†10† Un Espacio†

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†10† U N E S P A C I O†

Seguía deseando que todo esto fuese un sueño, pero no, era la vida real en la que todo tipo de atrocidades podía pasar, donde las cosas sucedían sin elegirlas ni merecerlas, donde los malos eran exaltados y los buenos humillados.

La vida es cruel. Simplemente tienes dos opciones: seguir hacia delante a pesar de la adversidades o rendirte. Y yo prefería intentarlo y fracasar a dejarlo todo sin haber dado un golpe.

—Cariño.

—¿Sí?

—¿Qué sucede? —La mirada de la abuela estaba cargada de preocupación.

Esbocé una sonrisa para tranquilizarla. Ella había estado un poco enferma, y no quería preocuparla, pero me estaba costando esconder lo que sentía por dentro.

—Me duele un poco la cabeza, nada grave. No tienes porqué preocuparte.

—¿Cómo no preocuparme? Tus hermanos llevan semanas encerrados en su habitación, ¿ahora tú? —Tomó asiento en la cama y me miró con reproche.

—Necesito guardar reposo, ¿recuerdas?

—Tienes un brazo fracturado, no dos piernas, ¿recuerdas?

Respiré profundo. Intentar ganar una discusión con mi abuela era un caso perdido.

—Solo me duele la cabeza.

—Llamaré al doctor, entonces. Una semana con dolor de cabeza no es algo normal —movió su dedo en señal de negación.

—Solo dígale a la enfermera que me traiga un analgésico, y listo, estaré bien.

Lo último que quería era que llamara al doctor, estaba completamente segura que él aprovecharía y se traería a rastras al psiquiatra. Además, Jaguar se enojaría y lo más probable era que yo saliera pagando las consecuencias.

—¿Estás segura, mi niña?

—Sí.

—De igual manera llamaré al doctor, no creas que me harás cambiar de opinión tan fácil, no señorita —Entrecerró sus ojos hacia mí.

—¡Abuela! Te estoy diciendo que estoy bien.

—Hagamos un trato. —Sonrió—. Si salimos a dar una vuelta, no llamaré al doctor.

Suspiré con pesadez, pero terminé aceptando.

Cuando abandonó la habitación me puse de pie. Necesitaba una ducha para despejar mi mente, me dirigí hacia el baño y entré en la tina con mucho cuidado de no mojar mi brazo.

Mis músculos se fueron relajando al sentir el agua caliente empapar cada parte de mi cuerpo. Me encantaba esa sensación.

Al terminar de bañarme me ubiqué frente al espejo. Me retiré los lentes de contacto y la peluca negra.  Mis ojos avellanas lucían profundos y cansados, mientras mi cabello castaño estaba muy maltratado.

Me veía totalmente demacrada.

Cepillé mi cabello y con un poco de dificultad lo envolví en un moño recogido. Apliqué un poco de corrector de ojeras en las dos bolsas negras que descansaban bajos mis ojos.

Las marcas de mi cuello habían desaparecido, por lo que me puse ropa cómoda sin tener que preocuparme por cubrirme hasta el tope.

Iba a colocarme nuevamente la peluca cuando vi a una persona sentada en mi cama, di un respingo dejando caer mi melena en la tina.

La empleada nueva estaba acomodada en mi cama con total confianza, mientras ojeaba una fotografía que yacía en sus manos.

—Sara —La chica se tensó al escuchar mi voz—, ¿en qué puedo ayudarte?

Rodeada de monstruos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora