablando de negocios y necesitamos que te retires. A lo mejor estos temas te van a aburrir.
—Podrías ir a buscar unos bocadillos, en aquella mesa ví unos que te gustan —secundó Axel con una sonrisa complice.
Respiré profundo y fui en busca de los bocadillos, la mesa estaba repleta. Hacía mucho que no asistía a un evento, por lo que habían cambiado los que usualmente brindaban. Cogí unos cuantos antes de decirle a un empleado que me buscara una mesa.
El chico buscó un lugar vacío y posicionó la mesa. Por ese simple hecho me cobró un dineral, pero al recordar que iba a pagar con el dinero de Jaguar le di el doble de propina.
—Gracias, pero ¿no podías traer una mesa con menos sillas? —cuestioné al ver cuatros asientos además del que estaba ocupando.
El chico comenzó a hablar, pero no le puse atención porque me sentía observada. Giré la cabeza hacia un extremo y pude ver una persona que entró rápidamente al pasillo que conducía al baño, como si se estuviera escondiendo de mí. Miré hacia el otro extremo y mis ojos se encontraron con unos rojos como la sangre, pero no rojos por consumir algunas sustancia; sino lentes de contacto.
—.. solo estaba disponible una mesa de cinco. No puedo dejar una silla y poner las demás en un rincón.
Mi atención estaba depositada en el chico de ojos rojos, así que asentí hacia el mesero para que se retirara. Cuando volví a a ver al chico mi corazón se aceleró, el muchacho ya no estaba a varias mesas de mí, sino a punto de sentarse en la mía.
—Impresionan, ¿cierto? —Su voz sonaba un poco ronca, pero a la vez sensual.
—¿Disculpa? —fruncí el ceño.
—Mis ojos. No podías dejar de mirarlos —esbozó una sonrisa que dejó ver cada uno de sus perfectos dientes—. Por eso me acerqué, para que puedas contemplarlos mejor.
Quise reír, pero me aguanté la risa. No podía creer que lo dijera enserio.
—Si no estuvieras observándome descaradamente...
—No estaba en mis planes incomodarte.
—Con esos ojos, ¿a quién no incomodas? Pareces un demente.
—¿Un demente? Eres la primera persona en decirme algo como eso. —Se llevó una mano al pecho, fingiendo ofensa.
—Pues, considéralo —reapondí llevándome un bocadillo a la boca.
—Tú deberías considerar que el color de mis ojos es único... y muy bonito.
Solté una risa que casi hizo que me atragantara con el bocadillo.
—¿Necesitas que te regale unos lentes, cariño?
A lo que él respondió esbozando una sonrisa maliciosa—: No, preciosa. En cambio, creo que tú lo necesitas más.
—Te equivocas. Si de algo estoy segura es que unos ojos rojos están muy lejos de ser «muy bonitos».
El muchacho se quedó pasmado y pestañeó varias veces.
—¿Ojos rojos? —preguntó como si no lo creyera.
¿Cómo no sabía el color de sus ojos?
»Joder, no me digas que no me los quité. —Agachó la cabeza, avergonzado.
Fruncí el ceño al ver como con cuidado se retiraba los lentes de contacto.
Después de un minuto levantó la cabeza, y padre amado, qué muchacho.
—¿Qué tal ahora?. —Esbozó una sonrisa coqueta.
Por estar pendiente de sus ojos rojos no me había permitido repasarlo. Mi mirada recorrió todo su rostro, comenzando por el espeso cabello marrón, la piel de porcelana y la sonrisa pícara danzando en aquellos labios carnosos. Pero lo que más resaltaba en él era sus ojos color violeta. Jamás había visto a alguien con los ojos de ese color; se veía encantador.
—Nada mal —comenté sin mostrar mucho interés. Cosa que a él le cayó como agua fría.
—¿Nada mal? —Me miró de arriba hacia abajo—. Apuesto a que son los mejores ojos que has visto en toda tu vida.
¿Qué se creía ese chico?
—Puede ser. No niego que son bonitos, pero ¿crees que podrás impresionarme con un par de ojos? Si piensas que sí, déjame decirte que no me conoces —le dije cruzandome de brazos.
No podía creer que estuviéramos teniendo esa conversación tan extraña.
El chico se levantó con cuidado y dio dos pasos hasta quedar a mi lado.
—Quizá tú no me conoces, pero sí de algo estoy seguro es que acabo de entrar a tu vida para no salir jamás, Yassarahy —susurró en mi oído.
Número desconocido
Hoy estabas preciosa.
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Rodeada de monstruos ©
RandomYassarahy vivió toda su vida con la idea de que su padre era el peor monstruo del mundo. Se centró en aborrecer tanto a aquel hombre que olvidó que todos somos monstruos aparentando ser humanos. El mayor peligro no era quien vivía en casa, era quie...