6 | Control war

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Era malvada, cruel y despiadada, ¿por qué había pensado que sería como las chicas con las que solía relacionarse? Es decir, jamás se le habría cruzado la idea de involucrarse con una princesa como Nancy Wheeler, ¿pero por qué con Candice Vanderwall sí? En el fondo Billy sabía perfectamente la respuesta y a la vez solo lo llenaba de incertidumbre. Nancy era una chica buena y Candice era intocable. Una atractiva adolescente de diecisiete años que cualquiera, aunque no lo admitiera, daría lo que fuera por cinco minutos de su atención. Era simplemente irritante.

Sólo podía ser incluso aún más molesto  tener que ver sus pequeños y alargados ojos café en la escuela nuevamente, un lunes y con la persistente resaca que se mantenía desde la noche del viernes. ¿Pero qué más daba? Podía llevarse el mundo por delante y no le importaba. La música a altos volúmenes lo llenaban de adrenalina y la fresca brisa que entraba por la ventana de su auto lo hacía sentir mucho más entusiasta.

- ¡Mierda, Billy, detente! -gritó su hermanastra, Max, cuando él sintió que su coche impactaba contra algo y lo frenó de golpe.

En realidad se trataba de un alguien. Un niño de la edad de Max, al cual ella se bajó a ayudarle a levantarse. Billy ni siquiera lo había hecho a propósito, estaba totalmente sumergido en su mente que siquiera pudo apretar el freno. Es más, de no ser por su hermanastra, él hubiera seguido su camino como si nada.

Billy cruzó sus ojos con el muchacho, por un momento hubiera jurado que iba caminando con alguien, pero parecía estar solo. Era castaño, con una expresión molesta en su rostro que le resultó extrañamente familiar. Sintió un escalofrío al percatarse de que se trataba de unos pequeños ojos marrones alargado que eran tan parecidos a los de Candice que casi llegó a largar una carcajada de lo remota y poco afortunada que sería esa situación si ese niño fuera la pesadilla colorada.

Un sonoro golpeteo en su puerta, producido por alargados dedos cubiertos de anillos, hicieron que su atención se dirigiera a la persona que los había producido y finalmente consiguiendo que soltara aquella retenida carcajada. ¿La habría invocado de esa estúpida forma?

- ¿Tu registro de conducir es igual de falso que los mechones de tu cabello? -dijo Candice con una falsa curiosidad.

Él abrió la puerta y se percató de que estaba en frente de la escuela. La cerró dando un portazo y sonrió, esperando que se intimidara.

- ¿Quieres tocarlo? -preguntó divertido, elevando levemente sus cejas y pasando su lengua sobre sus dientes.

Candice entreabrio su boca para responder, pero la imponente figura de Billy frente a ella hacía que las palabras no pudieran salir.

- Sé lo que quieres tocar... -añadió él con la misma soberbia y diversión con la que se había dirigido a ella antes. -Y no es precisamente mi cabello. -concluyó bajando su mirada y mordiendo su propio labio inferior.

  Apenas vio las cejas de Candice enmarcarse y el notorio color carmesí en sus mejillas sonrió, orgulloso del efecto que había conseguido en la pelirroja.

- Depravado. -escupió ella. El niño y Max habían habían presenciado la escena sin soltar el más mínimo sonido.

Apenas Billy recargó su espalda sobre su auto, notó que los chicos ya habían entrado a la escuela.

- Ni siquiera sé lo que eso significa. -respondió, con su clásica actitud rebelde y restandole importancia a la palabra que había soltado.

- Oh, además de un depravado eres un estúpido. -comentó alegremente la pelirroja, pero pronto su expresión de molestia volvió. Hizo una breve pausa y se acercó a él mientras lo veía directo a sus inexpresivos y oscuros ojos azules, hasta que retomó la confianza para hablar. -Solo... ¿quieres intentar no pasarle por encima a mi hermano con tu mugriento auto?

Billy soltó una suave risa y su mente oscureció cuando recordó la noche de Halloween. ¿Cómo ese desconocido había sido mucho más afortunado que él? Era frustrante, pero ya no la importaba, tomaría lo que quería cuando quisiera. En un veloz movimiento la tomó de la muñeca y la acercó abruptamente a él. Sentirse acorralado entre aquella radiante chica y el costado de su auto era algo agobiante, pero a la vez estimulante.

Ella lo veía confundida hasta que finalmente sintió una de las enormes manos de Billy entre su rostro y su cuello y la otra sobre su cintura.

- Si estuvieras a solas conmigo por más de un minuto ahí adentro, jamás volverías a hablarme de esa forma. -habló él sobre los labios de la chica, quien se encontraba inmóvil e incapaz de reaccionar, con su corazón acelerado como si estuviera en una maratón y sus músculos totalmente tensos. Ella vio el rostro de Billy más cerca que nunca. Sentir su respiración y sus palabras sobre su piel solo hacía que se le erizara por completo y las zonas en las que las manos de él se encontraban la hacían sentir petrificada.

"Vamos Candice, recobrar tu maldita dignidad." -se reclamó en su cabeza. Estaba en la entrada de la escuela y si alguien se enteraba o esparcía un solo rumor sobre ella y ese tonto estaría arruinada. Dejaría de ser la "abeja reina" para ser "otra más de las chicas de Billy".

- Sueltame, Hargrove. -murmuró Candice, bajando la mirada y forcejeando levemente. Él simplemente se rió.

- No, no... -respondió negando con la cabeza. -Eso lo decido yo.

Pero antes de que pudiera formular otra palabra más, los labios de Billy ya se encontraban sobre los suyos y se movían frenéticamente sin intención de detenerse. Sus manos se encontraban ambas sobre su cintura y solo la empujaban para acercarla aún más a él, pero Candice aún no había reaccionado.

"Dios mío, está besandome." -le gritó su conciencia.

"Ya lo sé."-se respondió a si misma.

Candice sintió como si algo estuviera incendiandose dentro de su cabeza y sus pobres neuronas corrieran de un lado al otro intentando abandonar aquella peligrosa zona. Estaba acabada, ¿por qué no lo había apartado de inmediato?

"Sólo no cierres los ojos."- intento calmarla la razón, pero en ese mismo instante los cerro. Sip, totalmente cerrados.

"Por el amor a las donas, Candice, no le correspondas el maldito beso." -trató de obligarse, pero finalmente acabó cediendo.

Se despidió totalmente de su dignidad colocando su pequeña y fría mano sobre la mejilla de Billy y la otra sobre su hombro. Podía notar a kilómetros que él tenía mucha más experiencia que ella. Sus labios se movían astutos, mientras que los movimientos de Candice eran mucho más dulces y suaves.

Segundos después, Billy introdujo su lengua sin permiso alguno y ella la sintió hasta en su maldita garganta. Él no parecía tener intensión alguna de detenerse, pero aquella intensidad ya la estaba haciendo sentir mucho más nerviosa que antes. Sus manos ya habían recorrido toda la espalda baja de la chica y sus neuronas finalmente reaccionaron.

Candice dejó de besarlo y le depositó una sonora bofetada. Sus ojos estaban rabiosos y al instante la soltó.

- ¿Qué rayos te pasa? -preguntó extremadamente furioso. Su voz sonaba ronca y Candice quería mostrarse enojada, pero la reacción de él solo conseguía asustarla.

FIRE - Billy HargroveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora