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— ¡Mamá, mamá! — escucho la voz de mi hijo provenir de la sala y salgo corriendo hacia él.

Al llegar veo como Eiden sostiene una tijera y un mechón de cabello en sus manos.

— ¿Qué pasó? — le pregunto alterada.

— Estaba viendo el programa de peluquería que siempre ves y quise hacerme un corte de cabello — Eiden me explica y yo casi que quiero llorar.

Malvado programa de caca.

Odio ese programa, siempre te hacen creer que los cortes son fáciles y al final resultan ser un desastre. Y ahora es el culpable de que mi hijo Eiden se la haya dado de peluquero. Necesito bloquear ese canal.

— ¿Qué te he dicho de no hacer cosas de adultos, eh? — me acerco a mi hijo y le quito la tijera y el cabello de las manos.

— Es que... — Eiden habla y me acerco a él para ponerme de rodillas en su frente — Es que dijeron que era válido para niños.

Me lleva.

Los niños entienden lo que mejor les plazca entender.

— Son programas de adultos, ya te lo he dicho. Nada de ver programas de adultos, ¿de acuerdo? — él asiente — Solo fue un pequeño corte, por suerte. Igual te sigues viendo hermoso — lo tomo por las mejillas y le doy un beso en la frente.

— Mami — se queja — Tengo 7 años — me señala sus pequeños dedos — Estoy grande para besos.

Míralo a él. Ni teniendo 54 dejare de besarlo.

— Sigues siendo él niño de mami, y siempre te daré besitos — escucho como ríe Eiden y sigo besandolo

Escucho el timbre sonar y me alejó de él.

— Esto no ha terminado — les advierto y Eiden ríe.

Me acerco a la puerta y me encuentro con mi mamá sosteniendo un par de bolsas.

— Vine por mi niño y te traje estas — es lo primero que dice y entra a mi apartamento.

— Hola mamá — murmuró en un tono incrédulo.

— ¡Abuela! — mi niño grita emocionado al ver a su abuela y corre hacia ella para abrazarla.

— ¡Mi niño! — ella le corresponde el abrazo.

— Viniste más temprano — comentó mientras tomo las bolsas y las llevo a la cocina — Y no tenías qué molestarte con las compras.

— Sabes que no es nada para mí, Alary. Mientras pueda ayudarte, lo haré — me sonríe de manera afectiva.

— Iré a cambiarme rápido y regreso — ella asiente y yo me dirijo a mi habitación.

Vivo en un pequeño apartamento con mi hijo. Cuando salí embarazada de él era muy joven, tenia 18 años y apenas estaba a dos años de culminar la Universidad en la carrera de Enfermería, fue un golpe muy duro para mí ya que apenas podía pagar la Universidad, el chico con el que estaba despareció de un día para otro, llegue a querer tomar muy malas decisiones, pero con ayuda de mis padres y mi hermana pude salir adelante, obtuve una beca en la Universidad por un año y me permitieron seguir aun estando embarazada. Tuve a mi niño y me dedique a trabajar y salir adelante con él y por él.

Últimamente se me ha hecho difícil conseguir trabajo. He trabajado en lugares de comida rápida, tiendas de ropa, cuidando a ancianos, paseando perros, el último que tuve fue cuidando a un señor pero lamentablemente paso a la siguiente vida.

Termino de colocarme unos tacones que me presto mi mejor amiga Becca y salgo a la sala.

— Listo — mi mamá voltea a verme y tiene una mirada sorprendida.

No Necesito a un Príncipe AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora