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Valka estaba tan emocionada que casi no durmió esa noche por estar pensando en todas las posibilidades que tenía de aprender con Brincanubes sobre los dragones, eso y que también busco en viejos libros de medicina algunas hierbas o mezclas de las mismas que sean más efectivas con las heridas. Debía de admitir que se sintió extraordinaria al regresar el Zippleback a la jaula y sin ningún tipo de violencia incluida, aunque no era justo para el pobre dragón ser asustado con la anguila y tal vez fue demasiado dejársela ahí. Pero no podía evitar sentirse realmente satisfecha.

El amanecer se hizo presente y Valka salió de su casa con otro sesto lleno de pesados y lo necesario para seguir tratando la herida del Stormcutter. Esa emoción recorriendo sus venas la hacían sentir viva y tenía muchos años en no sentirla, incluso llegó a creer que jamás la volvería a sentir.

Llegó a la cala y bajó el cesto al suelo. Brincanubes parecía haberla estado esperando, porque se encontraba sentado frente al lugar por donde ella entraba a la cala. Le mostró al dragón su bolsa llena de medicinas y el Stormcutter se puso en cuatro patas, agachándose un poco y luego corrió. Valka soltó una risa llena de asombro, era como tratar con una mascota.

―¡Oye! ―Valka corrió detrás de él por todo el lugar. No era consciente de la risa que estaba emitiendo y de lo bien que se la estaba pasando.

Una vez que alcanzó a Brincanubes (vaya que sí le gustaba brincar) colocó un poco de la mezcla del día anterior y el dragón cerró sus ojos al sentir el contacto.

―Sé que arde, pero se supone que debe hacerlo―le dijo Valka mientras seguía hurtando―Pero esa es una buena señal.

De la bolsa sacó una especie de césped que estaba dibujada en uno de los tantos libros que había leído, supuestamente esto ayudaba a dispersar el dolor provocado por otra medicina. Brincanubes comenzó a olfatear y giró su cabeza como un búho hacia ella. Con cuidado y de forma relajante, el dragón comenzó a pegar en la mano donde tenía el césped y terminó restregando su hocico en la misma mano.

Valka dejó el césped en el suelo y Brincanubes siguió la planta. Corrió rápidamente fuera de la cala y fue al campo de donde había cortado el césped, agarrando tolo lo que pudo cargar y regresó. Dejó el montón de césped y Brincanubes comenzó a retorcerse en su espalda en completa felicidad. Otra carcajada salió de los labios de Valka.

―Asombroso―dijo ella teniendo en la mano otro poco de césped―Esto te gusta, ¿verdad?

Y eso que la cantidad de césped no era nada comparada a la que había en el campo. No quería ni imaginarse cómo se pondría al estar en ese lugar.

Miró la posición del sol y jadeó en sorpresa, ¡ya debería haber regresado a la Arena! Recogió todas sus cosas médicas y salió de la cala, pero antes volvió a mirar a Brincanubes, quien seguía disfrutando de la hierba.

Gobber la recibió de mala gana y como castigo le dijo que entraría a la Arena para guiar a los chicos. Trataban con el Gronckle nuevamente y el dragón se miraba bastante furioso.

Snotlout y los gemelos estaban evitando contacto con el dragón, escondiéndose detrás de las pequeñas barreras que Gobber había puesto.

―¡No sean cobardes! ―les gritó el herrero desde afuera de la arena―¡Salgan a pelear!

Valka rodó sus ojos y fijó la mirada en el Gronckle, quien acababa de mandar a volar a Fishlegs. Antes de que la mujer fuera en su ayuda, el dragón se giró y la miró. Sus ojos estaban furiosos y voló rápidamente hacia ella. Valka tenía dos opciones: pelear o calmar al dragón. Sacó de su ropa el césped que se había traído, y soltando su hacha y su escudo alzó la mano que sostenía la hierba.

No hay necesidad de decir adiós Donde viven las historias. Descúbrelo ahora