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Marlon E. Franck 4 de abril de 1995.

    3, 2, 1, me ¡desperté! Tuve el sueño más largo de todos, creí que era algo llamado ser humano, en un mundo que era muy distinto al mío. Existían personas de diferentes grupos a los que ellos llamaban “buenos” y “malos” a los que yo no podía distinguir con claridad, eran semejantes, no comprendía lo que estaba mal y lo que estaba bien.

    Los malos eran los que mataban, quitaban objetos sin ningún derecho y no tenían respeto alguno por sus pares humanos. De esta cizaña no se excluía a ninguno de los dos grupos, los malos robaban o asesinaban a los malos o a los buenos, los buenos robaban o asesinaban a los malos convirtiéndose en malos o también robaban o asesinaban a los buenos que tal vez no eran tan buenos como los describía la clasificación de su grupo.

    Tuve muchas dudas pero al final llegue a la conclusión que la diferencia entre malos y buenos era un catalogo ficticio, ya que no existía persona buena en todo el planeta, la maldad estaba hasta en la persona más correcta de todos los seres humanos. Esto no era importante porque así aún se seguirían diferenciando estos dos grupos. Lo peor de todo es que lo que más sobresalía era la maldad, e ahí lo ficticio de esta clasificación. Los seres humanos habían creado este sistema de forma engañosa para esconder la maldad, dándole el completo titulo de personas “buenas” a seres humanos que no lo merecían, por eso es que era imposible que una persona mala se convierta en buena, pero sí que una persona buena se convierta en mala.

    La paz no existía, la felicidad solo era un retazo de algodón que se esfumaba en segundos, no dudo en afirmar que ese mundo era pura maldad y cada vez más se iba agravando el nivel de malevolencia en cada uno de esos individuos.

    Al caminar note que los seres humanos vivian en el mismo plano pero que a la vez se comportaban como si vivieran en un submundo en el que todo giraba en ellos, en el que nada importaba más que su pequeño submundo creado por vaya a saber uno que clases de ceguedad interna.

    Me contaron que su vida se organizaba con algo llamado tiempo. A simple vista note que eso marcaba un ritmo, un comienzo y un final.

    Los humanos vivian obsesionados con el tiempo, tan obsesionados que vivian pensando en el segundo, minuto u hora siguiente, como si esperaran algo. Me llamo la atención que ellos sabían que tenían un final en algo denominado futuro, pero era el lugar al que todos estaban esperando ir.

    Concluí que los humanos sin ni si quiera notarlo iban camino a su final ellos mismo, hacían todo pensando en el futuro, querían tener lo que se les imaginase en el futuro sin pensar en que podían mirar a su alrededor, que todo lo que los podía hacer felices ya había llegado hace rato, los humanos no vivian el ahora porque creían que era parte del pasado. Eran miembros de una locura creada por el tiempo, en la que solo se dividía en un comienzo y un final, sin darse a ellos mismos la opción de disfrutar ese cálido presente, tan rico en felicidad, que siempre estuvo allí pero nadie supo aprovechar, ni si quiera yo.        

    Solo al fin de esta locura llamada vida, que tal vez fue solo un sueño, comprendí que no hay que creer en tiempos, que el pasado también es parte de nuestro presente, que sigue estando ahí, que nunca se fue, y que tal vez la maldad reine en nuestros días, pero entendí que sí, hay mas maldad que bondad, pero una sola persona con una bondad integra puede someter a un ejército de viles. Y así tal vez, la paz reine en nuestros días. 

Marlon E. Franck (1912-1994).

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⏰ Última actualización: Oct 20, 2014 ⏰

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La fatalidad de los que creen que vivir es solo nacer y morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora