Capítulo 7: Michael es mío

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Después de la intensa noche con Valerie, la culpa me pesaba. Annie no merecía esto, pero por alguna razón, no lograba cortar los lazos.

Nos encontrábamos en la sala, y deseaba con esperanza que Valerie no apareciera. Como era de costumbre, todos la miraron al entrar. Estaba impresionante hoy.

¿Llevaba mi blusa como un vestido? Sí, y las botas café que subían más allá de sus rodillas le daban un toque desafiante. Le encantaba jugar con fuego, y sospechaba que a mí también me estaba gustando quemarme en el incendio.

Se sentó de forma provocativa, apoyando el codo sobre la mesa, cruzando las piernas y mostrándome más de lo que debería. Mi novia me lanzó una mirada furiosa, y desvié la vista cuando la rubia mordió sensualmente el bolígrafo mientras me miraba de arriba abajo.

Su descaro me asustaba y, al mismo tiempo, me encantaba.

—¿Qué estás mirando? —interrogó Anne con enojo. Valerie se rió negando.

—Nada, nada —contestó con diversión y volvió la vista al frente.

—Bueno, chicos —intervino el profesor—, ha llegado el momento de ver las fotografías.

—¿Qué fotografías? —preguntó Anne, y tragué saliva.

—Oh, señorita, creo que usted no estaba —dijo el profesor—. Bueno, tendrá que hacer otro trabajo.

—¿De qué fotografías habla, Michael? —me susurró con los dientes apretados, buscando respuestas.

La tensión aumentaba, y las miradas se dirigían hacia la pantalla del proyector. Esto iba a ser una tormenta, y me preguntaba si estaba listo para enfrentarla.

Sin más preámbulos, todos entregamos nuestros pendrives al profesor.

El proyector se iluminó, mostrando las fotografías de cada uno. Algunas eran realmente buenas. Me impresionaba lo talentoso que eran mis compañeros y todo lo que tenían para entregar.

Llegó el turno de mis fotos, sacadas por Valerie. Fue inevitable sentir la mirada fulminante de Anne cuando apareció la imagen de mi tarde en el lago con la rubia.

—¿Qué mierda son esas fotos, Michael? —gritó levantándose furiosa.

—Esa fotografía es muy buena, señorita Leigthon —intervino el profesor con aprecio por la imagen—. Profesionalismo, eso es lo que veo.

La furia de Anne no tenía límites.

—¿Y ella fue la fotógrafa? —preguntó con desprecio.

—Fue una profesional, Annie. ¿Quieres calmarte? —respondí con cierta irritación.

—Señorita Michelson, siéntese o tendrá que salir de la sala —amenazó el profesor con firmeza.

De mala gana, Anne regresó a su asiento.

Pasamos a las fotos que yo había tomado. Elegí las más normales, reservándome las demás para mi y quizás quemarlas en algún lugar por ahí. Finalmente a veces era mejor sacar fotos mentales de recuerdos, antes que fotos físicas. Los mejores momentos son recordados en nuestra memoria

Valerie apareció en las imágenes, y la reacción de los hombres fue un coro de silbidos, como si estuviéramos en la secundaria, no pude evitar rodar los ojos. Observé cómo el rostro de mi novia se volvía una máscara de furia, juro que podía ver en sus ojos como en cualquier momento explotaría de la rabia y claro que tenía motivos. No podía ser tan hipócrita.

—Gran fotografía, señor Rivera —elogió el profesor.

La clase avanzó hasta su fin. El profesor fue el primero en abandonar el aula, dejándonos a todos con la sensación de liberación. La chica nueva se levantó con la seguridad que la caracterizaba y se encaminó hacia la salida. No pasó desapercibida, y la rabia contenida de Anne amenazaba con salir de su diminuto cuerpo.

De repente, Anne corrió hacia Valerie y la agarró del cabello, jalándola con fuerza. Sin perder tiempo, actué instintivamente, sujetándola desde atrás para evitar que cometiera una locura.

—¡Michael es mío zorra! —gritó Anne, y Valerie, con una sonrisa desafiante, se acomodó el cabello.

—Tranquila, fiera, no pasó nada en la sesión fotográfica —le dijo a Anne, y Valerie, mirándome de reojo, añadió—. Así que sé feliz.

La pelirroja lanzó un grito de frustración, y todos los presentes observaban la escena con atención.

—¡La odio! —gritó, y la tensión en el aire era palpable.

—¡Annie, cálmate! No ha pasado nada —mentí descaradamente, tratando de suavizar la situación.

Anne asintió, conteniendo su furia, y abandonó el lugar visiblemente enfadada. La tormenta, por ahora, se había acabado, pero sabía que los problemas apenas comenzaban.

El entrenamiento pendía sobre mí, pero antes de entrar al vestuario de hombres, una mano firme agarró mis hombros y me hizo retroceder. Al voltearme, allí estaba Valerie.

—¿Qué haces? —pregunté, escaneando nervioso el entorno.

Ella caminó hacia atrás, adentrándose en el vestuario de mujeres, desabotonando lentamente su blusa, que en realidad era mía.

—Entra y descúbrelo —me guiñó un ojo provocándome.

Mi mirada se desvió en busca de testigos indiscretos, y lamí mis labios con ansias. Asentí con desesperación y entré al vestuario, besándola con urgencia. Su espalda encontró la pared, y mis manos exploraron sus muslos con una intensidad salvaje.

La levanté y rodeó sus piernas en mi espalda. Nos dirigimos hacia la ducha sin dejar de besarnos. Una vez adentro, encendí el agua, dejando que cayera sobre nuestros cuerpos. Valerie desafiaba toda lógica, y yo parecía haber perdido la gota de razón que me quedaba.

—Esto será rápido —susurré mientras mi boca exploraba su cuello.

La tenía contra la pared, y ella hábilmente se deshizo de mi blusa, que, por cierto, le quedaba mucho mejor a ella.

Nos liberamos rápidamente de la ropa, y sin dudarlo, mi miembro entró en su ser. Estaba increíblemente apretada.

La sujetaba fuertemente de las caderas mientras comenzaba a moverme, lento pero profundo.

Dentro. Fuera. Dentro. Fuera.

Gemidos reprimidos escapaban de sus labios, y se mordía para contenerse. Lo sabía porque su expresión la delataba.

Oh Valerie, supieras que yo también me estoy conteniendo.

Sus uñas se clavaron en mi espalda

Mis embestidas aumentaron de velocidad.

Valerie mordió mi hombro para ahogar sus propios sonidos. Verla disfrutar intensificaba mi deseo de hacerlo aún mejor.

La sujeté firmemente de la cara, nuestras narices rozaban, nuestras bocas casi se tocaban, y nuestras respiraciones y gemidos se entrelazaban. No dejé de mirarla a los ojos en ningún momento.

Con movimientos bruscos, sentí que la explosión se acercaba. Ella apoyó la cabeza en la pared, consciente de su inminente clímax.

—¡Diablos, Mike! —gimió, y cubrí su boca para que nadie nos oyera.

Cuando finalmente llegamos al clímax. se separó de mí con la respiración agitada, y besó rápidamente mis labios. Dio la vuelta, apoyando su espalda contra mi pecho.

Sacó jabón y me miró.

Comenzó a extenderlo por todo mi cuerpo, masajeándome con destreza. Sus manos eran perfectas.

Hice lo mismo, deslizando el jabón por su piel.

Estábamos jugando con fuego, pero se sentía tan bien.

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Que les pareció el capitulo...? Espero sus comentarios...

jajajaja pacify her literal es este capítulo :(

FElIZ AÑOOOO jojojo

❤️🌈🌈🌈


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